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Mensaje por Ela McDowell Vie Jun 06, 2014 6:48 pm

GÉNERO: Drama
CLASIFICACIÓN: Para todas las edades.
TOTAL DE CAPÍTULOS: 1

Canción:

ADIÓS
Yo por ti lo daría todo. Lo sabes, ¿verdad? Pese a que sigo cometiendo los mismos errores, uno tras otro, haciendo las cosas mal, quiero que sigas a mi lado. Deseo compartir no sólo mis derrotas y fracasos, sino también esos momentos únicos en los que una carismática risa escapa cual suspiro por tus dulces labios.

Valía la pena intentarlo.

¿Cómo no saber la razón de tu partida? Si me das una segunda oportunidad, una más, prometo que seré lo que soñaste. Me convertiré en el lucero que te guíe a través de las adversidades; ese ángel guardián que pasa noches en vela cubriendo con palabras, similares a cálidas caricias, el lecho en que descansa tu grácil alma. Pero, si te vas ahora, si cruzas el oscuro umbral para nunca volver, no podré darte más despedida que el silente quejido de mis lágrimas al quebrarse sobre el gélido mármol.

«Por favor, espera», era lo que intentaba decir. Sin embargo, paralizada por el temor de perderte para siempre, no fui capaz de detener tu imparable marcha. A mis ojos, huías con el sol de la mañana, abandonándome en medio de cuatro paredes que, sin tu compañía, serían perpetua prisión para memorias de un pasado que desapareció entre el invierno parisino. Sí, porque sabías que veía a la capital francesa como una jaula que impedía cualquier fuga a los seres sin alas.

Demasiado aturdida, incluso el más insignificante ruido resonaba apocalípticamente en mi interior; menos las palabras que susurrabas al mirar hacia atrás, donde me encontraba. ¿Qué habías pronunciado en ese entonces? ¿Cuídate? ¿Hasta pronto? Desconozco qué empleaste en tu lóbrego adiós. Quizá guardaste silencio y yo imaginé el resto.

«Para, ¡no te vayas!», suplicaba un dolido corazón, cuyo rítmico latir desembocaba en un estruendoso martillar.

Cargaste la mochila al hombro y arrastraste la maleta en dirección a la salida. Yo era incapaz de moverme al presenciar la anchura de esa espalda que durante años acobijé con mil abrazos. Portabas una camisa impregnada de nuestro aroma; tu favorita.

Los ventanales de cristal dejaban penetrar a raudales la luz emanada por el astro rey que vigilaba desde las alturas. Tus aceitunados orbes refulgieron por última vez al encontrarse con los míos. No había vuelta atrás, ¿no? Lo que vagaba por tu mente era un misterio completo, pues esos pensamientos ya se hallaban lejos, tal como tú lo estarías pronto.

El momento llegó.

Giraste del picaporte, causando que la madera chirriara lastimera. Todo pasaba con total parsimonia ante mí, cual vieja película en la que deseaba no saber del final. No le diste importancia y seguiste tu andar hasta transformarte en sólo una sombra en el pasillo exterior. No estabas más.

Y yo… Yo te dejé ir.
Ela McDowell
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