Secretos

No pertenecíamos a un grupo privilegiado, ni siquiera éramos estudiantes de élite, solo estábamos ahí, a la sombra de los que se hacían llamar ‘populares’. Éramos incontenibles y ansiábamos ser libres, dejar esa ciudad en medio de la nada. Pero éramos como pájaros enjaulados, golpeando los barrotes de las jaulas con tal dureza que aplastábamos nuestros sueños y caíamos al suelo destrozadas.  

Y si me preguntas, nunca he conocido a ninguna de ellas que tuviese una vida ideal y libre de problemas asfixiantes. Problemas que nadie conocía, secretos que nos mataban cada noche cuando todos los demás dormían. Buscábamos la perfección sin saber que esta no existe.

¿Nuestra peor pesadilla? Despertar cada mañana y que recordar todo lo que habíamos tratado de dejar atrás la noche anterior.

Con ojos llenos de sombras negras y pintalabios carmín que brillaban con deslumbrantes sonrisas falsas. Risas que resonaban por los pasillos del instituto que pretendían ahogar el recuerdo de noches de llantos y desesperación.

¿Quieres adentrarte más? Estábamos metidas en los conflictos habituales; anorexia, bulimia, depresión, ansiedad y problemas familiares. Sintiéndonos incomprendidas y solas. Haciendo todo tipo de cosas para borrar el dolor que nos consumía día tras día. Fingiendo ser las mejores y las que más sabían lo que era vivir mientras nuestras mentes gritaban ‘No eres lo suficientemente buena’.

Nos metíamos en problemas y los gritos de nuestros padres nos alejaban más de ellos, abrían una brecha que los mandaba al lado de los que ‘no entienden nada’. Pero, ¿quién estaba en el lado de los que sí que entienden? Verdaderamente nadie. Nuestros problemas eran distintos y el único apoyo que encontrábamos era saber que todas estábamos jodidas.

Y los muros de soledad siguieron subiendo, aislándonos de todos. Gritando y llorando. Destrozándonos cada vez más. Alcohol, sexo, drogas, sangre. Era imposible de detener. Solo uno más, solo dos más, solo tres más,… solo cincuenta más.

Nos hundíamos en la tristeza, ahogadas en palabras y canciones que nos hacían llorar en el suelo del lavabo mientras de nuestros brazos resbalaba la sangre de heridas hechas con la desesperación de querer deshacernos del dolor interno que nos era imposible de alcanzar por más que clavásemos uñas y dientes.

¿Alguna habrá sido salvada ya? Es un misterio. Siempre lo fue porque nadie sabía acerca de esto; eran nuestros secretos sucios y oscuros. Era la otra cara de la moneda que nadie debía ver nunca –por mucho que la verdad se escurriese por los bordes.