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El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Página 1 de 1.
El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
El Hobbit:
La Tierra Media En Peligro
La Tierra Media En Peligro
Género: Fantasía, aventuras, ciencia ficción.
Clasificación: Todas las edades.
Capítulos: 10 por ahora.
Antes de nada, me gustaría hacer una pequeña introducción antes de empezar, si no es molestia ^^ (Aviso: SPOILERS si no han leído el libro El Hobbit -de J.R.R. Tolkien-)
Introducción
Un nuevo Mal amenaza la Tierra Media, y el Hobbit Bilbo Bolsón de nuevo la deberá salvar. En esta aventura de acompañan: el mago Gandalf el gris, los Enanos Dwalin, Balin, Dori, Nori, Ori, Óin, Glóin, Bifur, Bofur y Bombur, aparte de Thorin, Fíli y Kili, de quienes aparecerán a veces sus espíritus. Pero, ¿a qué peligro deberán enfrentarse? Ha aparecido un Elfo maligno llamado Läfnir y se ha asentado en las Montañas Nubladas y un ejército de Elfos, Orcos y Trasgos lo siguen. Además, unos misteriosos Cristales Mágicos han sido descubiertos, pero, ¿para el bien o el mal? Sean para lo que sean, Bilbo y los demás deben impedir que Läfnir los consiga.Pero algo se les olvida a casi todos: el Anillo mágico descubierto por Bilbo también podría tener algo que ver...
Algunos de estos misterios se revelan a medida que avanza la historia, y una nueva sombra crece sin que ellos la vean, aunque no tiene mucho que ver en esta historia.
La cuestión es: ¿vencerá el bien o las fuerzas del Mal dominarán la Tierra Media?
Última edición por ~Ele_Smaug~ el Sáb Abr 12, 2014 9:13 am, editado 1 vez
~Ele_Smaug~-
Loca de remate desde hace 13 años, meh, no miento, estoy mu mal, PERO ZOY FELIZ. Aparte de eso soy una fangirl con DEMASIADOS fandoms que explotan mis feels y terminarán por hacerme morir: The Hobbit | Lord Of The Rings | Sherlock | Fargo | Pokémon | Sonic | Kingdom Hearts | Gamer | Tolkiendili. ¿Algo más? Mmm, MARTIN FREEMAN, MI JOHN/LESTER/BILBO ADORABLE Y ACHUCHABLE *O*
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Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 1: La historia no termina ahí...
Hace ya unos años que los enanos de Erebor reclamaron su reino, pero la historia no termina ahí… Hay otros asuntos que resolver, y uno se aproximaba. Todo comenzó la mañana del 21 de septiembre, en La Comarca, en la Cuaderna del Oeste, en Hobbiton. Alguien de allí esperaba con impaciencia que pasara ese día. Un Hobbit cuyos apellidos eran Bolsón y Tuk. Más fácil no puede ser, ¡Bilbo Bolsón! El día siguiente era su cumpleaños, cumplía 54 años, y también se cumplían 2 años desde que cruzó el Río Rápido en barriles y llegó a Esgaroth, la Ciudad del Lago, pero allí estaba demasiado ocupado como para pensar en su cumpleaños, aparte de que lo único que pudo decir fue “mucha gracia” por culpa del catarro que pilló. Tenía la fiesta bien organizada, hasta iba a ir Gandalf con sus fuegos de artificio (pues los que él fabricaba eran espectaculares). Bien, ahora vayamos a lo raro. Durante esos años, Gandalf no había aparecido ni un solo día en La Comarca, ni siquiera para ver a Bilbo. Se tenían que escribir cartas para hablar, y el mago le contestó al Hobbit que iría con mucho gusto a su fiesta de cumpleaños, pero Bilbo sospechaba que no iba a ser así. Volvamos al presente. El Hobbit tuvo muy malos presentimientos pensando en que algo otra vez inesperado iba a pasar, pero se decía a sí mismo: “Tranquilo Bilbo, tranquilo. Mañana es tu cumpleaños y en estos últimos años no ha pasado nada, ¿por qué tendría que pasar algo ahora?” Pero aún así seguía sospechando algo. Llegó el mediodía y el día soleado se convirtió en un día de viento. La hierba se agitaba fuertemente a causa del viento. Bilbo pensaba que si continuaba el mal tiempo no podría hacer la fiesta de cumpleaños, por lo que se sintió algo triste. De pronto, se desencadenó una fuerte tormenta en la que los rayos caían sin parar y los truenos no paraban de sonar, a eso se le unió la fuerte lluvia y el viento que arrasaba todo cuanto había a su alcance. Bilbo estaba asustado de tan terrible tormenta otoñal. Entonces, algo golpeó con fuerza su puerta verde y redonda, que ahora estaba cubierta de arañazos y la pintura verde se convirtió en gris. Esto hizo que el Hobbit se sobresaltara mucho, y pensó que tan solo había sido el viento. Se volvieron a oír golpes en la puerta y Bilbo lo ignoró otra vez. Luego, un rayo se vio frente a la ventana del salón del Hobbit, y con él una silueta familiar. –¡Bilbo Bolsón Tuk, como no abras la puerta tendré que entrar por la fuerza!– ¡Era Gandalf, Gandalf el mago gris! Bilbo no sabía qué hacía frente a su casa en un día tan terrible, pero seguro que no era nada bueno. Salió corriendo hacia la puerta y la abrió para dar paso a un mago empapado con un manto gris, bufanda plateada y gorro puntiagudo azul. –¡Discúlpeme, Gandalf! Pensé que tan sólo era el viento lo que golpeaba a la puerta. ¿Se puede saber qué diantre hace aquí con un día de semejante tormenta? Si quiere se puede quedar aquí hasta que amaine.–¡No hay tiempo, viejo amigo! Tenemos que apresurarnos, no nos queda mucho tiempo.
–No, no, no, no pienso salir de nuevo de Hobbiton o La Comarca.
–¡Prepara tu equipaje, Tuk insensato!
–¡No soy un Tuk, soy un Bolsón, de Bolsón Cerrado!
–¡No me hagas enfadar o lo pagarás caro!–Gandalf se enfureció y de pronto una sombra cubrió toda la casa. –¡Prepara el equipaje, YA!
–C-Claro, c-como o-ordene, s-señor G-Gandalf. –El pobre Hobbit estaba muy asustado, y no tuvo más remedio que hacer lo que el mago le pedía. Cogió una mochila, ropa de repuesto, comida, una manta, a Dardo (su espada), un bastón, el Anillo y pañuelos (desde la última vez que salió va con más precaución). –¡Corre Bilbo, rápido!
–¿Qué se supone que está pasando?
–Más tarde lo averiguarás, ahora nos esperan en Rivendel. –Dicho esto, Gandalf y Bilbo salieron del agujero hobbit y montaron en el caballo de Gandalf, Sombragris. –¡Vamos Sombragris! –Ordenó el mago a su caballo. Salieron veloces como el viento y en pocos minutos ya habían salido de La Comarca. Aún les quedaba camino por recorrer cuando escucharon un aullido detrás de ellos. Bilbo miró hacia atrás y vio que les perseguía, ¡un huargo! –¡Gandalf, nos persiguen! –Gritó el Hobbit, asustado. –Tranquilo, sé qué hacer… –Gandalf tenía un plan, un plan infalible. Entonces, una pequeña mariposa apareció delante del mago, y éste pronunció unas palabras que Bilbo no llegó a oír, pues la tormenta seguía en aumento y el ruido de los truenos era cada vez más fuerte. El huargo estaba cada vez más cerca de ellos y a éste le seguían otros dos huargos más. Entonces, las nubes desaparecieron y con ellas la tormenta. Al desaparecer las nubes negras, cinco águilas salieron de ellas. ¡Ése era el plan de Gandalf, llamar a las águilas! Tres de ellas cogieron a los huargos con sus garras y se los llevaron bien lejos, mientras que las otras dos subieron a Bilbo y Gandalf a sus lomos y una cogió a Sombragris. –Así tardaremos menos en llegar a Rivendel. –Dijo el mago a Bilbo. –¿Cuánto tardaremos? –Preguntó el Hobbit. –Unas horas, mientras tanto, descansa. –Bilbo no se lo pensó ni un segundo, antes de que Gandalf acabara, cayó dormido, pues todo esto le había cansado mucho.
~Ele_Smaug~-
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Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 2: Un nuevo mal nos amenaza
Ya habían pasado dos horas. A Bilbo y Gandalf les quedaban sólo unos minutos para llegar a Rivendel cuando el Hobbit despertó. –¿Ya llegamos a Rivendel? –Preguntó, bostezando. –Ya falta muy poco, ahora tenemos que caminar. –Las águilas los dejaron frente a una roca, la misma por la que fueron hace unos años hacia Rivendel. Caminaron por el pequeño y estrecho camino apretujados por las paredes del valle. Salieron de aquel pasadizo y por fin llegaron. En la entrada los esperaban diez Enanos, como no, los diez Enanos que acompañaron a Bilbo en su viaje hacia la Montaña Solitaria y sobrevivieron: Dwalin, Balin, Dori, Nori, Ori, Oin, Gloin, Bifur, Bofur y Bombur. El Hobbit se alegró al volverlos a ver, pero se entristeció un poco también, pues ya no eran trece los Enanos que lo esperaban. Entonces, Bilbo, con algo de curiosidad, preguntó a Gandalf. –¿Qué hacen aquí los Enanos? ¿No vivían en Erebor?–Sí, pero algunos volvieron unos días a Ered Luin, las Montañas Azules, pues habían recibido noticias de que los Orcos podrían atacar la zona, y fueron para defender esas tierras, además quedaban unas cosas por transportar a Erebor. Les mencioné lo de la misión, y no dudaron en acompañarle.
–Tengo una pregunta más, Gandalf, ¿tendremos que cruzar el Bosque Negro de nuevo?
–Sí, mas esta vez no será como hace unos años (espero…).
–Menos mal, ya tenía miedo de volver a ver esas arañas.
Entraron todos a un salón de reuniones y se sentaron. Allí les esperaba Elrond. –Bienvenidos sean, Enanos, Gandalf y Hobbit. El asunto que nos ocupa es de gran importancia. He recibido noticias del mago blanco, Saruman. Al parecer, un ejército de Orcos planea atacar las zonas montañosas y las tierras del este y del sur. Los Enanos ya sabréis que atacaron Ered Luin, pero acabasteis con ellos. Bien, pues ahora desde las Montañas Nubladas piensan atacar Ered Mithrin, las Montañas Grises. Harán lo que sea para conseguir uno de los Cristales Mágicos, y además podrían ser aliados de un dragón.
–¿Cristales Mágicos? –Preguntó Bilbo.
–Así es. Unos Cristales de unos poderes extraños. Si alguien cogiera uno de esos Cristales… se podría volver inmortal y tener la capacidad de paralizar el tiempo, e incluso podrían pasar cosas peores... –Le respondió Elrond. –Hay un Cristal en cada rincón de la Tierra Media, e incluso en La Comarca. Están bien escondidos y normalmente están protegidos bajo una especie de magia impenetrable, pero esa magia se ha roto. Sabemos quién la rompió, Läfnir.
–¿Läfnir? ¿Quién es Läfnir? –Preguntaron los Enanos y el Hobbit.
–Es un Elfo, pero no un Elfo normal. Es oscuro y avaricioso, además de mentiroso. Un Elfo maligno que quiere apoderarse de las Cristales Mágicos para hacerse con la Tierra Media. Sus Elfos y los Orcos se han aliado, pero no saben que Läfnir los traicionará. Sabe algo de magia negra y con ella rompió la protección de las Cristales Mágicos. Su primer objetivo es encontrar la Gema de las Montañas Nubladas, creemos que intentará convencer a los Trasgos para que le sigan en su oscuro plan.
–Pero, ¿de dónde han salido esos Cristales? –Preguntó el siempre curioso Bilbo.
–Se cree que son estrellas caídas del cielo. Cayeron en los inicios de la Tierra Media. Allí se encontraban los Valar, los antiguos gobernadores de la Tierra Media y otros lugares del mundo. Al verlos, pensaban que si caían en manos de Melkor, también conocido como Morgoth, el primer Señor Oscuro, podría dominarlos a todos, por lo que los escondieron bajo llave con los poderes que les entregó el gran Ilúvatar, el creador. –Explicó Gandalf. –Claro que es tan sólo una leyenda.
–Así es, mi buen amigo. Los Valar creían que Ilúvatar los había fabricado con algún fin de capturar a Morgoth. Por eso, Manwë, hermano de Melkor, ordenó esconderlos en todos los lugares de la Tierra Media donde no se pudieran encontrar, y por si alguien los encontraba, los protegieron con magia. Nadie sabe cómo pudo Läfnir romper esa magia impenetrable. –Dijo Elrond.
–Entonces, ¿tenemos que evitar que Läfnir y su ejército consigan los Cristales Mágicos? –Dijo el enano Bofur, que parecía haberlo entendido todo.
–Así es, Bofur. Primero debemos ir a las Montañas Nubladas. –Dijo Gandalf, sacando un mapa. –El segundo lugar son las Montañas Grises, pero antes tendríamos que pasar por el Bosque Negro. Y por último llegaríamos a Erebor, la Montaña Solitaria. Parece un camino fácil, pero no hay que fiarse. –Cuando el mago les explicó el camino, ya era hora de cenar, por lo que Elrond les invitó a pasar la noche y partirían por la mañana.
Esa noche, las estrellas brillaban con mucha fuerza, mas pronto dejaría de ser así y las noches serían pronto serían oscuras y jamás volverían a ser iguales.
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Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 3: Oh, Montañas Nubladas, de nuevo nos encontramos frente a vuestras puertas
Amanecía en Rivendel. La luz del sol entraba por las ventanas. Bilbo estaba ya despierto asomado a su ventana, pues no había pegado ojo pensando en las Cristales Mágicos y en las Montañas Nubladas, y seguramente todos sabréis lo que pasó en las Montañas Nubladas hace unos años…El Hobbit ya estaba algo aburrido de mirar por la ventana sin hacer nada, por lo que salió a dar una vuelta por ahí. Al salir de la habitación, se encontró con Gandalf, quien también salió. –¡Bilbo! ¿Qué haces despierto a estas horas? Ha amanecido hace poco. –Dijo el mago a Bilbo.
–Esta noche no he podido dormir pensando en todo lo del viaje.
–No estarías pensando en lo que pasó en las Montañas Nubladas…
–Pues en parte sí, aún temo que vuelva a pasar.
–Tranquilo Bilbo, no te dejaremos solo para que vuelvas a caer en esa cueva.
–Una pregunta, Gandalf, ¿cómo vamos a entrar en las Montañas? Cuando nosotros entramos fue algo doloroso…
–Aún no lo he pensado bien, aunque creo que ya tengo una manera, pero es algo arriesgada…
–¿Qué manera, si se puede saber?
–Ya os la contaré cuando llegue el momento, ahora es hora del desayuno. –Dicho esto, los dos fueron al comedor donde Elrond les esperaba, pues él sabía que ya habían despertado. Los Enanos aún dormían, así que Gandalf, Bilbo y Elrond prepararon el desayuno. Había pastelitos y huevos, y también pan para untar mermelada de todo tipo. Sacaron también panceta y zumo, aparte de algo de fruta. Cuando terminaron los Enanos ya despertaron y fueron al comedor. Mientras desayunaban, los Enanos empezaron a entonar una canción que sonaba así:
Montañas Nubladas, de nuevo nos volvemos a ver
Esta vez no caeremos en vuestra trampa
No nos dais miedo ahora que sabemos lo que nos esperará
Os atravesaremos y a los Trasgos venceremos de nuevo
Eso sí, esperamos salir ilesos
No nos perderemos ahora que conocemos un camino
No esperéis sorprendernos con más trampas, pues cuidado tendremos
Después de atravesaros, el tenebroso Bosque Negro cruzaremos
¡Oh, Montañas Nubladas, ahora **** vosotras las que debéis temernos!
Terminaron la canción y también acabaron de desayunar. Volvieron a coger sus equipajes y se pusieron en camino para atravesar un tramo de las Tierras Salvajes para llegar a las Montañas Nubladas. Bilbo aún parecía algo preocupado. Los terrenos eran montañosos y algunos difíciles de atravesar. Empezaba a atardecer y ya les faltaba poco para llegar a las montañas, pero estaban cansados y decidieron partir por la mañana y descansar por ese día. Oin y Gloin prepararon una hoguera para asar la comida. Por suerte Elrond les había proporcionado suministro para unas semanas. Llevaban salchichas, patatas, queso, huevos, lechugas, tomates, e incluso un pequeño barril de cerveza. Por si acaso perdían la comida en las montañas, decidieron comer cuanto pudieran para disfrutar la comida mientras podían. Cuando acabaron de cenar todos cayeron rendidos y se durmieron en un abrir y cerrar de ojos, excepto Bilbo, quien estuvo un rato despierto, pues tenía un mal presentimiento, sentía que algo malo iba a ocurrir en las Montañas Nubladas, pero no tardó mucho en dormirse, estaba algo cansado.
A la mañana siguiente, fue Gandalf quien despertó primero y despertó a todos los demás. Desayunaron, pero no mucho, pues si comían demasiado quizá la comida les sentase mal. Pronto emprendieron el camino a las Montañas, que era un corto trecho lo que les quedaba. Llegaron a las Montañas pronto y pararon en una de sus laderas. Todos pensaban que tendrían que escalar las Montañas, pero en realidad pasarían debajo de ellas. El mago les dijo cómo pasarían por ellas y se quedaron algo sorprendidos, pues no sabían cómo entrarían por ellas, y ninguno quería repetir la entrada de hace unos años. Anduvieron un poco hacia la derecha de las Montañas y encontraron una especie de inscripción élfica. Gandalf leyó lo siguiente: “A vanimar hithaiglin. I hrótaier.” Que significa: “¡Oh, bellas Montañas Nubladas! Aquellas que son moradas subterráneas.” La verdad, Gandalf no sabía que esa otra entrada existía, la descubrió de pura casualidad, por lo que se sorprendió. El mago pensaba en pasar por Moria, por eso dijo que podría ser arriesgado. De repente, el suelo empezó a temblar y todos dieron un paso atrás. Una puerta secreta hacia el interior de las Montañas se estaba abriendo. Descifrar aquella inscripción sería una llave para abrir la puerta. Entraron en las Montañas a un pasadizo que daba a una amplia sala. Cuando entraron, la puerta se cerró. Entonces, unos Trasgos la oyeron cerrarse y avisaron a más Trasgos para defender. Los que oyeron la puerta cerrarse avisaron a Läfnir y éste ordenó a los Orcos, Elfos y Trasgos que vigilasen toda la Montaña. Los Enanos, el mago y el Hobbit no tenían ni idea de que los habían oído, y Bilbo seguía teniendo un mal presentimiento. Caminaron con cuidado, y no se dieron cuenta de que dos Elfos los había visto. Estos advirtieron a Läfnir y ordenó que les tendieran una emboscada cuando entrasen a la sala. Pasaron allí sin saber lo que les esperaba. Bilbo oyó algo y se quedó en el pasadizo por miedo, además de que había descubierto un hueco en el que esconderse. Cuando todos (excepto el Hobbit, claro está) entraron en la sala, los Elfos los rodearon y los apuntaron con sus arcos. Estaban en clara desventaja, pues ellos eran menos que los Elfos. Cuando los rodearon, todos gritaron, incluido Bilbo. Los Enanos y Gandalf desenvainaron las espadas, el Enano Dori preguntó al mago: –¿Qué hacemos ahora, señor?
–De momento debemos abrirnos camino entre ellos y huir. –Le contestó. Los Elfos comenzaron a disparar flechas y lo único que podían hacer era protegerse con las espadas. Entonces, Gandalf encontró un pequeño camino por el que podía escapar y gritó: –¡Corred insensatos! –Dada la orden, todos empezaron a correr y a blandir las espadas para acabar con los Elfos que les bloqueaban el camino.
Mientras tanto, Bilbo seguía escondido en el agujero, aún con el mal presentimiento, hasta que una piedra le golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. Al despertar, el Hobbit estaba tumbado en una roca a unos metros sobre el lago que la rodeaba. Se levantó y miró a su alrededor, estaba en una cueva que se le hacía familiar. A unos pocos metros estaba el hueco en el que se había escondido, sobre un terreno algo rocoso. Entonces, escuchó el sonido del agua, como si alguien fuese hacia la roca en barca. Por miedo a que aquel que fuera en la barca viera que estaba despierto, se tumbó y cerró los ojos para parecer que estaba inconsciente todavía. Aquel ser se acercó a él y siseó. –Aún ssigue inconssciente, mi tessoro. ¿Lo busscamoss ya? Por ssupuesto, preciosso mío, y cuando lo encontremoss noss comemoss al Hobbit. –Aquella voz le resultaba muy familiar a Bilbo. Cuando aquella criatura se dio la vuelta un momento, el Hobbit se levantó y desenvainó con mucho cuidado a Dardo, su espada. Vio entonces qué lo había capturado… ¡Gollum! Bilbo se asustó, aunque no gritó ni nada para evitar que aquella criatura fuera a por él, por lo que esperó a que se diera la vuelta. Cuando se giró y vio al Hobbit despierto y con la espada en las manos gritó. –¡Devuélvenosslo, Bolssón! ¡Ess nuestro! ¡LADRÓN! –Gollum saltó sobre Bilbo sin que éste pudiera hacer nada y le mordió en el brazo derecho. El Hobbit se deshizo de él dando vueltas. Gollum cayó sobre la roca y se acercó a Bilbo, que estaba acorralado. Entonces, el Hobbit vio la oportunidad de escapar, por la barca que había traído Gollum. Tan sólo tenía un intento y era muy arriesgado. Cuando estuvo al borde de la roca, saltó sobre la barca y cayó de bruces sobre ella. Remaba con Dardo y con el brazo derecho, pues le dolía y se tapaba la herida del mordisco con la mano izquierda. Se alejó de la roca y Gollum lo maldecía. –¡Ladrón! ¡Devuélvenosslo! ¡Dánoss nuesstro tessoro! ¡Maldito y aplasstado sseas, Bolssón! –Bilbo lo ignoraba y seguía remando como podía. Estaba muy dolorido, aquel mordisco le había hecho mucho daño. Al llegar a tierra, se quitó su chaqueta roja y subió la manga de su camiseta del brazo derecho. La herida del mordisco no era tan pequeña como él creía, le sangraba y le dolía mucho. “Así no podré salvar a los Enanos, tengo que salir por donde he venido.” Pensó. Salió por el agujero en el que se había metido. Cuando llegó al pasadizo, se encontró con Gandalf, quien había despistado a los guardias de Läfnir. Al dar un paso más, Bilbo se desmayó, pero el mago lo cogió a tiempo antes de que cayese al suelo. Llevaba la chaqueta encima de la herida. -¡Bilbo! ¿Qué te ha pasado? ¡Responde! –Gandalf le quitó la chaqueta de la herida y se asustó al ver que era tan grande. La manga de la camiseta del brazo derecho se había vuelto roja y parecía que la herida empeoraba. El mago lo sacó afuera y lo tumbó en una roca. Para sanarle, usó magia élfica y luego le vendó el brazo con un pañuelo que tenía Bilbo en la mochila, que por suerte había recogido de la cueva de Gollum. Cuando el Hobbit despertó y vio a Gandalf se alegró mucho. –¡Gracias al cielo que estabas ahí, Gandalf! Pensaba que era mi fin. –Agradeció Bilbo al mago.
–No ha sido nada, amigo mío. Pero ahora debemos ir a ayudar a los Enanos, pues los guardias de Läfnir los han capturado. Por suerte yo los despisté y pude escapar de ellos.
–¿Por casualidad sabes adónde los han llevado?
–Los llevaron con Läfnir y les ataron los pies y las manos, sólo vi eso, no quería arriesgarme a que me capturasen.
–Pues tenemos que ir a salvarlos.
–Bilbo, ten cuidado, esa herida que tienes en el brazo sigue grave, y podría ir a peor, debes ir con precaución.
–Tranquilo Gandalf, sé que hacer. Pero antes de ir, deberíamos trazar un plan.
–De acuerdo, tú los distraes gritando desde algún hueco que hay en la sala y yo rescato a los Enanos.
–Yo sugiero que seas tú quien les distraigas con tu magia y yo salvo a los Enanos, pues si me descubren en ese hueco mi vida podría estar en peligro, y tú no tienes herida alguna.
–Ahora que lo dices será mejor así, yo voy por la izquierda y tú por la derecha, ¿de acuerdo?
–Vale, vamos allá. –Ya hecho el plan, los dos entraron de nuevo en las Montañas. Bilbo esperó a que Gandalf entrase primero para hacer su plan: ponerse el Anillo para que no le vean y salvar a los Enanos. El mago pasó por detrás de Läfnir y le lanzó fuego con su vara. –¡Ahí está el mago, que no escape! –Gritó Läfnir. Los muy ingenuos de los guardias salieron tras Gandalf, y no sabían que Bilbo estaba allí. El Hobbit desenvainó su espada, y esto hizo un poco de ruido, por lo que llamó la atención de Läfnir. Éste lanzó un trozo de cristal (no del Cristal Mágico que había robado), al que lanzó magia negra, hacia Bilbo. El cristal le dio, por mala suerte, en la herida del brazo. El Hobbit se tiró al suelo muy dolorido, mas no gritó para no llamar la atención de los guardias, e incluso empezó a llorar a causa del dolor. El brazo le dolía y sangraba aún más que antes y casi no podía moverlo. Pero esto no impidió que salvara a los Enanos, cortó una a una sus ataduras. Los Enanos sabían que era Bilbo quien les ayudó, y uno de ellos, Balin, se acercó a él y le dijo. –Bilbo, tú tienes que salir corriendo, nosotros nos encargamos de ellos. –El Hobbit no sabía cómo pudieron saber que era él ni cómo sabían dónde estaba. Bilbo salió corriendo a gran velocidad junto con Gandalf, en ese momento se quitó el Anillo, pero antes de eso, le robó el Cristal a Läfnir sin que éste se diera cuenta. Y el mago dio la orden. –¡Vamos, corred, no os quedéis ahí, insensatos! –Gandalf cogió a Bilbo y lo llevó sobre su espalda mientras los demás blandían sus espadas y movían sus martillos y hachas para abrir paso. Se hizo de noche y ninguno de ellos pensaba que el camino era tan largo, suerte que encontraron un pequeño refugio para esconderse de los guardias durante la noche. Lo encontraron cuando vieron una grieta que daba a una especie de sótano, que estaba muy bien oculta. La descubrió Bilbo y todos bajaron por ahí sin que nadie los viera. Gandalf le limpió la herida al Hobbit, mas no le sacó el cristal, pues no sabía que lo tenía en la herida. Le vendó de nuevo la herida y lo tapó con una manta, pues cuando fue en la barca no pudo evitar que entrase agua en ella y se resfrió un poco. Se quedaron en aquel escondite hasta que descansaron lo suficiente.
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Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 4: Un "pequeño" desvío
Supusieron que ya había amanecido, y todos salieron de aquel refugio andando con sigilo. Bilbo aún seguía teniendo un terrible dolor en el brazo y no podía impedir derramar algunas lágrimas a causa del dolor. Pasaron unos minutos y ya pudieron ver algo de luz, la salida estaba cerca, pero ninguno de ellos pensaba que el camino fuera tan largo, además de que los pasadizos eran algo más estrechos. Salieron de las Montañas hacia un campo verde con árboles y con caminos que conducían a una gran torre. Gandalf sabía dónde estaban, y no parecía que fuera bueno. –Esperad, yo conozco este sitio. –Dijo el mago. –Entonces, ¿dónde estamos, Gandalf? –Preguntó Nori. –Éste no es el camino que debíamos seguir. –Contestó Gandalf. –¿Qué quieres decir con eso? ¿Nos hemos perdido? –Preguntó Bilbo, que seguía tapando la herida con la mano izquierda. –No hemos ido al este, sino… al sur. No estamos cerca del Bosque Negro, ni mucho menos de las Montañas Grises. Estamos muy cerca de Rohan…–¡Venga, dinos ya dónde diantre estamos! –Protestó Bofur.
–Estamos… en Isengard. Tenéis suerte de que un viejo amigo mío habite aquí y nos pueda ayudar. –Dicho esto, caminaron hacia la torre que estaba en medio del verde campo. Allí les esperaba un señor con un manto blanco, de barba gris que se apoyaba sobre su vara. –Vaya, Gandalf el gris, no me imaginaba que aparecerías por aquí, y es muy oportuno. –Dijo el señor.
–Saruman el blanco, estamos aquí porque nos desviamos del camino que debíamos seguir en las Montañas Nubladas, y su consejo nos vendría muy bien. –Dijo Gandalf. Al parecer aquel señor era Saruman el mago blanco, el más poderoso de los cinco magos. Mientras tanto, Ori ayudaba a Bilbo a caminar, pues el pobre estaba muy débil y casi no podía andar. Entonces, el Hobbit empezó a perder el equilibrio y Bofur fue con Ori para ayudarle, pero ya era demasiado tarde, Bilbo se había desmayado, y cuando lo hizo, el Cristal que robó a Läfnir cayó al suelo. –¡Gandalf, Gandalf! ¡El Hobbit se ha desmayado! –Gritaron los dos Enanos. Gandalf fue veloz hacia donde estaba el Hobbit, y encontró el Cristal. –Esperad, es un Cristal Mágico, el mismo que tenía Läfnir, ¿cómo lo ha llegado a robar Bilbo?
–¡Eso es lo de menos, tenemos que llevarlo a la torre! –Gritó Dori.
–Y respecto a lo del Cristal, sigue siendo un saqueador, ¿no? –Bromeó Dwalin.
–Saruman, ¿podría dejarnos estar en su torre un tiempo?¬ –Preguntó Gandalf a Saruman.
–Por supuesto, viejo amigo. Podéis quedaros cuanto queráis, además, yo tengo unas cosas que decirle, Gandalf, y son urgentes.
–Gracias, ¡y ahora debemos de llevar a Bilbo a una cama, y rápido!
–Pero si eras tú el que… –Reprochó Gloin.
–¡Silencio, Gloin! ¡Rápido, coged al Hobbit! –Contestó Gandalf al Enano. Entraron en la torre y Saruman les indicó dónde podían llevar a Bilbo, que seguía inconsciente. Lo tumbaron en una cama y Gandalf le revisó la herida, estaba mucho peor que antes y ya tenía todo el brazo cubierto de sangre, estaba muy grave. –Esperad, Gandalf, antes de nada, ¿puede ser que lleve algo en la herida? –Preguntó Saruman.
–No sé, creo que no, pues cuando le vendé el brazo por última vez no tenía nada. ¿Por qué lo pregunta?
–Detecto magia negra en algún sitio de por aquí, en el Hobbit.
–Quizás… ¡Esperad! ¡Läfnir lanzó algo a lo lejos! ¡Debió de ser que presintió que Bilbo estaba allí y le lanzó algo! Y creo recordar que era un trozo de cristal al que había lanzado magia negra, no un Cristal Mágico, sino un cristal negro muy raro.
–No se le ve nada en la herida, debe de haberse incrustado aún más.
–Entonces, ¿cómo lo sacaremos?
–Yo puedo hacer algo con mi magia, pero el pobre está muy grave, se necesitará magia élfica, y creo que sé quién puede ayudarle.
–No estarás pensando en…
–Sí, ella le puede ayudar, además, los dos tenemos cosas que contarle, viejo amigo.
–Llámela, creo que mientras tanto puedo hacer algo.
–Gandalf, será mejor que dejes el Cristal antes de nada, podrías hacer cosas inimaginables.
–¿Es tan peligroso?
–Sí, y ahora debo ir a llamarla. –Dicho esto, Saruman se marchó y Gandalf dejó el Cristal Mágico escondido bajo un manto. Pero había algo que extrañó a Gandalf, no sabía que la torre de Isengard era tan grande. Intentó hacer algo para que Bilbo se tranquilizara, pues estaba muy intranquilo, estaba muy dolorido e intentaba gritar. Entonces, el Hobbit se vio en un sueño, tumbado en el suelo, todo era de color blanco. No había nada ni nadie allí.
“En el sueño…
–¿Eh? ¿Dónde estoy? ¿Por qué aquí no hay nadie? –Se preguntó Bilbo mientras se levantaba del suelo. Todavía le dolía mucho la herida y no la tenía vendada. Seguía teniendo el brazo cubierto de sangre. Entonces, miró arriba y algo le cegó y cayó al suelo. Cuando se levantó vio algo que pensaba que nunca iba a volver a ver, allí estaba, de pie… ¡Thorin! ¡El mismísimo Thorin Escudo de Roble! –¿Thorin? ¿De verdad eres tú? ¿No habías muerto? –Bilbo comenzó a llorar recordando aquella Batalla De Los Cinco Ejércitos, en la que su amigo Thorin murió. –Por supuesto que soy el majestuoso Thorin Escudo de Roble, señor Bolsón. –Bromeó el Enano. –Y sí, estoy junto con mis antepasados ahora, y también con Fili y Kili.
–Entonces, ¿qué haces aquí? ¿No significará que yo…?
–¡Claro qué no! Esto es tan solo un sueño que tienes a causa del gran dolor que sientes en el brazo.
–Ah, pero, ¿por qué apareces en este sueño? Bueno, esto me lo estoy imaginando seguro.
–Verás, amigo, esto no te lo estás imaginando, yo escogí este sueño para hablarte.
–¿Hablarme? ¿Sobre qué? ¿Sobre que soy un inútil por no hacer nada ni ayudar en aquella Batalla de Los Cinco Ejércitos? ¿O quizás que soy un traidor? Si es por eso ya lo sé, siempre fui un cobarde y nunca un guerrero o un saqueador, y ni mucho menos un héroe… Lo único que hice fue estorbar, tan sólo soy un Hobbit. Tú tenías toda la razón desde el principio, no debí haber ido a ayudaros, no serviría de nada, no debí haber salido de casa en aquel momento, y mucho menos en este. Ya sé que soy débil, mira mi brazo, me duele mucho y tú soportaste cosas mucho peores que ésta, si yo hubiera ayudado en aquella batalla seguro que tú serías ahora mismo el Rey Bajo la Montaña y Fili y Kili estarían disfrutando de todos los años de vida que les quedaban, pero no, me escondí de todo el peligro y sólo pensé en mí mismo, fui egoísta, no pensé en ninguno de vosotros, solo en mi seguridad. Ya sé que fui un tonto al hacer todo eso, puede que os haya salvado de algún pequeño peligro, pero no pude evitar nada en esa guerra… –Se lamentaba Bilbo mientras lloraba a los pies de Thorin. –¡Levántate del suelo! ¡No me imaginaba verte así en ningún momento! No tienes que lamentar nada, todo fue culpa mía. Me dominó aquella maldición y no te di el valor que merecías. Me salvaste muchas veces, aunque no pudiste salvarme de la muerte, los otros Enanos están vivos. Yo no podía imaginar a un mediano enfrentándose a todos los peligros a los que tú te enfrentaste.
–Puede que sí, pero eso tendrá una consecuencia. Presiento que uno de los acontecimientos que ocurrieron aproximadamente 2 años traerá el peligro a La Comarca, y yo ya no podré salvar a mi gente. En realidad nunca salvé a nadie.
–¡No me gusta ver a un aliado que ha servido de mucho a mi compañía diciendo esa clase de sandeces! Tú mismo sabes que nos salvaste de aquellas arañas, me salvaste de que un Orco me cortase la cabeza, sacaste toda tu valentía y arriesgaste tu vida para entrar en la Montaña y estuviste frente a frente con el dragón Smaug, y muchas otras cosas. Tú no tienes que arrepentirte de nada, ahora servirás a los Enanos que aún quedan presentes. La Tierra Media está en peligro, y ahora te corresponde a ti salvarla. Todo es posible, Bilbo, saldrás vencedor y todos cantarán tus hazañas en las canciones. Yo estoy aquí para apoyarte. Te daré consejos desde mi trono como Rey Bajo la Montaña en el cielo. Para eso he venido, para animarte. No debes rendirte. Si tú no salvas la Tierra Media, ¿quién lo hará? ¿Quién evitará todo este desastre? Si no la salvas tú, todo esto quedará en cenizas y toda cuanta vida hay aquí desaparecerá. Has de ser valiente y enfrentarte a todo lo que se te venga encima.
–Thorin, yo…
–No hace falta que digas nada más, ahora he de marchar, pero te observaré desde los tronos de los grandes reyes ahí arriba. Hasta pronto, Bilbo Bolsón.
–Hasta pronto, supongo… Thorin Escudo de Roble…”
Al terminar el sueño, Bilbo se despertó sobresaltado y vio que estaba tendido en una cama con Gandalf a su lado, y también había otra persona allí, una hermosa Elfa vestida de blanco.
–¡Bilbo! ¡Menos mal que has despertado! ¡Temíamos haberte perdido! –Exclamó el mago feliz.
–¿Gandalf? ¿Dónde está…? Oh, es verdad, sólo fue un sueño… –Dijo el Hobbit.
–No estés tan seguro… –Susurró una voz en su cabeza.
–¿Eh? ¡¿Quién me habla?! –Gritó Bilbo, preocupado.
–¿Qué te ocurre, Bilbo? Estás algo raro desde que despertaste.
–Nada, nada, serán imaginaciones mías… Pero, ¿cómo he despertado? ¿Lo hiciste tú, Gandalf?
–A mí no me debes dar las gracias, sino a la dama Galadriel. Te despertó con magia élfica.
–Pues, ¡gracias! Pensé que jamás podría despertarme y mucho menos volver a casa. Aunque no creo que yo sea de vital importancia en esta misión…
–No diga eso, Bilbo Bolsón, nosotros le escogimos para este viaje. –Dijo Galadriel
–Bueno, Bilbo, sal afuera, los Enanos están algo preocupados por ti. –Dijo Gandalf a Bilbo, que se levantó de la cama y salió afuera para reunirse con los Enanos.
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Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 5: La verdad sobre los Cristales y un nuevo plan
–Y bien, Galadriel, ¿qué querían decirme usted y Saruman?–Acompáñeme, Mithrandir, el asunto que nos ocupa es muy importante, y debe saberlo. –Así, Galadriel y Gandalf salieron de la habitación, siguieron recto y bajaron por un pequeño pasadizo hasta una sala oscura, aunque entraba algo de luz, en la que había una mesa y sillas. Saruman estaba allí sentado. –Y bien, Gandalf, no esperaba encontrarle por aquí, aunque el que haya venido aquí por un simple desvío es una cosa buena, pues tenía que comunicarle algo muy importante. –Dijo Saruman dirigiéndose a Gandalf, que se sentó en una silla, al igual que Galadriel. –¿Qué tienen que mencionarme ustedes dos? –Preguntó Gandalf.
–Sabes de la existencia de los Cristales Mágicos y algunos de sus poderes, ¿no es así? –Dijo Saruman.
–Por supuesto, pero, ¿por qué decís que conozco “algunos” de sus poderes?
–De eso le tenemos que hablar. Esos Cristales, no son lo que parecen, no son para el bien de la Tierra Media, ni mucho menos.
–¿Qué quiere decir?
–Todos aquellos que conocen la existencia de estos Cristales creen que los envió Eru con el fin de destruir a Melkor, ¿verdad?
–Sí, porque esa es su existencia, o al menos es lo que cuentan.
–Bien, pues después de encontrar uno de ellos aquí, sabemos que esas creencias no son más que mentiras.
–¿Mentiras? ¿Decís que los Cristales sólo contribuirán a destruir la Tierra Media? –Mientras Gandalf, Saruman y Galadriel hablaban, Bilbo escuchó a Gandalf decir lo último y se acercó allí. Se colocó enfrente del camino que conducía al pasadizo y escuchó todo en silencio.
–Exacto, y por esa razón hay que destruirlos, por eso, tú, los Enanos y el Hobbit habéis sido elegidos, tenéis que destruir esos Cristales. –Dijo Galadriel.
–¿Yo y los demás? No creo que nosotros podamos hacerlo, ahora somos menos que hace unos años, si al menos pudiéramos contar con la ayuda de Thorin podría volverse todo más fácil.
–No puedes olvidar al Hobbit, pues desempeña un papel muy importante en esta misión, igual que en la misión de recuperar la Montaña Solitaria. –Al escuchar esto, Bilbo se sorprendió, no pensaba que él fuese tan importante en una misión como esa, y entonces escuchó una voz…
–Ya te dije que desempeñarías un papel muy importante, aunque no lo entendieras… –En ese momento, Bilbo gritó sin darse cuenta de que lo podrían oír. –¡¿Quién me habla?! ¡¿Quién eres?! –Saruman lo escuchó y fue a la salida del pasadizo. Bilbo oyó sus pasos y no sabía qué hacer, quizá se llevara una buena reprimenda por estar escuchando a escondidas una conversación privada. Los pasos del mago blanco se acercaban cada vez más y el Hobbit estaba asustado. Entonces, recordó que tenía algo que le podía ayudar a escapar de allí: el Anillo que encontró en los túneles de los Trasgos. Tragó saliva y se lo puso en el dedo índice. Saruman salió y no vio nada, por lo que volvió al pasadizo. Bilbo lanzó un suspiro de alivio. Cuando Saruman volvió a entrar en la sala, Gandalf le preguntó. –¿A dónde fue, Saruman?
–A ningún sitio, solo que me pareció escuchar un ruido fuera y salí para ver qué era ó saber si alguien nos espiaba.
–Comprendo, yo también juraría haber escuchado algo, pero no le hagamos caso. Entonces, ¿dicen que los Cristales son peligrosos para la Tierra Media? ¿Por qué razón?
–Verás, Mithrandir, –Prosiguió Galadriel¬– hemos descubierto que los Cristales llegaron aquí hace unos años… Cuando emprendisteis el viaje a la Montaña Solitaria.
–¿Insinúa que aquel viaje pudo tener algo que ver con la creación de los Cristales?
–Aunque sea en una pequeña parte, creemos que sí. Recuerda que el enemigo todavía sigue entre nosotros, puede ser que sean obra suya para recuperar aquello que le perteneció…
–… el Anillo Único… –Susurró Gandalf en un tono que parecía tener algo de preocupación.
–Así es, pues mientras Sauron siga con vida, buscará el Anillo para tomar la Tierra Media, podría llegar a… destruirla…
–¿Podrían explicarme más detalladamente el origen de los Cristales y su magia?
–Si así lo quiere, se lo diremos. Saruman, comience.
–De acuerdo, mi señora. Bien, como le acabamos de comentar, los Cristales Mágicos aparecieron cuando usted y la compañía de Thorin Escudo de Roble partió hacia la Montaña Solitaria. Al parecer, ocurrió cuando una misteriosa fuerza se expandió de Mordor por toda la Tierra Media y alrededores. Esa fuerza llegó al centro de la Tierra, creando así ondas que creemos que pueden ser de magia negra o de la misma oscuridad. Luego, llegó a todos y cada uno de los lugares de la Tierra Media en forma de Cristales que se escondieron en lugares secretos a los que no todos pueden llegar. Te preguntarás, ¿por qué en ese mismo instante? Puede que Sauron detectase algo en vosotros que podría llevar el peligro a su tierra. –Bilbo seguía escondido, todavía con el Anillo en el dedo y escuchando. Al escuchar lo último que dijo Saruman, decidió quitarse el Anillo, pues no sabía que pudiera ser tan peligroso. –“Así que el Anillo puede traer problemas, ya lo sabía. Sabía que soy un inútil y que le traigo el peligro a todos”–Pensó Bilbo.
–En realidad no es así, y tú lo sabes. –Volvió a susurrar la misma voz en su cabeza.
–¡Agh! ¡Quieres dejarme ya en paz! –Bilbo gritó de nuevo, y esta vez salió Gandalf, pues reconoció su voz. Antes de que el mago gris llegara, el Hobbit comenzó a marearse de nuevo, y pensó que sería mejor hacer como que caminaba para que pareciese que no espiaba. Fue andando dando tumbos y Gandalf lo vio y salió corriendo hacia él. –¡Bilbo! ¿Por qué andas así? ¿Te pasó algo? –Preguntó Gandalf algo preocupado.
–No, por supuesto que no, solo que estoy algo mareado. –Intentó decir Bilbo, pues la voz le temblaba.
–Por esa voz diría que no te encuentras bien.
–No me pasa nada de ver… –Antes de acabar, Bilbo acabó cayendo al suelo. Parecía que se había desmayado, pero tenía los ojos abiertos y parecía que su corazón dejó de latir y no respiraba.
–¡Bilbo, Bilbo! ¡Vamos despierta! ¡Responde! No me dejes Bilbo, ¡tienes que despertar! –Gritó Gandalf asustado mientras se arrodillaba y meneaba a Bilbo con la esperanza de que despertara. –¡Señor Gandalf! –Exclamó la voz de un Enano. –¡Señor Gandalf! ¡¿Qué le ocurre al Hobbit?! –Volvió a exclamar el Enano, que era Dori, mientras jadeaba, pues había salido corriendo al escuchar la voz del mago. Le seguían los demás Enanos. –¡¿Qué le ha ocurrido a Bilbo?! –Exclamó Oin.
–¡No lo sé! Pero puede que haya… –Antes de terminar la frase, Gandalf se percató de una cosa: la espada de Bilbo brillaba azul, y cuando esa espada brilla de color azul… –¡Ya vienen! ¡Se dirigen hacia aquí! –Gritó Gandalf, aún más asustado que antes.
–¿Se puede saber qué ocurre, Gandalf? –Preguntó Saruman mientras salía del pasadizo.
–Los Orcos de Läfnir se acercan… Y parece que hemos perdido al Hobbit… –Susurró Gandalf, e incluso se le escapó una lágrima al ver al Hobbit así, con los ojos abiertos y sin parecer tener rastro de vida alguno. Todos los Enanos se agacharon para observar a Bilbo, ellos también lloraron. Entonces, Galadriel salió de la sala y dijo. –¡Todavía sigue vivo! Aún hay esperanza, vosotros tenéis que ir a por los Orcos, Bilbo se quedará aquí. –Y los Enanos y Gandalf salieron de la torre y vieron lo que esperaban, unos 50 orcos aproximados se acercaban hacia ellos. –No podremos contra ellos… –Dijo Dwalin.
–Es inútil intentarlo… –Suspiró Bofur.
–Somos menos que ellos… –Dijo Ori.
–Rindámonos, Gandalf, no podremos derrotarlos… –Dijo Nori. Los Enanos estaban tristes por la probable pérdida de Bilbo y no tenían ánimos para luchar. –¡No digáis eso, Enanos! ¡Bilbo todavía sigue y seguirá con vida! ¡Acabaremos con los Orcos! ¡Por Bilbo! –Gritó Gandalf para animar a los Enanos.
–¡Gandalf tiene razón! –Gritó Balin.
–¡Es cierto, acabaremos con ellos! –Dijo Gloin.
–¡Vamos Enanos! ¡Demostrémosles a estos Orcos de lo que somos capaces! ¡Cargad contra ellos!–Dijo Gandalf. Todos dieron un grito de guerra y corrieron hacia los Orcos con las armas al frente.
Galadriel volvió a llevar a Bilbo a una cama. Bilbo tenía el mismo aspecto que cuando se desmayó. La Elfa detectó algo un momento, al intentar ver la herida del brazo de nuevo. Al poder verla, al fin vio el cristal que había salido. El Hobbit empezó a soñar de nuevo en cuanto Galadriel le sacó el cristal de la herida y volvió a la vida, aunque seguía demasiado débil todavía.
“En el sueño…
Bilbo se encontró enfrente de una gran montaña y escuchaba a alguien cantar:
Surcaré, Montañas Nubladas son
Cavernas hay allá donde voy
Hay que partir, al Sol salir
Bilbo se unió a la canción:
Y un viejo oro descubrir
Crujían pinos en la altitud
Vientos bramían de noche al sur
Un fuego vi cerca de allí
Y ardían bosques con gran luz…
Entonces, el Hobbit empezó a cantar otra canción que había cantado antes, pero con algún cambio:
Los caminos siguen y siguen
Entre montañas y bosques oscuros
Y yo los he de seguir
Para una nueva misión cumplir
Ojos que han visto dragones y guerra y una ciudad desolada
Retoman camino para salvar de nuevo a la Tierra Media
Luego, apareció en una sala en la que había un trono en el que estaba sentado Thorin. –Bienvenido, Bilbo Bolsón, al salón del trono del Rey Bajo la Montaña. –Dijo el Enano para recibir a Bilbo.
–Esto significa, ¿qué he muerto?
–¡No! Has estado al borde de la muerte, pero sigues con vida. Además, esa canción que entonaste me hace pensar que seguirás tu camino para salvar la Tierra Media.
–No tengo elección, así que he de aceptar el destino y seguir el camino. Ahora ya sé que hay que destruir esos malditos Cristales, pero no sé cómo hacerlo…
–Hay una manera.
–¿Y cuál es, Thorin?
–Has de reunir todos los Cristales y decir unas palabras en élfico. Necesitarás magia para poder romperlos, aparte de un corazón puro, es decir, no tener ningún deseo de poder ni destrucción.
–Pero, ¿cómo consigo la magia?
–La vara de Gandalf o cualquier vara de los 5 magos te servirá, pero no le tienes que decir nada de esto a nadie, y no pienses en esto mientras estés con Galadriel, puede leer el pensamiento.
–Sé que no podré evitar decir esto a alguien, pronto Gandalf lo sabrá.
–Entonces deberás de emprender el camino tú solo. Esta misma noche partirás, pero antes has de recoger los Cristales, el que robaste a Läfnir y el que encontró Saruman.
–¿Acaso sabes dónde se encuentran?
–¿Te acuerdas del pasadizo en el que hablaron Gandalf, Galadriel y Saruman sobre los Cristales? Bien, pues hay otra entrada más oculta aún que lleva a donde se esconden los Cristales, deberás andar con mucho sigilo.
–No creo que pueda hacer todo esto yo solo, además, la herida empeora.
–Claro que podrás. Ese simple mordisco de una horrible criatura no te puede parar. Estoy y estaré a tu lado.
–Creo que tienes razón, cumpliré esta misión, lo haré, salga vivo o muerto lo conseguiré. Muchos peligros aguardan en el largo camino, pero lo lograré. Nada me podrá parar. Salvaré la Tierra Media aunque sea solamente esta vez, cueste lo que cueste.
–Bien, Bilbo, veo que entendiste tu papel en la Tierra Media. Ahora he de marchar, y no olvides que estaré a tu lado. ¡Hasta pronto!
–¡Hasta pronto, Thorin! –Cuando Thorin se marchó, Bilbo empezó a cantar otra canción:
He de continuar esta aventura
Yo solo sin nadie saldré a luchar
He de conseguirlo cueste lo que cueste
Thorin está a mi lado y no me abandonará
Jamás pensé que este fuera mi destino
Arriesgaré mi vida por la Tierra Media
A Läfnir yo no le temo
A la muerte tampoco la he de temer
Saldré victorioso, estoy seguro
A dragones, Elfos, Trasgos y Orcos me enfrentaré sin miedo
La Comarca salvaré
¡Bilbo Bolsón ha llegado para cumplir la misión!
¡Nada me podrá derrotar y menos aún me parará!
No debo de echar la vista atrás
¡Adiós tierra querida, adiós!
¡Volveré aquí algún día, con vida o sin ella!
Y ahora debo marchar hacia los peligros de esta era un tanto oscura…”
Al despertar, Bilbo se encontró frente a Galadriel de nuevo. Ésta le preguntó en su mente. –“Y bien, Hobbit, ¿qué soñaste?”
–“Con el tiempo oscuro que se avecina”
–“A mí no me parece que sea cierto, di la verdad”
–“Digo la verdad, yo jamás mentiría”
–“Pequeño Hobbit, será mejor que digas la verdad o puede que lo pases mal”
–“Lo digo en serio. Un Hobbit nunca miente.” –Galadriel podía adivinar que Bilbo mentía y esperó un rato a ver si pensaba en algo, pero lo único en lo que pensaba era en la canción que cantó anteriormente. Entonces, el Hobbit saltó de la cama sigilosamente mientras la Elfa estaba distraída y salió corriendo por toda la torre. Galadriel le persiguió y Bilbo encontró el pasadizo por el que escuchó la conversación de los Cristales. Se metió dentro y temió que la Elfa supiera donde estaba, por lo que pensó en otro lugar para así confundirla. –“Creo que logré despistarla, saldré afuera y espero que no me encuentre.” –Galadriel cayó en la trampa y salió por la parte de atrás de la torre. Aprovechando su ventaja, Bilbo comenzó a buscar la entrada que le mencionó Thorin. No veía nada extrañó. Tocó las paredes, miró en una estantería, pero nada. Tampoco parecía que hubiese algo en las sillas o en la mesa. Después de esa búsqueda, encontró algo que le llamó la atención: había un rayo de luz en la habitación, y esta no tenía ventanas ni ninguna grieta por la que pasase la luz. Ahora se fijó en una cosa, antes había visto algo brillar, aunque no le dio mucha importancia. Volvió al lugar donde lo había visto y descubrió una especie de runas élficas. Creía que podía traducirlas, pues había aprendido élfico en los viajes. Tradujo la inscripción que decía: “¡Hola, amigo de la torre!. ¿Qué buscas aquí? ¿Quizás sea poder? ¿Quizás sean conocimientos? Si lo primero sabes pronunciar, mis puertas para ti se abrirán.” Bilbo creyó que tenía que pronunciar “Hola, amigo de la torre”, aunque no estaba seguro. Había oído algo similar a eso alguna vez, así que probó a decir “amigo” en élfico, pero de nada sirvió. Dijo palabras sin sentido. Sabía que una manera de decir “hola” era “aiya”, pero le faltaba saber “amigo de la torre”. Al final dijo: –Aiya… ¿Minardil? –Las runas brillaron y Bilbo supuso que había dicho lo correcto, no sabía cómo, pero lo había hecho. Entonces, toda la habitación se iluminó y el Hobbit se encontró en una sala pequeña y redonda con los dos Cristales Mágicos frente a él. Emanaban mucha luz y por eso la habitación parecía blanca totalmente. Los dos Cristales estaban sobre unos pilares. Bilbo fue a coger uno, pero estaban protegidos con magia. Había conseguido averiguar la inscripción y entrar en el cuarto de los Cristales, mas ahora no los podría coger. –¡Agh! ¡Todo esto ha sido inútil!
–No ha sido inútil… –Resonó de nuevo aquella voz en la cabeza de Bilbo. –¡Otra vez tú! ¡Sal de mi mente!
–Vaya, pensé que querías que te acompañase.
–Acompañar… ¿Thorin? ¡Ya podrías avisarme antes de aparecer de repente en mi cabeza!
En ese instante, Bilbo se detuvo al oír que muchos pasos se acercaban a donde él se encontraba. Asustado, buscó algún sitio donde esconderse, pero allí tan solo estaban los pilares y los Cristales, además de que la sala estaba toda iluminada. –¡¿Qué hago ahora?! ¡Seguro que son Orcos que entraron a la torre o Galadriel! –Exclamó el Hobbit.
–¡Coge los Cristales y vete!
–¿Cómo se supone que los voy a coger si están protegidos? Quizás haya algún acertijo más que deba resolver.
–Tengo entendido que debes elogiar a los Cristales para poder romper su magia, inténtalo.
–De acuerdo, probaré en el lenguaje normal: gloriosos, bellos, eh, ¿los más brillantes?
–Prueba a decirlo en élfico.
–Vale, espera un momento… ¡Ya lo tengo!: alcarinqua, ancalima, eh, ¿vanima? –Otra vez, la suerte estuvo del lado de Bilbo, los pilares se derrumbaron y los Cristales cayeron. –Si hubiera sabido que la fuente de poder eran los pilares los había derrumbado yo mismo. –Bromeó el Hobbit, que cogió los Cristales y metió cada uno en un bolsillo. Salió de las salas hacia los pasillos de la torre. Volvió a la habitación en la que tenía la mochila, la cogió y metió los Cristales dentro. Salió afuera, con Gandalf y los Enanos que habían terminado con todos los Orcos. –¡Bilbo! ¡Estás vivo! –Exclamaron todos a la vez y corrieron para abrazar al Hobbit. –¡Pensamos que no volveríamos a verte! –Le dijo Bofur.
–Tranquilos, estoy bien, y todo gracias a Galadriel. –Dijo Bilbo, sorprendido por ese recibimiento. Entonces, Galadriel salió al lugar donde se encontraban todos y se dirigió al Hobbit. –Bilbo Bolsón, creo que me tiene que contar algo, ¿verdad?
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Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 6: Partiendo desde Isengard
Estaban todos a las puertas de la torre, confusos. También salió Saruman. –¿A qué se refiere, mi señora? Quizás tenga algo que ver con los Cristales que acaban de desaparecer. –Dijo el mago blanco, quién también sospechó del Hobbit.–¿Quién? ¿Yo? ¿Robar los Cristales? ¡Ni en sueños! Además, no sabía que hubiera Cristales en la torre.
–Entonces, ¿por qué saliste corriendo e intentaste engañarme? –Dijo Galadriel. Bilbo empezó a temer que lo descubrieran.
–Pues, no lo recuerdo exactamente, creo que todavía soñaba. Era perseguido por algo… quizás un dragón, no, no era un dragón, era otra criatura. Un jinete montado sobre una especie de ser oscuro. Aquel ser chillaba de una manera insoportable. Me encontraba en un gran palacio y salí a sus jardines desolados. Aquel jinete quería algo, aunque no sabría decir el qué. –Inventó Bilbo, aunque tuvo un sueño algo parecido cuando se desmayó.
–¿Puedes contar más? –Preguntó Gandalf.
–Hm, creo que sí. Todavía recuerdo algo más. Aparecí entonces en una gran torre, no esta, si no otra. Una torre oscura infestada de Orcos, entonces lo vi, no sé decir qué era, pero lo vi. Yo estaba envuelto en llamas y no sé decir qué era con claridad. Vi una especie de armadura y también un ser que la portaba…
–Creo que eso es más que suficiente. Gandalf, Galadriel, nos reuniremos después de la cena. –Dijo Saruman. Así pues, se dividieron en grupos para ir a diversas habitaciones a cenar, pues todos no cabían en una misma habitación. Los magos y Galadriel se sentaron en una habitación y Bilbo y los Enanos en otra. Estos últimos comieron, bebieron, cantaron y rieron durante toda la cena. –Entonces, Bilbo, ¿por qué caíste en ese preciso momento? –Le preguntó Nori al Hobbit.
–No sabría decirte. Estaba explorando la torre cuando empecé a marearme y una voz resonó en mi cabeza, decía algo parecido a: “No podrás escapar durante mucho tiempo, te encontraré, saqueador iluso” No me preguntéis que quería decir, yo tampoco lo entendí. Luego, sentí algo extraño, como si alguien me clavara una espada en el corazón. Empecé a ver todo borroso y también le vi por un momento… –Respondió Bilbo, claro que algunas de estas cosas eran mentira.
–¿A quién vio, si se puede saber? –Preguntó Ori esta vez.
–Lo único que pude distinguir en ese momento era que tenía el tamaño de un Enano. Entonces, cuando caí al suelo, él me cogió, o al menos a mi espíritu. Y lo vi, no daba crédito a lo que veía, era… Thorin.
–¡¿THORIN?! ¡¿Hablas en serio?! –Exclamaron todos los Enanos a la vez, sorprendidos.
–Sí, lo pude ver, y me llevó a la Montaña Solitaria, luego a su trono. Me dijo que debíamos salvar la Tierra Media por él y todos los caídos. También dijo que nos acompañaría siempre, aunque no lo pudiéramos ver. –Bilbo no dijo nada de que debía emprender su camino solo para no alertar a los Enanos.
–¿Quieres decir que Thorin está aquí? ¿Con nosotros? –Preguntó Dwalin.
–Sí, creo que sí. Quizás esté escuchando nuestra conversación. –Le respondió Bilbo, que, por alguna razón, era como si viese a Thorin justo a su lado.
–¿Y Fili y Kili? ¿También están? ¡Ojalá pudiéramos hablar con ellos! –Dijo Balin.
–¿Fili y Kili decís? Hm, creo que sí, quizás. ¡Oh, esperad! ¡Thorin se encuentra a mi lado, lo puedo ver! –Exclamó Bilbo.
–¿Puedes ver a Thorin? Yo no lo veo. –Dijo Bombur mientras seguía comiendo.
–Creo que tan solo lo puedo ver yo, Bombur. A lo mejor desde que me desmayé cuando llegamos a la torre lo puedo ver. Creo que puedo hablar con él, y no me tomen por loco. A ver, Thorin, si nos puedes escuchar, ¿podrías decirles algo a los Enanos? –Dijo el Hobbit, que parecía algo loco, aunque sí es cierto que veía a Thorin, o al menos a su espíritu.
–¿Qué quiere que le diga, señor Bolsón? Por estos lares nada interesante ocurre. –Dijo la voz de Thorin, que esta vez escucharon todos.
–¡Thorin! ¡Eres tú de verdad! –Exclamaron los Enanos, sorprendidos a la vez que maravillados.
–Así es, mis queridos Enanos, siempre estuve con voso… –Antes de terminar la frase, alguien interrumpió a Thorin, bueno, más bien dos Enanos. Bilbo pudo ver con claridad que se trataban de, ¡Fili y Kili!
–¡Eh, Thorin! ¡No te olvides de nosotros! –Dijo Kili a Thorin, y esto también lo pudieron escuchar los Enanos.
–¡Siempre nos dejas solos cuando vienes aquí, nosotros también queremos hablar con Bilbo y los demás! –Exclamó ahora Fili.
–¡Fili! ¡Kili! ¡Esto es un milagro! ¿Cómo puede ser esto posible? –Exclamó Bofur sorprendido, pues los demás Enanos se quedaron sin habla y Bofur fue el único que habló.
–A decir verdad, yo tampoco lo entiendo, pues antes de este otro viaje, no podía aparecer ante vosotros. –Dijo Thorin.
–Puede que tenga que ver con los Cristales. –Pensó Fili.
–Pero, ¿cómo es que sólo Bilbo puede ver vuestros espíritus? –Preguntó Oin, curioso.
–Ahora que pienso… ¿Bilbo no tocó uno de esos Cristales? ¡Puede que sea por eso! –Dijo Kili, quien creía que esa podría ser la razón.
–Esperad, dejad que hable. –Dijo el Hobbit, pidiendo el turno para hablar. –No creo que pueda ser eso, –prosiguió– Saruman y Gandalf también tocaron los Cristales y no los vieron, y no creo que la razón sea que soy un Hobbit. Tal vez sea por otra razón…
–“Podría ser aquel Anillo Único que mencionaron…” –Dijo Thorin a Bilbo, que le habló mediante pensamientos.
–“No creo, mas temo que éste objeto oculta otra cosa que no tiene nada que ver con nuestra misión.” –Respondió el Hobbit.
–Entonces, ¿qué podría ser? ¿Algo más le ocurrió al Hobbit para poder vernos? –Preguntó Fili.
–Pues esta vez he tenido unos pocos accidentes. Cuando me dirigía hacia Rivendel con Gandalf nos persiguieron huargos, y estos parecía que buscaban algo. Luego en las Montañas Nubladas, cuando salí muy herido y luego Läfnir lanzó aquel cristal hacia mi herida… ¡Esperad! ¡Creo que ya lo tengo! –Dijo Bilbo, que creía tener ya la respuesta.
–¿Qué le ocurre, Bilbo? ¿Por qué ese salto repentino? –Preguntó Gloin, que no estaba seguro de lo que quería decir el Hobbit.
–Tal vez, sea por eso. Robé un Cristal Mágico de las manos de Läfnir y al ir a robárselo, sentí un aura oscura que provenía de él. Quizá tenga algo que ver con mis desmayos. –Respondió el Hobbit.
–¡Un instante! –Dijo Balin reclamando el turno de palabra. –¿Qué me dices de aquel cristal tan extraño que te lanzó Läfnir? Puede que esa magia negra te afectase.
–¡Es cierto! ¡Cómo no se me podría haber ocurrido antes! A partir de ese instante comencé a soñar con Thorin y a escuchar su voz. Puede que ese extraño poder tuviera la capacidad de hablar con aquellos que ya no viven y aquellos a los que eche de menos. –Dijo Bilbo, aunque en ese preciso momento, Gandalf entró a la habitación en la que ellos se encontraban. –¡Siento interrumpir! Pero ya es tarde y deberían irse ya a la cama, pues todavía nos queda camino por recorrer y mañana saldremos temprano. Dejad que os guíe a las habitaciones. –Les informó el mago. Éste les guió hacia una abertura secreta que Saruman le había mostrado, donde había muchas camas, aunque Gandalf no entendía por qué Saruman tenía tantas, pues sólo vivía él en la torre.
–“¡Espera, Bilbo!” –Resonó la voz de Thorin en la cabeza del Hobbit.
–“¿Qué quiere ahora, Thorin?” –Respondió éste.
–“¿Cuándo partirás? Deberás hacerlo pronto, sin que nadie sepa de tu partida, claro está.”
–“Tranquilo, ya sabes lo que tardáis los Enanos en dormir, sin ofender. Además, los Hobbits podemos pasar desapercibidos y Galadriel, Gandalf y Saruman estarán reunidos, según dijeron.”
–“Recuerda, cuando vayas a salir, no pienses en nada, ya sabes que Galadriel puede ver lo que piensas.” –Le advirtió Thorin.
–“Tendré cuidado, no te preocupes, sé a lo que me enfrento.” –Entonces, Bilbo entró en la habitación y se tumbó en la cama. Esperó a que todos comenzasen a roncar, y a veces entraba alguno de los que quedaba despierto para asegurarse de que todos estuviesen dormidos y no hubiera ninguno que les espiase.
Mientras, los magos y la Elfa estaban reunidos de nuevo en la sala en la que estuvieron antes.
–El Enemigo se hace cada vez más fuerte –comenzó Saruman– mas no sabemos cómo detenerlo.
–El Anillo Único debe de estar en alguna parte de la Tierra Media, oculto de nuestros ojos, podría encontrarse justo aquí, en este preciso momento. –Dijo Gandalf.
–Todavía no ha recobrado toda su fuerza. –Siguió Galadriel– Puede que ese tal Läfnir sea uno de sus siervos y le haya encomendado la misión de reunir esos Cristales que él mismo produjo para volver a tener poder.
–Disculpe, mi señora, –dijo Gandalf– pero, ¿cómo destruiremos los Cristales?
–Siento decirle que todavía no conocemos los medios para ello, Mithrandir. Pero encontramos unos textos antiguos cerca de aquí que podrían darnos pistas. ¿Podría traerlos, Saruman?
–Como usted ordene, mi señora. –Respondió Saruman, quien salió un instante de la habitación y volvió con unos pergaminos con pinta de ser muy antiguos.
–¿Puedo leerlo? –Preguntó el mago gris.
–Por supuesto, quizás su presencia aquí podría aclararnos algunas dudas. –Respondió Galadriel.
Aquellos pergaminos estaban escritos con runas élficas, probablemente en Quenya, aunque tenían alguna que otra modificación. Esto es lo que decían:
“…La sombra se alzará de nuevo en el Este cuando ninguno de nosotros vigile. Sembrará el peligro y el temor en la Tierra Media. El Gran Eru lo anunció a todos los Valar hace poco. ¿Cómo podríamos evitar que toda la maldad de los antiguos Enemigos renazca? Yo la respuesta a esta pregunta no la conozco, y tampoco los demás Valar. Sólo Eru la conoce y no la revelará. El Mal de este tiempo ha desaparecido, pero renacerá, todos lo sabemos. Mas no estaremos allí para poder ayudar a la gente en los próximos días muy alejados de los nuestros. Puede que todavía algunos de los Primeros Nacidos queden, Eldar, Calaquendi y algunos otros. El peligro que se avecinará en esos días sólo podrá ser destruido con magia, pero no magia como algunos piensan, si no con el poder que dormita en cada ser de este mundo. Aquellos que ansían ese poder por encima de todo no harán más que empeorar la situación. Solamente alguien que no sepa que existe esa clase de poder podrá destruir ese Mal…
Manwë…”
Las demás partes del texto eran ilegibles, pues las runas escritas con tinta a partir de “podrá destruir ese Mal…” estaban borrosas y no se podían leer con claridad.
–¿Entiende lo que quiere decir? –Preguntó Saruman a Gandalf.
–No sabría decirlo, pues si nuestra magia no puede destruirlos, ¿qué poder lo hará? –Respondió éste.
–Será mejor que nos vayamos ya, la noche está muy avanzada. –Dijo Galadriel.
–Es cierto, mi señora. –Dijo Gandalf– Vamos, Saruman. –Y la Elfa volvió a los bosques de Lórien mientras que los dos magos fueron a sus respectivas habitaciones.
Bilbo advirtió que ya no se oían voces, solo los ronquidos de los Enanos que dormían plácidamente. Entonces, salió de la cama sigilosamente y cogió su equipaje sin hacer ruido alguno. Salió de la sala hacia el pequeño pasillo que conducía a las puertas de la torre de Orthanc (el nombre de la torre), que estaban cerradas. –“Agh, ahora qué hago, el ruido que hacen estas puertas es lo suficientemente fuerte para despertar a un mago.” –Pensó el Hobbit, fastidiado.
–“Tú puedes abrirlas silenciosamente gracias a tu habilidad y sigilo, recuerda que eres un Hobbit” –Dijo Thorin, que apareció de nuevo delante de él.
–“Por intentarlo no pasa nada, espero…” –Le respondió Bilbo mentalmente. Empujó lenta y suavemente una de las puertas con el mayor cuidado que pudo. Para su suerte, tan sólo se escuchó un crujido minúsculo. Abrió la puerta y dejó un hueco por el que un Hobbit podía pasar fácilmente, y Thorin le siguió. Levantó la cabeza y observó la noche estrellada de aquel día. La luna relucía como la plata y se podía ver todo claramente. Había una brisa agradable y las hojas de los árboles y la hierba se agitaban suavemente. Aquella noche le pareció a Bilbo maravillosa para su partida, entonces se giró hacia el espíritu de Thorin. –Hace una noche perfecta para un viaje, ¿no crees? Ah, ojalá pudiera disfrutar de noches así en días próximos de mi aventura. –Le dijo el Hobbit, quien se alegraba de respirar el aire fresco después de haber sufrido tantos desmayos y haber estado al borde la muerte.
–Sí, tienes razón. Hace una noche muy apacible, apropiada para olvidar los tiempos oscuros que se avecinan. –Le respondió el Enano. Los dos siguieron caminando y contemplando el paisaje nocturno. Pasaron el círculo de piedras y observaron cómo Orthanc se iba alejando de su vista poco a poco. Iban hacia el sur hasta que se alejaron lo suficiente de las montañas que les cortaban el paso y giraron hacia el este. A medida que avanzaban iban desapareciendo las rocas y la hierba amarillenta y seca y esta cambiaba a un color verde, indicando que se estaban acercando a un bosque. –Creo que deberíamos ir ya hacia el norte. –Dijo Bilbo.
–No sé si es buena idea, pues más al norte de nuestra posición se extiende el bosque de Fangorn, un bosque algo sombrío en el que dormitan criaturas extrañas. ¿Ves aquellos pequeños árboles oscuros? Ese es el bosque. Además, se dice que los árboles de allí hablan y se mueven. –Dijo Thorin, aconsejándole al Hobbit.
–¿Árboles vivientes? Creo haber oído algo así en otra parte. ¡Ah, claro! La gente de La Comarca dice que en el Bosque Viejo a veces se escuchan voces extrañas y hay gente que afirma haber visto a un árbol mover una rama bruscamente, según ellos no había viento. También hay algunos valientes Hobbits que se han adentrado en él y no han vuelto, y los que lo han hecho volvieron aterrorizados. –Dijo Bilbo, ahora algo asustado por la idea de adentrarse en Fangorn y no poder volver.
–Continuemos algo más hacia el este pues. La oscuridad de la noche se va aclarando, está empezando a amanecer, y la luz indica que vamos por el camino correcto. –Afirmó Thorin.
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Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 7: El Mal se empieza a revelar
La noche empezó a aclarecerse y los primeros rayos de Sol iluminaron a Bilbo y a Thorin. –Ya empieza a amanecer, –Suspiró Bilbo– hacía tiempo que no veía comenzar un día de esta forma, quiero decir, en un lugar distinto de Bolsón Cerrado.–Seguro que veremos más amaneceres como éste, aunque seamos perseguidos por Läfnir y sus siervos. –Dijo Thorin, que esbozaba una pequeña sonrisa.
–Tienes razón, pero por ahora debemos ir hacia el noreste, creo que ya nos hemos alejado suficiente de Fangorn para poder continuar hacia el norte. –Dijo Bilbo.
La mañana comenzaba clara y el Sol se alzaba lentamente iluminando la Tierra Media. Los rayos de Sol cayeron en Orthanc. –¡Venga Enanos y Hobbit, despertad! Nos espera un largo camino por recorrer todavía. –Dijo Gandalf mientras entraba a la habitación donde dormían Bilbo y los Enanos. –Venga, Gandalf, déjanos dormir un poco más… –Bostezó Bofur.
–Sí, apenas ha amanecido… –Dijo Glóin. Entonces, Gandalf observó que Bilbo no se había movido ni un instante de su cama. –¿Bilbo…? –Dijo el mago mientras iba a la cama del Hobbit y quitaba la manta que la cubría. Descubrió que Bilbo no estaba, si no que sólo había almohadas en la cama. –¡Bilbo! ¡El Hobbit ha desaparecido! –Exclamó Gandalf, sobresaltado. Al oír esto, los Enanos se levantaron de un salto de sus camas. –¡¿Desaparecido?! –Exclamaron todos a la vez.
–¿Qué es este revuelo, Gandalf? –Dijo Saruman, quien entró también al dormitorio.
–El Hobbit no está aquí… ha desaparecido… –Respondió Gandalf, algo sorprendido.
–¿Desparecido? ¡Eso es absurdo! Las puertas estaban bien cerradas y si alguien hubiera logrado abrirlas se habría oído el crujido de éstas. –Rió Saruman.
–Recordemos que es un Hobbit, y éstos son muy sigilosos, aunque tampoco hemos de olvidar que es un saqueador. –Afirmó Balin.
Pero, ¿por qué iba a abandonarnos? –Preguntó Óin.
–No lo sé, aunque sería por una buena razón. Quizás se marchó para no ponernos en peligro o… –Dijo Gandalf, pero un Enano le interrumpió.
–…o podría haberse marchado con el espíritu de Thorin en la búsqueda de los Cristales, pues ayer se mostró algo raro en la cena. –Dijo Dwalin.
–¿El espíritu de Thorin? ¿A qué te refieres? –Preguntó el mago gris, interesado por lo que ocurrió la noche anterior. Los Enanos le contaron lo que ocurrió muy detalladamente, sin saltarse una palabra o un gesto. –¿Conocéis alguno el por qué Bilbo puede ver el espíritu del Enano? –Preguntó Saruman, asombrado por lo que había escuchado decir a los Enanos.
–Creemos que pudo ser por aquel cristal extraño que Läfnir le lanzó. –Dijo Nori.
–Saruman, ¿usted puede hacer algo para comunicarse con aquellos que ya no habitan este mundo? –Preguntó Gandalf, curioso.
–Podría hacer algo, aunque no es muy posible que funcione. –Respondió Saruman.
–¿Pues a qué está esperando? ¡Inténtelo al menos! –Dijo Dori, algo nervioso. Entonces, Saruman cerró los ojos y dijo lo que parecían conjuros y magia. La sala se llenó de un ambiente siniestro y oscuro y los Enanos se estremecieron. La voz de Saruman sonaba grave y siniestra también. Todos estaban en silencio mientras observaban con miedo como la sala se iba oscureciendo y la luz desaparecía con cada palabra que el mago blanco pronunciaba.
Mientras tanto, en las tierras de Rohan, Bilbo y Thorin seguían caminando y observando los paisajes. El Hobbit jamás olvidaría aquello, un bello amanecer y un amplio horizonte se extendían ante él. Pero entonces, Thorin paró, como si hubiera escuchado algo. Bilbo también se detuvo y volvió con el Enano, que parecía preocupado. –¿Thorin? ¿Ocurre algo? –Preguntó el Hobbit, curioso.
–¿No lo oyes? –Dijo el Enano, que permanecía en el sitio observando atentamente a su alrededor.
–¿Oír el qué? Si te refieres al suave viento y a algún pájaro trinar, sí los oigo.
–No, eso no, un sonido siniestro… Me atrevería a decir que viene de la torre de Orthanc, de Isengard… –Le respondió Thorin. Lo que oía eran los conjuros de Saruman que se metían en su cabeza.
–Llevamos tiempo andando, ¿por qué no paramos en esa roca de allí? Quizá todo este rato sin descansar te esté afectando… –Dijo Bilbo mientras se giraba y señalaba a una gran roca próxima a ellos.
–Sé lo que digo, no creo que sea por estar tiempo sin descansar, aunque no me vendría mal desayunar, la verdad. –Dijo el Enano, que rió al decir lo último. Bilbo también soltó una pequeña carcajada y se dirigieron a aquella roca. Al poder sentarse, Thorin escuchó atentamente las voces de su cabeza.
“En la mente de Thorin…
–Qué está intentando decirme el mago blanco… Creo que por fin puedo distinguir algo… –Se dijo Thorin.
–Vaya, pero si es Thorin Escudo de Roble, o mejor dicho, su espíritu… –Le dijo Saruman con voz algo tenebrosa.
–¿Qué quieres de mí, mago oscuro? –Preguntó Thorin, siempre con su gran seguridad y algo de arrogancia.
–Para tu información, soy el mago blanco, tú mismo lo dijiste, no sé qué verás de mí en oscuro… –Respondió Saruman, algo molesto por el comentario del Enano.
–Sé tus planes, Saruman, no te descubrirás todavía, pero les traicionarás a todos, y el ser la mano derecha del Señor Oscuro te llevará a la muerte… –Dijo Thorin, quien siempre sospechó del mago blanco.
–¿Señor Oscuro? ¿Cómo sabes tú de su existencia…? Quiero decir, el Señor Oscuro desapareció de la Tierra Media desde hace tiempo… –Replicó Saruman, temiendo que el Enano hubiera escuchado todo lo de las reuniones del Concilio.
–No es así, Saruman, y tú lo sabes. Sabes que volverá, crees que su poder es mayor que el nuestro y nos traicionarás… Intentarás aniquilar a todos los pueblos libres de la Tierra Media. Sé más de lo que tú te piensas, y todo te saldrá mal, al final morirás, lo sé. –Dijo Thorin, que preocupaba cada vez más a Saruman.
–¡Cómo puede el espíritu de un Enano afirmar el futuro! ¡Estás muerto, no harás nada en esta misión! ¡Jamás fuiste y nunca serás el Rey Bajo la Montaña! –Gritó el mago, cada vez con un tono más grave y oscuro.
–Oh, sí que puedo, tú lo sabes. En realidad tú no te mereces el puesto del mago blanco, alguien te suplantará en los próximos años. Y si afirmas que no soy el Rey Bajo la Montaña, ¿qué quieres de mí? Según tú dices, estoy muerto, ¿de qué te serviría un espíritu? Además, yo estoy aquí para acompañar a Bilbo en esta misión, puedo luchar de cualquier manera, por lo que será mejor que no me subestimes.
–¡Estos malditos Enanos testarudos e insensatos! ¡No debiste haber regresado aquí!
–Será mejor que dejes de hablar, Saruman, pues los espíritus de Fili y Kili están ahora mismo en Orthanc y si les doy la orden, dirán todo lo que piensas, los demás Enanos les creerán puesto que anoche estuvimos los tres hablando con ellos, ya no puedes hacer nada, Saruman el mago oscuro…
–¡Será mejor que cierres esa bocaza de Enano tuya! ¡No temo a un Rey MUERTO Bajo la Montaña!
–Bien, se acabó la conversación. –Dijo Thorin, quien sabía perfectamente qué hacer.”En la torre de Orthanc, Saruman dejó de pronunciar palabras extrañas y algunas sombrías, por lo que la sala volvió a tener luz y aquella presencia oscura que parecía provenir del mago blanco desapareció. Los Enanos suspiraron, aliviados al volver a ver luz, al igual que Gandalf, que se asustó por la apariencia y los conjuros de Saruman.
–Y bien, ¿conseguiste algo? –Preguntó Gandalf al recobrar el aliento.
–Maldito Enano, no me extraña que muriera… –Susurró Saruman, enfadado con las palabras de Thorin.
–¿Qué dice, Saruman? –Volvió a preguntar el mago gris, que empezó a sospechar por la conducta del mago blanco.
–Nada, nada importante. Tan sólo pude averiguar unas pocas cosas… –Respondió Saruman, con aire algo sombrío, mas una voz que venía de detrás de él le interrumpió.
–Recuerda lo que te dijo Thorin, si tú no cuentas la verdad, lo haremos nosotros. –Dijo aquella voz.
–Y los demás Enanos no estarán muy contentos contigo al dirigirle esas palabras a Thorin, todos sabrán la verdad, tarde o temprano. –Dijo otra voz que acompañaba a la anterior.
–Te corresponde a ti elegir el camino que creas correcto… –Dijeron esta vez las dos voces a la vez.
–¿Esas voces…? ¡Son Kili y Fili! ¡Han vuelto! –Exclamó Nori.
–¿Qué querían decir con que sabremos la verdad, Saruman? –Preguntó Glóin, desconfiado.
–Eso digo yo… ¿qué le dijiste a Thorin? –Dijo Dwalin esta vez, quien parecía también molesto.
–¡Nada! ¡No quieren decir nada! ¡Debieron de haberse confundido! –Gritó Saruman, cada vez más preocupado por que los Enanos descubrieran lo que le había dicho a Thorin.
–Saruman, Thorin te dijo que nos ordenaría decir la verdad, y lo haremos. –Le advirtió Kili.
–Ya te lo dijimos, escoge un camino: contamos la verdad nosotros o lo harás tú, elige. –Le dijo Fili, algo mosqueado por el comportamiento del mago.
–Saruman, ¿hay algo que no nos hayas contado? ¿Qué le dijiste a Thorin? –Preguntó Gandalf, intentando parecer educado y amable para que el mago blanco les concediera una respuesta.
–De acuerdo, lo tendré que contar yo, malditos Enanos, cuánto los odio… –Dijo Saruman, susurrando las últimas palabras. Les contó toda la conversación con Thorin, algo que enfadó a los Enanos al escuchar todas las palabras inadecuadas que el mago blanco le dirigía al espíritu del Enano.
–¡Y así que eres un mago, después de todo! –Refunfuñó Bofur.
–¡Un mago no insulta a un antiguo Rey, aunque no habite ya aquí! –Dijo Balin.
–¡Vayamos en la búsqueda de Bilbo y Thorin, alejémonos de este ser lo antes posible! –Ordenó Kili.
–¡De aquí no se marcha ningún Enano! –Exclamó Saruman, muy enfadado. Entonces, el mago blanco hizo que no entrara luz alguna en la torre de Orthanc, mientras parecía que él también cambiaba algo de aspecto.
–¡Saruman! ¡No eres el mago que yo conocía! –Exclamó Gandalf mientras observaba a Saruman aterrorizado.
–¡Rápido, vayámonos señor Gandalf! ¡Esto se está poniendo muy feo! –Dijo Dori mientras empezaba a correr junto con sus compañeros Enanos.
–¡Ya os lo dije! ¡NADIE PUEDE ESCAPAR DE ORTHANC! –Gritó Saruman con voz muy amenazadora mientras todas las puertas que llevaban al exterior de la torre se cerraban.
Mientras tanto, Bilbo y Thorin terminaron de desayunar. Thorin le contó a Bilbo todo lo que había pasado con Saruman. –¡Jamás pensé que un mago tan poderoso pudiera llegar a comportarse de esa manera! –Exclamó el Hobbit cuando Thorin terminó mientras cogía una pipa de tabaco que tenía guardada.
–Yo tampoco lo pensé, mas ahora creo que algo peor pasa… Fili y Kili intentan hablarme, pero no pueden, una oscura magia los bloquea. –Dijo el Enano, que sospechaba que Saruman se traía algo entre manos.
–Espera, ¿ves algo extrañó por allí? –Dijo Bilbo, mientras señalaba al suroeste, por donde habían dejado atrás Orthanc. Empezaron a aparecer nubes de tormenta allí y parecía incluso que el día se oscurecido, y hacía apenas unas horas que amaneció.
–Oh, no. –Suspiró Thorin mientras se levantaba y observaba aquel punto lejano. Entonces, empezó a caminar por donde habían venido, y empezó a correr ligeramente.
–¿Dónde vas Thorin? –Preguntó Bilbo mientras recogía su mochila y caminaba hacia el Enano.
–¡Es Saruman! ¡Está loco! –Dijo Thorin girando la cabeza hacia el Hobbit.
–¡Eh! ¡Al menos espérame! –Gritó Bilbo, mientras corría para alcanzar a Thorin. Llevaban ya un rato corriendo, y ya parecía que les quedaba poco para llegar a Orthanc. Se detuvieron un momento y observaron como las nubes negras de tormenta oscurecían el cielo a medida que se acercaban a la torre. –Por el amor de Eru… Pero, ¿los magos no se dedicaban a proteger la Tierra Media, y no a destruirla? –Dijo Bilbo, asombrado por lo que veían sus ojos.
–Eso se suponía, pero ahora parece que hay un mago loco suelto y nosotros hemos de ocuparnos de él, ¿estás listo? –Dijo Thorin mientras se preparaba de nuevo para correr.
–Por supuesto, ¡tenemos que salvar a los Enanos y a Gandalf! ¡Sus vidas quizá dependan de nosotros! Aunque enfrentarse al mago más poderoso de la orden no será fácil… ¡Pero hemos de intentarlo, por lo menos! –Dijo el Hobbit, totalmente animado a salvar a sus amigos.
En Orthanc, Gandalf ordenó a los Enanos que escaparan a toda costa. Saruman les perseguía, y aquel aura tan oscura que desprendía le hacía incluso volar. Intentaba matar a los Enanos, y nadie sabe de este cambio de comportamiento en un mago como él. Corrían por toda la torre, mas nada les podía salvar. Gandalf no se podía explicar como un mago tan noble como él podía estar ahora persiguiéndoles para intentar matarlos. –¡Es inútil, Gandalf, jamás escaparemos de él! –Dijo Balin.
–¡Ya sé que es inútil, pero estoy buscando un escondite para refugiarnos de él por un instante! –Respondió Gandalf. Ahora Saruman intentaba atraparlos con sus hechizos misteriosos que producían barreras, pero el Enanos Ori encontró algo. –¡Gandalf! ¡Vayamos por aquí! –Le dijo al mago gris.
–¡Allí hay una barrera, es imposible que podamos escapar! –Dijo Gandalf.
–¡Mire! ¡Debajo de esa pared hay un hueco! ¡Es lo suficientemente grande para que podamos pasar todos!
–¡De acuerdo, no desconfiaré de tu palabra, joven Enano! –Gandalf decidió confiar en Ori. La verdad es que sí que había un hueco debajo de la barrera. Saruman iba muy por detrás, por lo que sospecharon que no les podría ver. Todos suspiraron y usaron las pocas fuerzas que les quedaban para un último intento de escapar. El primero era Bifur, quien gritó la palabra enana “Khâzad” como grito de guerra. Se tiró al suelo resbaladizo y pasó por debajo de la barrera de acero. Le seguían Bofur y Bombur. Bofur pasó sin problemas también deslizándose, mas Bombur lo tenía algo más complicado por su tamaño, por lo que se quedó atascado. Le seguía Dwalin, que era lo suficientemente fuerte como para darle un empujón a Bombur y sacarlo del hueco. Luego venían Nori, Dori y Ori, que tampoco tuvieron muchos problemas, y lo mismo pasó con Oin, Gloin y Balin. Gandalf era el último, y se tiró también al suelo de un salto para coger impulso y poder pasar. Y no nos podemos olvidar de los espíritus de Fili y Kili, quienes tambien tuvieron que deslizarse por debajo aunque fueran espíritus. Todos pasaron con éxito, pero seguían sin poder salir de la prisión en la que Saruman los había metido.
Mientras, Bilbo y Thorin ya llegaron a las puertas de Orthanc. La torre ahora estaba rodeada de un aura oscura. Probaron empujando la puerta, aunque no se podía tocar la torre, era como si algo la protegiera. –Es inútil, tan lejos hemos ido y vuelto, pero no servirá de nada. Y no creo que haya ningún hueco para poder entrar… – Dijo Bilbo mientras jadeaba.
–Espera, ¿puedes repetir eso último que has dicho? –Preguntó Thorin, que probablemente tenía un plan.
–¿No creo que haya ningún hueco para entrar? –Repitió Bilbo
–¡Exacto, eso es! –Exclamó Thorin, que encontró la solución.
–¿Qué quieres decir? ¿Tienes un plan?
–Por favor, dime que llevas algo encima para cavar un agujero.
–¿Te serviría un martillo que me prestó Bofur?
–Podría servir, espero que no te canses muy pronto… –Respondió Thorin, que reía muy bajo.
–E-Espera un momento –Tartamudeó Bilbo– ¿insinúas que podríamos entrar si cavamos, o mejor dicho, cavo un hoyo?
–Exactamente, ya sabrás que como yo soy un espíritu no puedo influir en el mundo de los vivos. –Dijo Thorin, mayormente para librarse de la tarea de cavar.
–Ah, siempre me toca a mí… –Suspiró Bilbo. El hobbit buscó en la mochila aquel martillo. Lo sacó y era algo grande y un poco pesado para un hobbit. Se nota que era un martillo enano. Tenía runas grabadas y era negro como el carbón, con unos picos afilados en la parte delantera y un gran pico que parecía una garra en la trasera. El mango estaba hecho de acero un poco deteriorado por el uso, aparte de alguna que otra franja marrón. Bilbo se agachó y buscó un rincón en la torre lo suficientemente blando para poder cavar. Había un lugar embarrado en el que la sombra de Orthanc se posaba en la gran mayoría del día, quizá alguna gran lluvia había mojado tanto ese rincón y no se endureció la tierra al no darle el sol lo suficiente. Bilbo empezó a dar golpes con el martillo en la superficie mojada, que de cuando en cuando salpicaba hacia la ropa o a la cara del hobbit. Cuando comenzó daba fuertes golpes, pero muchas veces la fuerza de los hobbits se agota al estar golpeando algo fuertemente, y se agota todavía más si es un martillo de enano algo pesado. Al pasar por lo menos más de media hora, Bilbo estaba ya agotado de tanto clin-clon del martillo al golpear a veces la pared de la torre y también de los plof-plof que hacía cuando llegaba al barro bastante húmedo, aparte de que tenía ya las vestimentas algo sucias y la cara salpicada por unas pocas gotas del barro ligeramente húmedo. Ya faltaba poco para que hubiera pasado una hora desde que empezó a cavar cuando una gran grieta se abrió en el hoyo. Bilbo retrocedió, algo asustado, pues temía que aquella simple grieta hundiera la torre o a él. Aquella hendidura en la tierra comenzó a expandirse y a hacerse más profunda. Llegó hasta los pies de Thorin, que estaba un paso o dos más atrás que Bilbo. Entonces, un crujido y golpe seco se escucharon y la grieta comenzó a abrirse.
–Thorin, temo que este es el fin –dijo Bilbo–. Acabaré sepultado bajo la tierra y Gandalf y los demás enanos sometidos por un mago loco.
–No, mi querido hobbit, –dijo Thorin con una pequeña sonrisa de confianza en la cara– esto sólo acaba de empezar… –Al terminar de hablar, una gran parte del suelo que había a los pies de Bilbo y Thorin empezó a desmoronarse. Ya no tenían tiempo de escapar de aquel abismo que se abría ante ellos.
–¡¿Acaba de empezar?! –Exclamó Bilbo– ¡Por si no lo sabías, estamos a punto de caer en un pozo sin fondo del que no podremos escapar! –El hobbit estaba algo enojado con las palabras de Thorin. Pero toda la discusión terminó cuando el suelo de Orthanc empezó a temblar. Después de esto, el suelo que pisaban Bilbo y Thorin cayó, y ellos dos también. Bilbo soltó un grito de desesperación y agonía mientras que Thorin chilló, pero no muy fuerte, por la sorpresa de encontrarse cayendo en un abismo del que no sabía si había un fondo, pues antes ya había estado casi en la misma situación, luchando cara a cara contra el dragón Smaug en Erebor.
Gandalf guiaba a los enanos por Orthanc. Subieron muchas escaleras y también las bajaron para encontrar algún refugio. Ya estaban demasiado cansados y todavía temían al mago blanco. Después de tanto huir, llegaron a la planta más alta de la torre, quizá ya no podrían salir de allí. –Gandalf, por favor, dinos que tienes un plan para huir… –Murmuró Nori, desesperado.
–Creo que sí, aunque puede ser algo arriesgado o… mortal… –Dijo Gandalf, con tono grave.
–¡Ya da igual si es mortal o no! ¡Mas no quiero que un mago loco me haga pasar una muerte lenta y dolorosa! –Exclamó Dwalin, enfadado (como de costumbre). Llegaron a una pared en la que había una ventana redonda cuando un temblor más sacudió Orthanc. –¡Estamos perdidos! –Exclamó ahora Balin– Podemos escoger la manera de morir que más nos guste: que Saruman nos descuartice lentamente, saltar por la venta y acabar aplastado contra el suelo, o quizá mientras la torre se derrumbe y acabemos sepultados bajo la tierra.
–Esto no es un temblor normal… –Dijo Gandalf, que miró a la ventana y observó el lugar donde había cavado Bilbo. Allí el hobbit se había dejado la mochila y el martillo. –No puede ser que… –prosiguió e hizo una pequeña pausa– ¡Esperad, enanos! ¡No temáis! ¡Él nos sacará de aquí!
–¿A quién, si se puede saber, se refiere con él? –Preguntó Glóin.
–Todos sabéis perfectamente de quién hablo, ¿quién nos salvaría si no él? –Respondió Gandalf, riendo.
–¡No! ¡Él no vendrá esta vez! ¡Está muy lejos de aquí! –Exclamó Oin, quien dudaba de las palabras del mago.
–Yo no estaría tan seguro… –Susurró Gandalf. Entonces, Saruman los encontró y el estallido de un trueno resonó en toda la torre. –¡Mithrandir! ¡No puedo creer que hayas caído tan bajo! –Dijo el mago blanco cuando entró mientras se reía maléficamente. Ahora Saruman tenía un aspecto tenebroso. Sus vestiduras, pelo y barba eran ahora nagras como la noche y su vara de un color azul marino, que resplandecía con rayos de azul celeste y plata como las estrellas. Estaba rodeado por un aire oscuro y amenazante, que a su vez refulgía con tonos de oro. –¡No, Saruman! –Respondió Gandalf– ¡Eres tú quien ha caído bajo!
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Humor : Thorin, Fíli y Kili mueren... ;w;
Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 8: Atrapados en la torre
Bilbo y Thorin al fin tocaron fondo. La caída fue fuerte, por lo que estuvieron unos minutos inconscientes en el suelo húmedo. Bilbo fue el primero que recobró el conocimiento y abrió los ojos. Se levantó a duras penas y casi no podía mover el brazo derecho, donde tenía la herida mortal, pues había caído justamente encima de ese brazo, y lo sostenía con el brazo izquierdo. Miró alrededor, aún tenía la visión algo borrosa y se frotó los ojos con las manos. Al ver con claridad, observó que había cuatro antorchas que refulgían brillantes y con fuerza en tonos de oro y bronce. Más adelante se extendía un oscuro pasadizo que no sabía hacia donde llevaba. Se dirigió hacia la derecha y saltó y tomó una de las ardientes antorchas y se dirigió hacia Thorin. Se agachó y le iluminó la cara con la antorcha, tenía los ojos cerrados y respiraba fuerte, estaba tendido en el suelo con los brazos a la altura de la cara tendidos débilmente en el suelo. –¿Thorin? ¿Puedes oírme? –Llamó Bilbo, mientras intentaba darle la vuelta haciendo un gran esfuerzo– Si esto es una broma no tiene gracia, vamos, abre los ojos… –dijo cuando pudo verle la cara, tenía una pequeña herida cerca del ojo derecho– No me hagas esto, Thorin. Escúchame, por favor, tienes que despertar, por lo que más quieras… –decía mientras le cogía de los hombros y lo zarandeaba– ¡Vamos, no caigas en un sueño profundo otra vez! ¡No me dejes de nuevo! –Sollozó mientras comenzaba a llorar– Venga, recuerda que tenemos que salvar a Gandalf y a los enanos… No-no me dejes, por favor… –dijo mientras la voz le temblaba y lloraba– ¡No puedes hacerme esto! ¡Otra vez no! –decía, entonces pareció por un momento que Thorin empezaba a dejar de respirar y también a desaparecer– ¡No! ¡No, Thorin, no podemos rendirnos! No me dejes… no te vayas… sin ti no podré continuar… por favor… sólo te pido que… no estés muerto… –dijo Bilbo mientras cogía el cuerpo débil e inerte de Thorin y lo abrazaba.
Los ojos de Bilbo parecían ríos de lágrimas que se desbordaban más cada segundo que pasaba. Estaba muy triste, y nada podría parar esa tristeza tan inmensa que sentía ahora mismo.
–¿Por qué todo ahora se torna oscuro? –Se dijo a sí mismo– ¿Por qué la Tierra Media se oscurece por cada segundo que pasa? ¿Quién quiere que todo esto ocurra y quién lo maneja? Ahora no puedo continuar, en este mundo lleno de sombras… –Se lamentaba, todavía abrazaba a Thorin con fuerza y no había dejado de llorar. Con las palabras que antes dijo, pudo componer una pequeña canción:
Continuar ahora ya no puedo
Mientras la Sombra se siga extendiendo
Todos empiezan a caer ya
En este mundo lleno ahora de oscuridad
Ni huir ni luchar se puede
Tanto si eres fuerte como débil
Tanto si eres veloz o lento
Ya nadie puede escapar
De la Tierra Media en la que ahora se extiende la maldad
Esperanza a muchos les sobra
Mientras que a otros les falta
La valentía o la cobardía
Ya nada puede servir ahora
Para que el Mal y la Sombra
Este mundo dejen ya
Mientras la Sombra se siga extendiendo
Todos empiezan a caer ya
En este mundo lleno ahora de oscuridad
Ni huir ni luchar se puede
Tanto si eres fuerte como débil
Tanto si eres veloz o lento
Ya nadie puede escapar
De la Tierra Media en la que ahora se extiende la maldad
Esperanza a muchos les sobra
Mientras que a otros les falta
La valentía o la cobardía
Ya nada puede servir ahora
Para que el Mal y la Sombra
Este mundo dejen ya
Terminó la canción y dejó a Thorin en el suelo y él también se dejó caer a su lado. Estaba cansado de todo: del viaje, de llorar, de estar en regiones desconocidas… Por primera vez en esta misión, deseó estar de vuelta en Hobbiton, en Bolsón Cerrado, su hogar. Se veía sentado en el salón frente a la chimenea, esperando la llegada del invierno próximo y fumando una pipa. Cogió la mano derecha de Thorin, comprobó que todavía le latía el corazón y respiraba, entonces sonrió con una temblorosa sonrisa de alivio. Todavía lloraba, esta vez de alegría al saber que su amigo todavía seguía “vivo” (al menos no murió una segunda vez). Bilbo cerró los ojos y durmió, sin soltar la mano de Thorin.
En Orthanc, Gandalf todavía se enfrentaba al poder oscuro de Saruman. Los enanos estaban escondidos, aterrorizados. Saruman tenía una maléfica y grave risa, mientras que Gandalf mantenía un rostro serio y levantaba la vara, que relucía de un tono plateado y verdoso.
–¿A qué te refieres, mago gris? ¡Eres tú el que está a punto de morir, no yo! –Respondió Saruman a Gandalf.
–¡Saruman! ¡Nunca imaginé que harías semejante cosa por conseguir poder! –Replicó Gandalf que pudo fijarse en lo que hacía que Saruman se comportase así.
–Ahora las palabras ya no valen, Peregrino Gris. Tú decides: muere luchando o muere huyendo. –Amenazó Saruman.
–Acabemos con esto ya, señor Gandalf, –dijo Dori– tan sólo conseguiremos que nuestra muerte se retrase.
–Yo no estoy tan seguro, –respondió el mago– mas todavía necesitan algo más de tiempo para llegar hasta aquí…
–¡No vendrá, Gandalf! –Exclamó Dwalin– ¡El mediano no volverá esta vez, ya deben de estar al lado del bosque de Fangorn!
–No, está aquí… –Le respondió Gandalf– ¡Mirad por la ventana!
Los enanos le obedecieron y miraron hacia afuera. Observaron que el mago no mentía, pues allí seguían todavía la mochila y el martillo.
–¡Es el martillo que le regalé a Bilbo! –Exclamó Bofur– ¡Con él cavó el agujero que hay…! –Se detuvo, y los enanos cambiaron la expresión de felicidad a una de preocupación.
–No ha podido cavar tan hondo… –Dijo Balin– Quizás esos fueran los temblores anteriores, y puede que él y Thorin hayan caído…
–¡No desconfíes de Bilbo, Balin hijo de Fundin! –Exclamó Gandalf– ¡Está ahí debajo, vivo, junto con el espíritu de Thorin! Lo puedo sentir, y puede que tarde tiempo en llegar, por eso necesitamos distraer a Saruman al menos.
Mientras, Saruman los observaba y parecía estar pensando en algo. Gandalf y los enanos terminaron la discusión. El mago se volvió hacia Saruman, otra vez con tono serio. Pasaron por lo menos cuatro minutos sin que nadie dijera o hiciese nada hasta que Saruman habló.
–Y bien, ¿tienen ya listas sus últimas palabras? –Preguntó.
–Yo sí, pero no serán las últimas. –Respondió Gandalf.
Entonces, cogió la vara y dio un fuerte golpe con ella al suelo, haciendo que todo Isengard temblara. Esto hizo que Saruman enfureciera más y él también comenzó a pronunciar extraños conjuros con los que Isengard se oscureció de nuevo. Sostuvo su vara con las dos manos y apuntó hacia Gandalf, luego unos rayos centelleantes plateados salieron disparados en todas las direcciones. Los enanos se escondieron y Gandalf creó un escudo mágico que le protegió, mas él no era casi nada para el poder de Saruman.
Los estruendos de lo alto de Orthanc resonaron también el subsuelo y Bilbo despertó sobresaltado. Thorin estaba ahora sentado en el lugar donde comenzaba el pasadizo.
–¡Thorin! –Exclamó Bilbo feliz mientras se levantaba y corría hacia Thorin– ¡Estás bien! ¡Temí haberte perdido por segunda vez! –Al llegar hasta donde se sentaba el enano, le abrazó mientras unas pocas lágrimas salían de sus ojos de nuevo.
–No temas, Bilbo hijo de Bungo, jamás te abandonaré de nuevo. –Respondió Thorin, que sonreía y reía– Ahora temo que debemos entrar en la oscuridad que hay debajo de Orthanc para detener a un poderoso mago loco.
–¿A qué esperamos entonces? Cojamos una de las antorchas y sigamos adelante.
–Al fin volvió el Bilbo que yo conocía, –rió Thorin– un hobbit que arriesgaría su vida por aquella gente a la que quiere.
Bilbo también rió y cogió de nuevo la antorcha que había tomado antes. Fue el primero en adentrarse en el pasadizo y Thorin le siguió. Era llano y de cuando en cuando tenía extrañas runas grabadas. De cuando en cuando se podía oír el clop de alguna gota de agua caer, pues arriba estaba muy húmedo. A medida que avanzaban el camino se iba estrechando poco a poco. Después de un rato caminando, encontraron una pequeña dificultad: el camino se dividía en dos. El camino de la derecha subía y no era muy rocoso, además de que era algo más seco. El sendero de la izquierda bajaba y se podía ver una luz en lo más profundo, en las paredes había rocas que sobresalían como picos y olía como a heces de orco.
–Y bien, ¿qué camino tomaremos ahora? –Preguntó Bilbo.
–Creo que será mejor tomar el camino de la derecha, –respondió Thorin– pues no me gusta el hedor que viene de la izquierda y esa luz del final es un tanto extraña.
Doblaron entonces a la derecha. Thorin llevaba esta vez la antorcha y guiaba a Bilbo. Cada vez que avanzaban la pendiente que subían se iba terminando hasta allanarse del todo. Bilbo creía oír pasos que venían de detrás y de cuando en cuando volvía la cabeza. Cada vez se sentía más intranquilo, mas sus ojos penetrantes de hobbit no divisaban nada extraño en la oscuridad del túnel. Llevaban ya más de media hora caminando cuando escucharon un grito ahogado que venía de detrás que estaba cerca y a la vez lejos de su posición.
–Thorin, tú también lo oíste, ¿verdad? –Dijo Bilbo, algo asustado.
–Sí, y no creo que sea una buena señal… –Respondió Thorin mirando hacia atrás para intentar ver alguna pista. Entonces, Bilbo desenvainó a Dardo, pero brillaba blanca y fría y no azul.
–No son orcos ni trasgos, desde luego. –Afirmó el hobbit.
–Pero entonces, ¿qué es…? –Preguntó Thorin, desconfiado.
–No sé, y será mejor que apresuremos la marcha. –Dijo Bilbo, que temía de que los ruidos fueran de alguna criatura extraña e intentase matarlos.
Pasó un minuto y volvieron a escuchar aquel grito. Empezaron a correr, pero cuanto más corrían, más se volvían a escuchar los gritos. Corrían lo más rápido que podían, hasta que, al cabo de unos minutos, no se volvió a escuchar ningún otro sonido. Cada vez se adentraban más en la oscuridad y en las entrañas de la torre. No había nada extraño, excepto algunos rayos de luz que venían de arriba. Ya llevaban más de una hora caminando sin rumbo por aquel pasadizo, Thorin se preguntaba si de verdad había escogido el camino correcto. Cuando ya estaban dispuestos a abandonar y volver hacia atrás, observaron que el camino descendía y que abajo había más antorchas. Bajaron por la pequeña pendiente rocosa y miraron a su alrededor. Más adelante se podía ver una gran sala subterránea. Thorin dejó la antorcha en el suelo, pues de la sala que se extendía más adelante se podía ver luz. Caminaron con cuidado.
Llegaron a la sala y la observaron. Ante ellos se extendían muchas estanterías, todas ellas repletas de libros. También había armas y bastones de magos. La luz salía de una gran lámpara de grandes velas que colgaba del techo y que arrojaba una luz dorada sobre ellos. Bilbo estaba asombrado, pues no se esperaba que debajo de una gran torre se pudiera extender un espacio tan grande.
–¿Qué es este sitio? –Preguntó.
–Esto, pequeño hobbit, es la gran sala de Saruman. –Respondió Thorin– Aquí es donde guarda información de hechos pasados o que están ocurriendo. También aquí practica sus conjuros misteriosos, y también es donde guarda un objeto prohibido…
–¿Qué objeto?
–Sigamos más adelante…
Caminaron hasta el centro y observaron una pequeña columna en la que algo estaba tapado con un manto. Aquella columna emitía un siniestro resplandor verdoso.
–¿Qué hay ahí? ¿El artefacto prohibido? –Preguntó Bilbo, curioso y a la vez asustado.
–Destápalo y lo verás… –Respondió Thorin, con tono grave.
Bilbo hizo caso y quitó la manta. Descubrió entonces una bola de cristal oscura y misteriosa que irradiaba mal. Retrocedió al instante, como si algo lo hubiese empujado para atrás.
–Sería mejor no haberlo descubierto, pues es como si algo nos vigilara… –Susurró Bilbo mientras temblaba.
–Esto es un “palantir”, un artefacto hecho con mal y poder y magia oscura. Lo usa Saruman con fines desconocidos que no se revelarán. –Dijo Thorin.
Entonces, los dos miraron el palantir y se les apareció una visión: Gandalf resistiendo los ataques de Saruman con esperanza de que ellos dos aparecieran.
–¡Es Gandalf! ¡Tenemos que darnos prisa y salvarle! –Exclamó Bilbo, dispuesto a ayudar a Gandalf.
–Esperaba que dijeras eso. Bien, esto es lo que tendremos que hacer: yo distraigo a Saruman y tú ayudas a Gandalf. –Dijo Thorin.
–Vale, pero, ¿cómo se supone que voy a ayudar a Gandalf? –Preguntó Bilbo, curioso.
–Allí hay unas varas de mago y... –Dijo Thorin, aunque en ese instante Bilbo le interrumpió.
–Vale, lo entiendo. Quieres que coja una de esas varas y aprenda a controlarla en escasos minutos para poder ayudar a Gandalf y a los demás. Una tarea fácil... para un elfo o mago experimentados en magia, pero yo no tengo ni idea de cómo hacer o manejar magia. –Replicó Bilbo, que tenía mucha razón.
–Sí, mas no te será tan díficil, pues tú eres perfecto para controlar la magia. –Respondió Thorin
–¿Un hobbit? ¿Perfecto para la magia? Empiezo a creer que no sabes nada sobre los hobbits... –Dijo Bilbo, quien empezaba a sospechar de que Thorin no sabía nada sobre los de su raza.
–Mi querido hobbit, creo que sé más yo de aquellos de tu especie que tú mismo. –Dijo Thorin, asegurando que no mentía con sus palabras– Pues, verás, los hobbits tenéis una gran fuerza y poder interior que desconocéis. Tanto intelectual como para la lucha. Y la desconocéis porque no dejais nunca vuestro hogar, no sois capaces de ir a lo desconocido para vosotros, porque sois algo inseguros. Preferís la comodidad de las casas y la comida. Tú ya has descubierto algo de esa fuerza interior, por lo menos en el anterior viaje, y seguro que en este descubrirás mucho más poder que tienes dentro de tí, porque, además, tú no eres como los demás hobbits, tienes algo especial, y eso es lo importante, la fuerza y poder interior dentro de cada ser de la Tierra Media y otras partes de este mundo.
–Pues si es así, creo que no desconfiaré de tu palabra. –Respondió Bilbo, quien quedó sorprendido con las palabras de Thorin– Bien, entonces, ¿qué vara escogeré, si se trata tan solo de coger una? –Dijo mientras los dos se dirigían a la pared donde se apoyaban las varas.
Había seis varas distintas. Una plateada, con una pequeña cúpula de cristal en la punta que cubría una piedra mágica de tonos azules claros y oscuros como el día y la noche despejados. Al lado había una de madera, con raíces de metal en la punta que se dividían dejando un hueco en el medio en el que había una piedra redonda de tonos verdes y amarillentos como las hojas de los árboles en primavera. La tercera era azul como el mar con tonos de blancos como la espuma, su punta se abría como dos olas resplandeciendo con el sol, y entre estas se situaba una piedra con forma de gota de agua resplandeciendo con tonos azules, verdes y algunos dorados. A su lado había otra blanca, que al moverla descubría unos tonos grisaceos y amarillentos, su punta era un torbellino que se podía abrir en dos grandes ondas que ocultaban una piedra de forma algo triangular, pero irregular, de un color gris que relucía también dorada. La quinta era de bronce y estaba caliente, su punta estaba formada por unas hojas afiladas (igual que el acero de las espadas) que se abrían y cerraban hasta dejar un espacio a una piedra alargada que era roja como el fuego y quemaba como éste también. La última era negra como la noche más oscura, su punta tenía cuatro puntas alargadas unidas entre sí por todos lados y en estas rejas se podía apreciar una piedra de forma irregular plateada y dorada.
Bilbo se acercó un paso más y se quedó observándolas perplejo, pues nunca había visto unos artefactos de esta manera; extraños, poderosos y a la vez hermosos. Tenían pinta de que habían existido desde que la Tierra Media se creó.
–Desde luego, todos parecen tener gran poder. –Dijo al fin, después de haberse quedado un tiempo observando con la boca abierta aquellos extraños objetos.
–Y no solo lo parecen, también lo son. –Respondió Thorin– En principio tan sólo existen las varas de los cinco magos: la de Gandalf, la de Radagast, la de Saruman y las de los dos magos azules cuyo nombre desconozco. Pero al parecer Saruman hizo algunas más "de repuesto". Estas varas representan muchos poderes: la primera; representa el equilibrio del día y la noche, la segunda; la naturaleza de los bosques y lugares semejantes, la tercera; las aguas del mundo, la cuarta; la fuerza del viento, la quinta; el poder ardiente del fuego, y la sexta; la más poderosa de todas: representa el pasado, tiene los poderes de Telperion y Laurelin, los Dos Árboles de Valinor, pero la historia de estos árboles se remonta a cuando se creó el mundo y es muy larga, por lo que la aprenderás en otro momento.
–Interesantes historias, con esto ya me quedó claro cuál escoger. –Dijo Bilbo, acercándose a la sexta vara– Bien, y ahora imagino que me dirás que aunque esta vara es la más poderosa es también la más difícil de controlar, ¿me equivoco?
–Exacto, y además tenemos poco tiempo para que aprendas a controlarla, por lo que tendrás que dejar que ella te controle a ti. –Dijo Thorin, riéndose bajo al decir lo último.
–Vale, todo entend... ¡¿Qué?! –Exclamó Bilbo, al darse cuenta de lo que Thorin había dicho– Qué fácil te resulta decir las cosas cuando tú no tienes que hacerlas. Repasemos la situación: tenemos que subir a lo alto de Orthanc, vencer al mago más poderoso de la Tierra Media que además ahora está loco, tenemos poco tiempo, no tengo ni idea de cómo controlar la magia y por si fuera poco podríamos evitar que la torre se derrumbe, ¿a qué estamos esperando? –Dijo Bilbo, en tono de sarcasmo.
–Exactamente, así que será mejor que empecemos ya a ascender.
–Como si fuera tan fácil, ¡¿tienes idea de las escaleras que tenemos que subir hasta llegar arriba?!
–No hace falta que subamos por las escaleras, tenemos uno de los artefctos mágicos más poderosos de la Tierra Media y un hobbit, ¿qué más se puede pedir? –Rió Thorin, que enfureció un poco a Bilbo– ¡No te retrases más y coge la vara de Telperion y Laurelin!
–Por intentarlo no pasará nada, supongo... –Dijo Bilbo.
Entonces, cogió la vara "Telpelin", como él la llamo (pensó que era un nombre algo ridículo, pero no se le ocurrió nada mejor), la alzó hacia arriba y la observó con cara de asombro. Entonces, un destello blanco salió de la piedra y con él el estruendo de un fuerte trueno. Thorin se agarró también a "Telpelin", sonrió y miró a Bilbo, que le devolvió la mirada con una cara de "¿Qué se supone que está pasando?" Entonces, de nuevo un estruendo se escuchó y Thorin gritó unas palabras en el idioma de los enanos y de pronto se vieron montados sobre unos pequeños caballos de oro y plata que había hecho "Telperin".
–Thorin, –Dijo Bilbo, asombrado– ¿cómo se supone que has podido hacer esto? ¡Jamás he visto nada igual!
–He aprendido mucho en estos dos años, pequeño hobbit, y una de esas cosas es algo de magia. –Respondió Thorin.
–Bien, ¿y por qué se supone que tu no puedes ayudar a Gandalf?
–Porque tú eres el adecuado para esa tarea y no yo, ¡y ahora dejemos de hablar y vayamos a salvar a Gandalf y a los enanos!
Thorin dio la orden a aquellos bellos caballos y subieron las escaleras de la torre a gran velocidad sin importar los escalones o cualquier situación del terreno.
Mientras tanto, en lo alto de Orthanc, Saruman atacaba sin cesar a Gandalf. Los escudos que creaba el mago gris ya no servían de nada para detener los poderes mágicos del mago blanco (o mago oscuro). Saruman tenía ahora la vara de Gandalf y con los poderes de las dos cogía mediante una extraña magia a Gandalf y lo tiraba contra el suelo, las paredes o el techo. El mago gris estaba ya muy débil y tenía graves heridas en la cara. La ceja izquierda la tenía cubierta de sangre, de la boca también le salía un poco. Ya no podía hacer nada, esta vez pensaba que Bilbo no aparecería para salvarlos. Hizo un último esfuerzo y cuando cayó de nuevo al suelo, una pequeña mariposa apareció delante de él y le habló en susurros. No podía hacer muchos más esfuerzos. Saruman se reía maléficamente y ahora mantenía a Gandalf en el aire, amenazando con tirarle por la ventana. Los enanos le observaban sin poder hacer nada, pues los había atado con mucha fuerza y no se podían liberar de las cadenas. Los espíritus de Fili y Kili estaban bloqueados, pues Saruman había usado un extraño poder para que no pudieran intervenir.
–Estamos perdidos... –Suspiró Oin.
–No podemos hacer nada, hermano. –Le respondió su hermano Glóin.
–Nosotros no podemos, pero Bilbo y Thorin están en camino, ¿no lo sientes, Kili? –Dijo Fili.
–¡Es cierto! ¡Se están acercando! ¡Thorin se intenta dirigir a nosotros, ya casi han llegado! –Respondió Kili con gran energía.
–¿De verdad vendrán? –Preguntó Dori.
–Tenemos que confiar en ellos, seguro que no nos fallarán. –Respondió Balin, quien confiaba en que Thorin y Bilbo llegarían a tiempo.
Entonces, otro estruendo más sacudió la torre. Por un momento, Saruman dejó de tener aquella apariencia tan oscura y habló.
–¡Gandalf! –Exclamó el mago blanco– ¡No sigas luchando! ¡Läfnir quiere aniquilaros!
–¡Saruman! ¡Al fin volviste! Creí que en realidad habías cogido tú los Cristales que encontraste pero... ¿A qué te refieres con aquello que dijiste? –Preguntó Gandalf, confuso.
–El tercer Cristal que encontramos era en realidad falso, Läfnir lo hechizó o algo parecido y logró controlar mi mente, caí en su trampa... –Se lamentó Saruman.
–No ha sido culpa tuya, mi viejo amigo. Läfnir quizá nos ha engañado a todos. –Respondió Gandalf.
Pero Saruman ya había vuelto a caer en la maldición de Läfnir y los ojos se le encendieron como dos antorchas de fuego azul.
–¡Estupido mago blanco! Astuto se ha vuelto ahora si cree que puede derrotarme...–Dijo la oscura voz de Läfnir al retomar el control de Saruman. –Pero ahora que me habéis descuebierto, no me andaré con contemplaciones. ¡En escasos minutos no seréis más que unos inútiles escombros en el suelo!
–Se están acercando ya... ¡No te durará esa alegría tanto tiempo! –Exclamó Kili, que pudo levantarse después de unos duros esfuerzos. También Fili se levantó ahora y se puso al lado de su hermano, y éste desenvainó la espada, librándose del control de Läfnir.
–¡Serás tú el que caerás! Pues aunque sólo espíritus seamos podemos acabar contigo en poco tiempo, no hemos perdido todavía nuesta fuerza de antaño. –Amenazó Fili a Läfnir.
Kili se unió a su hermano y sacó su arco con gran rapidez y una luz ardiente en los ojos. Le hecho una mirada fiera a Läfnir mientras sotenía el arco y una flecha con ferocidad y decisión. Cada vez los dos enanos podían sentir más cerca a Thorin y a Bilbo, lo que les impulsaba a actuar de esa manera, pues Fili y Kili siempre han sido algo inquietos.
–Y si vos créeis que podéis detenernos con unos simples hechizos, estáis muy equivocado. –Dijo Kili– Y si lo intentáis, lo que ocurre es que no conocéis la testarudez de los enanos.
Esto enfureció más a Läfnir quien hacía que Saruman sosteniese fuerte la vara y concentrara todo el poder del mago (más el suyo propio oscuro) en aniquilar a Gandalf y a los enanos, que después de las palabras el coraje de Fili y Kili les devolvió el valor. Dwalin comenzó a hacer fuerza para intentar liberarse de sus ataduras, y consiguió liberar una mano, con la que pudo coger una de sus hachas y cortar las cuerdas. Se levantó y miró con rabia y odio al mago oscuro. Rápidamente cortó las cuerdas de su hermano Balin, y los dos quitaron las ataduras de los demás con rapidez. Los doce enanos estabán de pie ahora y todos cogían fieramente sus armas. Entonces, de nuevo un temblor sacudió la torre y un fuerte golpe destruyó parte del lugar en el que se encontraban las escaleras. Cuando la gran nube de polvo hubo desaparecido, se pudieron ver dos siluetas montadas sobre dos caballos, uno de cabellos dorados como los rayos del sol y otro de pelo plateado como la luna en una noche clara y luminosa. Todos pudieron distinguir las siluetas de aquellos jinetes que los montaban, ¡Bilbo y Thorin al fin llegaron a lo alto de Orthanc!
–¿Llegamos demasiado tarde? –Bromeó Bilbo.
–¿O todavía podemos salvarlos? –Siguió Thorin con la broma.
–¡Thorin! ¡Bilbo! ¡Al fin pudistéis llegar! –Exclamó Gandalf con gran alegría.
–¡Debéis daros prisa, Läfnir controla a Saruman! –Les informó Fili.
–Así que era eso lo que ocurría... ¡Muy cobarde por tu parte, Läfnir! –Dijo Thorin, desafiando a Läfnir– Usar un aliado del enemigo para atacarlo en vez de atreverte tú mismo a venir y luchar contra nosotros. Más fácil nos lo has puesto, entonces, si crees que un aliado tan poderoso acabaría con nosotros.
–¡No sois todos mas que unos insensatos! ¡Jamás podréis con el poder de mi amo, el Único! –Exclamó enfadado Läfnir.
Ahora Bilbo ayudaba a Gandalf a levantarse, y el mago le sonreía.
–Estaba muy preocupado por ti, Bilbo, mi amigo. Pero ahora me has demostrado que puedes valerte por ti mismo. –Le dijo al hobbit.
–La verdad, yo nunca pensé que me encontraría aquí, salvando a un mago y a un grupo de enanos, y menos aún que sería amigo de todos ellos. –Le respondió Bilbo.– Pero ahora debo de enfrentarme al poder oscuro de Läfnir, yo solo, quizá con la ayuda de Thorin, mas jamás me imaginé enfrentándome a tal fuerza.
Dicho esto, Bilbo acompañó a Gandalf donde se encontraban los demás enanos. Läfnir terminó la discusión con Thorin y se giró hacia Bilbo. Al verlo, los ojos se le volvieron a encender con más ira que antes.
–¡Tú! ¡Estúpido mediano! ¡Pagarás por esto! –Exclamó el mago (o elfo) oscuro, enojado.
–Bien, enconces, acabemos con esto de una vez... –Le respondió Bilbo con decisión.
Los dos se mirabán fíjamente. Bilbo sostenía con fiereza a "Telpelin". Pasaron un minuto mirándose con miradas fieras. Bilbo fue el primero en hacer un movimiento, apuntó con "Telpelin" a la vara de Saruman y estuvo así otro minuto. Läfnir reía, pues creía que aquello no le serviría de nada a Bilbo, pero no contaba con lo que sucedió después. Entonces, un grito vino del exterior de la torre y las nubes desaparecieron. Läfnir se distrajo y Bilbo gritó "¡Ahora!" y movió su vara hacia atrás, arrebatándole la suya al mago, que perdió su poder. Después, el hobbit sujetó los dos bastones y devolvió a Läfnir el dolor que le había causado a Gandalf dándole golpes contra la pared hasta hacer que el mago recuperara sus túnicas blancas y su antiguo aspecto. Bilbo lo dejó caer al suelo y Gandalf corrió hacia él.
–¡Saruman! ¿Te encuentras bien? –Le preguntó, preocupado.
–Por suerte, sí. Al menos ese Läfnir no me controla ahora. –Respondió Saruman, que podía volver a respirar el aire limpio y fresco.
Saruman se levantó y se volvió a escuchar aquel grito. Entonces, unas águilas aparecieron afuera. Un elfo montaba sobre una, pero Gandalf no lograba reconocer su rostro. Saruman fue hacia la ventana y le observó, parecía que le conocía de algo.
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Loca de remate desde hace 13 años, meh, no miento, estoy mu mal, PERO ZOY FELIZ. Aparte de eso soy una fangirl con DEMASIADOS fandoms que explotan mis feels y terminarán por hacerme morir: The Hobbit | Lord Of The Rings | Sherlock | Fargo | Pokémon | Sonic | Kingdom Hearts | Gamer | Tolkiendili. ¿Algo más? Mmm, MARTIN FREEMAN, MI JOHN/LESTER/BILBO ADORABLE Y ACHUCHABLE *O*
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Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 9: Un nuevo aliado
Todos salieron a los patios de Isengard y aquel elfo bajó del águila. Era de pelo castaño y ojos dorados. Llevaba un chaleco como de una armadura de color verde y acero. Tenía brazaletes que parecían de zafiro y llevaba unas botas marrones. Su rostro era hermoso, y en el ojo derecho tenía un arañazo. Llevaba un casco en la mano que se quitó al tocar el suelo. Se acercó hacia ellos y Saruman se dirigió hacia él.–¿Quién sois? Aparecisteis en una de mis pesadillas con Läfnir... –Le dijo.
–Thindúel, a vuestro servicio. –Dijo el elfo, inclinándose.
–Bien, Thindúel, si es ese vuestro nombre. –Dijo Gandalf– ¿Por qué habéis venido aquí? ¿Hay alguna razón en especial?
–Sí, la hay. He venido a ayudaros en vuestra misión. –Respondió Thindúel– Soy el hermano de Läfnir, mas estoy en contra de sus planes. Intenté detenerle muchas veces, pero fue en vano. Aún así, espero ayudarles.
–El hermano de Läfnir... Me alegro de que no estés de su lado, podríamos tener un poderoso aliado en nuestro bando. –Dijo Thorin.
–Me alegra escuchar sus palabras, Thorin hijo de Thrain. Jamás pensé en que podría conocerle, pues en las canciones que se cantan de su compañía se dice que usted cayó en batalla pero aquí está su espíritu. Un verdadero honor, sin duda alguna. –Le respondió Thindúel haciendo una reverencia.
–Pero, ¿cómo es posible que usted pueda verme? –Preguntó Thorin.
–Verás, señor enano, vengo de un antiguo linaje de elfos y mis ojos pueden ver cosas que muchos otros no pueden. –Respondió Thindúel.– Me envía mi señora Galadriel para llevarlos a los bosques de Lothlórien, pues tenéis noticias para ella, supongo, y será mejor que sepa de lo que ha sucedido hace un rato con mi hermano Läfnir.
–Es todo un placer poder contar con un nuevo aliado que sabe de lo que Läfnir es capaz. –Dijo Gandalf– Y seguro que nos serás de mucha ayuda. Pero hay algo que me inquieta, ¿qué son esas heridas de vuestro rostro, si bien puede decírnoslo?
–Me alegra que lo pregunte, pues también les iba a informar. Veréis, con ayuda de mi buen amigo Beleram, un águila capitán de Gwaihir, pudimos divisar una hueste de unos quinientos trasgos y orcos cerca de la sombra de Hithaiglin -las Montañas Nubladas-, se dirigían hacia el sur e iban armados, por lo que decidí avisar a Haldir y sus elfos para que nos ayudasen a abatirlos, y así fue. Ninguno de los nuestros cayó, mas resultamos algo heridos. Creo que también divisamos cincuenta orcos dirigirse hacia aquí un poco más al norte de nuestra posición, y no pudimos evitar que llegaran hasta aquí. –Respondió Thindúel amablemente.
–Muchas gracias por vuestra información, señor Thindúel. Y en verdad Galadriel debe estar enterada de todo lo que ha ocurrido. –Dijo Saruman– Entonces debéis partir, Gandalf.
–Y partiremos lo antes posible, pero antes deberíamos sentarnos a comer para poder charlar sobre todo esto y descansar después de todo lo que ha ocurrido con Läfnir. –Le respondió Gandalf.
Entraron en la torre y se dirigieron a los lugares en los que había mesas para comer. Esta vez los diez enanos y los espíritus de Fili y Kili se sentaron en una sala, mientras que Gandalf, Saruman, Thindúel, el espíritu de Thorin y también Bilbo fueron a otra. Los enanos tuvieron una comida típica de los enanos, con risas y canciones. Mientras que Gandalf y Saruman estuvieron charlando con Thindúel acerca de Läfnir y asuntos similares. Bilbo y Thorin también hablaron con ellos, y se hicieron pronto algo amigos de Thindúel, que era simpático y amable, nada parecido a su hermano.
Al terminar la comida, fueron a hacer los preparativos para la partida y Bilbo se quedó con Thindúel. El elfo le habló de Lothlórien, por lo que le contó era un lugar muy bello, con árboles de hojas verdes hermosas y arroyos y ríos de agua plateada, clara y cristalina. Decía que el tiempo allí parecía no pasar. A Bilbo le encantaban las historias de los elfos, y le escuchó muy atentamente. Después, Thindúel le pidió al hobbit que le contara lo que ocurrió en su viaje hacia la Montaña Solitaria. El elfo nunca había visto un dragón y tampoco había luchado contra alguno, por eso le pidió a Bilbo que le describiera bien a Smaug y también aquel enfrentamiento que tuvieron en el interior de la Montaña. También le describió detenidamente la Batalla de los Cinco Ejércitos y la desolación de Smaug sobre la Ciudad del Lago. Thindúel estuvo interesado en estas partes y no hizo ninguna pregunta mientras escuchaba. Luego unos minutos antes de partir estuvieron hablando de canciones de los elfos y las que Bilbo se inventaba a veces. Bilbo era muy bueno en cuanto a poesías y canciones, por eso además también le gustaban los elfos, por sus canciones sobre historias antiguas y acontecimientos pasados de los que apenas se recuerdan en La Comarca o de los que muy pocos hombres han formado parte.
Llegó el momento de partir. Thindúel llevó a Bilbo en su águila. Los enanos se repartieron en los siguientes grupos: Dori y Ori, Glóin y Oin, Bifur y Bofur, Bombur y Nori, los espíritus de Fili y Kili, Dwalin y Balin y el espíritu de Thorin fue con Gandalf. El viaje no duraría mucho mientras montasen en las águilas.
–¡Muchas gracias por su hospitalidad, Saruman! ¡Esperemos encontrarnos de nuevo en tiempos menos oscuros! –Le agradeció Gandalf a Saruman.
–Soy yo quien debe daros las gracias por salvarme de Läfnir y soportar mis ataques. ¡Hasta pronto y que la suerte y la luz estén de vuestro lado! –Respondió Saruman.
Y entonces Thindúel ordenó a las águilas que partieran mientras se ponía el casco en la cabeza.
–¿Por qué se pone el casco, si se puede saber? –Preguntó Bilbo, curioso.
–Verás, pequeño hobbit, tengo que ir cubierto para que no me reconozcan, pues los siervos de mi hermano podrían saber mi ubicación y él quiere aniquilarme. –Le explicó Thindúel.
–Entonces Läfnir te busca... Pues no tenéis muy buena relación familiar, al parecer. Al fin y al cabo, yo tuve suerte de no tener hermanos, así no se volverían contra mí. –Comentó Bilbo.
Thindúel rió. Señaló a Beleram en punto en el que volar y éste gritó ordenando a las otras águilas que batieran las alas. Todos dijeron adiós a Saruman con la mano. Algún enano no se había acostumbrado todavía a viajar en el lomo de las águilas. Bifur se quería poner de pie sobre una y batir los brazos para imitar a las aves, pero Bofur se lo impedía por miedo a que se pudiera caer, claro que la herida que tenía en la cabeza por un hacha clavada en ella le obligaba a hacer todo este tipo de locuras. Dori le preguntaba a Ori de cuando en cuando que si estaba bien y no se había mareado, pues como su hermano mayor se preocupaba por él, aunque ya le empezaba a cansar a Ori. Nori vigilaba atento a Bombur para que no comiese nada, pues ya sabrán todos que a Bombur le gusta demasiado comer. Glóin y Oin viajaban tranquilos, eran probablemente los enanos más tranquilos. Fili y Kili, aunque ahora sean espíritus, seguían siendo enanos jóvenes y les encantaba montar en águila, aunque Fili, como hermano mayor, no se emocionaba tanto como Kili para intentar dar buen ejemplo. Thorin hablaba con Gandalf, mas esta vez no era de asuntos del Mal y cosas así, ahora hablaban de cosas algo más alegres y a veces reían. Bilbo todavía se sorprendía mucho al volar a lomos de un águila. Thindúel le contaba a éste cosas muy interesantes sobre las águilas y también algunos viajes que había tenido con ellas. Bilbo también contó algo sobre ellas, le habló sobretodo de la Batalla de los Cinco Ejércitos en la que también participaron las águilas, y Beleram -el águila en el que montaban- también estuvo allí, por lo que dijo algo sobre todo lo que ocurrió. Hubo un rato en el que todos dejaron de hablar y contemplaron el paisaje que había bajo sus pies. Estaban justo encima de Fangorn. Había niebla allá abajo, pues el bosque se veía algo blanco. Aún así, se podían distinguir los colores verdes y oscuros de los árboles. Bilbo vio algo extraño: en una zona, muchos árboles parecían moverse y no había viento. Thindúel se dio cuenta y le explicó.
–Te inquietan esos árboles, ¿verdad? Verás, esas criaturas son Ents, Pastores del Bosque. Para que lo entiendas, son árboles pero despiertos, es decir, pueden moverse, hablar, sentir... Los elfos les dieron esos dones. El guardián de este bosque se llama como el mismo, Fangorn, aunque también le llaman Barbol. Aunque no lo parezcan, son amigables, siempre y cuando no amenaces con un hacha o algo parecido, y no seas un orco. –Dijo el elfo.
–Extraño me parece, como hobbit que soy. Aunque en mi tierra hay algo similar en el Bosque Viejo. Dicen que algo impulsa a los arboles a cobrar vida. Cosa rara en una tierra como la mía, donde todo es verde y todos somos pacíficos y tranquilos. –Dijo Bilbo.
–Ahora verás colores mejores en Lothlórien. Hojas marrones, naranjas y amarillentas en el suelo y las copas de los árboles. Ahora los troncos de los árboles han pasado de ser plateados a dorados. El agua de los arroyos y los ríos es plateada por la noche y por el día de un azul celeste que ciega a la vista. El aire es fresco ahora y reconforta, te hace sentirte libre. Y las aguas del Anduin que corre al lado del bosque, en los límites, son claras y se pueden ver perfectamente a los peces corretear por allí. –Dijo Thindúel, que al parecer tenía muchas ganas de ir de nuevo a Lothlórien.
–Es un lugar muy bello aunque tan sólo lo describas con palabras. De Hobbiton podría decir también que es un lugar bonito al menos. Primavera es una buena época para nosotros. Los cultivos están llenos de verduras y hortalizas. La hierba es verde y fresca. Las plantas que la mayoría de los agujeros hobbits tienen son de vivos colores y hacen el lugar más agradable. Los hobbits están continuamente fuera de sus casas para disfrutar de los días. La posada el Dragón Verde está siempre llena de hobbits y hay muchas fiestas. Todavía recuerdo cuando Gandalf venía cuando era un pequeño hobbit y lanzaba unos espectaculares fuegos artificiales en los solsticios de verano, antes de que el Viejo Tuk falleciera. Y también hay un lago de agua cristalina que refleja la luz del sol y la de la luna. –Dijo Bilbo, recordando Hobbiton y muchos años que había vivido allí.
–Su tierra también parece ser muy bella, señor Bolsón. Me gustaría poder viajar allí algún día para aprender más sobre vosotros, pues he escuchado que los medianos tenéis una cultura diferente a la de las demás criaturas que habitan la Tierra Media, y a mí me parece interesante. Sois prácticamente los seres más pacíficos y amables de este mundo, también me gustaría a mí vivir en paz y tranquilidad y no participar en algunas guerra terribles. –Dijo Thindúel.
–¡Cuando usted quiera es bienvenido! Siempre y cuando sobreviva a este viaje. –Respondió Bilbo.
La tarde ya estaba avanzada. Hace ya una hora aproximadamente que habían dejado atrás Fangorn. Volaban al lado de las Montañas Nubladas. El sol se ocultaba detrás de ellas, haciendo que las cimas nevadas de las Montañas refulgieran rojas. Muchas nubes las cubrían, haciendo honor a su nombre. Los últimos rayos del sol eran fríos por el invierno próximo que ya se acercaba. Por el lado contrario el cielo se empezaba a oscurecer. Había niebla debajo de ellos, por lo que cada vez las águilas se acercaban más al suelo para intentar divisar mejor su rumbo. Ya se podía ver Lothlórien allí abajo, con árboles de hojas anaranjadas, marrones y amarillentas.
–¡Ya estamos casi sobre los bosques de Lothlórien! –Informó Thindúel– Ahora comenzaremos a descender para llegar a los lindes de éste. Por favor, agárrense fuerte para no salir despedidos de las águilas por error. ¡Ahora, Beleram! ¡Da la orden de bajar!
Todos se sujetaron fuerte al plumaje de las águilas. Beleram chilló ordenando a sus compañeros que descendieran. Bajaban rápido y también cautelosamente, pues estaban casi al lado de la fortaleza en la que se encontraba el enemigo y sus sirvientes. Ya faltaban pocos metros para tocar el suelo y Thindúel saltó de Beleram y cayó sobre el terreno sin ninguna herida aparente por la caída. Empezó a dar instrucciones a las águilas y éstas bajaron suavemente y aterrizaron sin asustar a ninguno de sus pasajeros. Gandalf bajó primero y ayudó a Bilbo y los enanos a bajar.
–Estos son los bosques de Lothlórien. –Dijo Gandalf– Podríamos demorarnos mucho aquí si nos descuidamos, pues el tiempo parece no pasar. Aquí habita la Dama de Lórien, Galadriel, una elfa muy sabia de la Tierra Media que habita aquí desde la Primera Edad. Mejor no faltarle el respeto ni nada parecido, y me refiero a vosotros, enanos, será mejor que no habléis mucho y me dejéis a mí y al señor Thindúel. Ya la conocéis, salvó a Bilbo de la muerte en Isengard, mas no conocéis su verdadero carácter.
–No os preocupéis si escucháis sonidos que vienen de los árboles, pues los elfos de este bosque vivimos sobre ellos, por extraño que les parezca. –Dijo Thindúel.
–No me gusta la pinta que tienen estos bosques, y la elfa esa Galadriel también me da muy mala espina. –Susurró Glóin a sus amigos enanos.
–¡Vamos, no desconfiéis tanto de los elfos, muchachos! –Dijo Balin– Son buena gente si no se les provoca.
–Dile eso al Rey Thranduil... Si no negocias con él o le ofreces oro, te encierra en sus calabozos. –Dijo Dwalin, quien también desconfía mucho de los elfos y no ha olvidado lo que les ocurrió en el Bosque Negro con Thranduil.
–Tranquilos, la dama Galadriel no es así, recordad que me salvó la vida. –Añadió Bilbo.
–Dicen que es una bruja que no deja salir a sus "huéspedes" del bosque. –Dijo Bofur– Que los hechiza y los atrapa para siempre. Y además, a los elfos no les gustan los enanos, igual que a nosotros no nos caen bien ellos.
–Tened las armas a mano, no nos debemos de fiar mucho por si nos ocurre lo mismo que en el Bosque Negro, aunque vayamos con uno de los suyos. –Dijo Kili.
Gandalf y Thindúel se adelantaron, mientras que los enanos y Bilbo se acercaron tímidamente al bosque.
–¡No se queden ahí parados! ¡Nadie les atacará aquí mientras yo os acompañe! –Dijo Thindúel.
Entonces aligeraron el paso, pero seguían desconfiando de aquel bosque. Thorin no había hablado desde que pasaron Fangorn, y es extraño que no haya comentado nada sobre el bosque al tener cierta enemistad con los elfos.
Se adentraron en los árboles y pudieron observar al fin Lothlórien. Bilbo y los enanos miraron a su alrededor y se quedaron boquiabiertos. El suelo estaba cubierto de hojas anaranjadas y amarillentas, pero los árboles seguían poblados de ellas. Todavía se apreciaban tonos verdes brillantes de la hierba en el terreno. Los troncos de los árboles relucían dorados con las últimas luces del día. Cerca de ellos había un arroyo de agua cristalina, plateada y pura, de una pequeña cascada salía su agua. El aire que se respiraba era muy agradable y dulce. Continuaron caminando y admirando la belleza del bosque. También se escuchaba a algún que otro pájaro cantar, y del fondo del bosque salían voces dulces de los elfos que cantaban a la venida de los viajeros. Bilbo no podía creer lo que estaba viendo, era como un auténtico paraíso, le recordaba a la primera vez que estuvo en Rivendel; ambos eran lugares preciosos en los que quedarse el resto de su vida. También se podía escuchar el sonido dulce de flautas que resonaban por todo el bosque. Thorin observaba todo detenidamente, no parecía sorprendido como sus compañeros, es más, seguía manteniendo su carácter serio de siempre y no hablaba. Sus pisadas eran fuertes, y su respiración también. Algo le inquietaba, sospechaba algo, o tal vez era su odio a los elfos puesto que todavía recordaba el día en que el Rey Thranduil los encerró en sus calabozos.
–Disculpa, Thorin, ¿le ocurre algo? Está muy serio desde hace tiempo, no parece disfrutar de este magnífico bosque. –Le preguntó Bilbo al fin.
–No, señor Bolsón, no me ocurre nada en especial. Solo que siento algo extraño, no sabría decir qué es, pero no creo que sea nada bueno. –Contestó Thorin.
–¡Deje de llamarme "señor Bolsón"! Me haces sentir alguien importante y cosas así, mientras que no lo soy. Lo que te preocupa debe de ser ese odio por los elfos que tenéis la mayoría de los enanos, pero los demás están asombrados con el bosque y desde que entramos no he oído queja alguna de ellos. –Dijo Bilbo.
–No creo que sea el odio por los elfos, pues hacia Thindúel no he sentido oído alguno. Hay algo que me inquieta aquí, podría decir que quizá tengo esa extraña sensación de que nos vigilan. Siento a Läfnir cerca, y está vigilándonos desde las Montañas Nubladas, pues demasiado cerca estamos ahora de su reino. –Dijo Thorin.
–Sé a lo que se refiere, desde que pudo controlar a Saruman ya de nada se puede fiar uno. Pero de momento estamos protegidos mientras nos quedemos con los elfos. ¡Alegre un poco esa cara! Tiempos peores hemos pasado ya, mas temo que aún los quedan más peligros por los que pasar. Aún así contamos con trece fuertes enanos, un hobbit saqueador, un poderoso mago y un elfo hermano del enemigo que parece buen guerrero; si eso le sirve de consuelo. –Dijo Bilbo.
–Por el momento podría apaciguarme, mas no bajaré la guardia ni un segundo mientras estemos cerca de las Montañas Nubladas. –Respondió Thorin.
Ya se empezaban a ver algunos elfos que caminaban por el bosque a medida que avanzaban, todos los saludaban inclinando la cabeza y todos, incluso los enanos, les devolvían el saludo de la misma manera. El sol ya casi había desaparecido totalmente cuando Thindúel se encontró con un elfo amigo.
–Aiya meldomelin Haldir! –Saludó Thindúel en su lengua.
–Mae govannen, meldo Thindúel! –Respondió el elfo.
–¿Le informaron a Galadriel de nuestra llegada, Haldir? –Preguntó Thindúel.
–Sí, les está esperando, por lo que debemos seguir caminando. Síganme. –Respondió Haldir.
Continuaron caminando por el bosque lleno de hojarasca. Ya el día empezaba a declinar y la luna a aparecer cuando se encontraron en un claro del bosque. Bilbo y los enanos miraron hacia arriba para contemplar la noche. El cielo empezaba a estar salpicado de estrellas que eran antorchas blancas en la oscura noche. Por el este empezaba a asomar la luna plateada que iluminaba los árboles débilmente. Continuaron caminando, mas Bilbo se quedó allí parado, observando algo con atención.
–"Me es imposible pensar ahora que hay mal en esta tierra." –Pensaba– "La noche de hoy es preciosa, pero hay algo que me empieza a inquietar. Siento a Läfnir cerca, está aquí, a mi lado. Casi lo puedo ver, me intenta hablar..."
Gandalf se dio cuenta de la ausencia de Bilbo y se giró hacia atrás. Allí estaba Bilbo, tieso, observando el cielo.
–¡Bilbo! ¡No se quede atrás! –Le avisó.
Bilbo parecía atrapado, como retenido por algo. No se había movido. El hobbit tuvo entonces un extraño presentimiento y una visión muy rápida: un gran fuego se dirigía hacia él, por un momento. Entonces, perdió el equilibrio y cayó al suelo.
–¡Vosotros seguid adelante! Yo ayudaré al mediano. –Dijo Thindúel.
Gandalf y los demás continuaron, mas Thorin se quedó con el elfo.
–Thorin, ¿por qué no vas tú también con los demás? –Preguntó Thindúel.
–No puedo irme, él estuvo conmigo cuando perdí la consciencia en Isengard, no lo puedo dejar. –Respondió el enano mientras caminaba rápidamente hacia Bilbo.
Entonces, el hobbit recobró el conocimiento y se quedó mirando fijamente a Thorin y a Thindúel. Se frotó los ojos con las manos, pues tenía la visión algo borrosa.
–¿Qué le ocurrió, Bilbo? –Preguntó Thindúel.
–Se está acercando... Debemos escapar... o morir... –Dijo Bilbo con miedo.
–¿Quién se acerca? Habrá sido sólo un mal sueño.[i/] –Dijo Thorin.
–No, no fue un sueño. Lo vi. Se acerca por el oeste. Viene al bosque a acabar con nosotros y robarlos. Los oigo acercarse, son más de mil, demasiados para nosotros. Tenemos que huir al Bosque Negro por muy peligroso que sea. La hora se acerca... –Dijo Bilbo, afirmando lo que había visto en sus últimas visiones.
[i]–¿Sabe usted algo, señor Thindúel? Yo no entiendo exactamente lo que nos quiere decir. –Preguntó Thorin, extrañado por el comportamiento del hobbit. –Sí, o al menos eso creo, señor Thorin. Pero espero que no sea cierto... Veamos, ¿está seguro que lo que ha visto, Bilbo? –Dijo Thindúel.
–Tan cierto es como que mis pies son peludos. –Río Bilbo– Pero vayamos ahora a lo serio. –Dijo en tono grave– Las suposiciones de Thorin sobre que Läfnir nos observaba, son ciertas...
–Por eso me inquieta siempre estar ahora tan cerca de las Montañas Nubladas... –Comentó Thorin.
–Sigamos, por lo que he podido observar en aquellas visiones, el mismo Läfnir pretende matarnos personalmente, y después también tenemos unos mil orcos bien armados que se dirigen hacia aquí, casualmente... –Dijo Bilbo con tono de preocupación.
–Entonces deberíamos apresurarnos para avisar a la Dama Galadriel, podrían encontrarse ya a escasas leguas o menos del bosque, ¡aprisa! –Dijo Thindúel.
Entonces Thorin ayudó a Bilbo a levantarse y los tres corrieron para avisar a la Dama del bosque y a los demás. Thindúel vio a varios elfos amigos y dio la alarma de que una hueste de orcos con Läfnir se acercaba –o eso suponían Bilbo y Thorin, pues hablaba en élfico–. La noche ya había caído hace rato, la luna se alzaba ahora en lo alto del cielo y las estrellas refulgían temblorosas en la oscuridad. Ya se podía divisar a lo lejos un gran árbol y muchas lámparas doradas que hacían que aquel árbol reluciera en la oscuridad del bosque.
–¡Ya casi llegamos! ¡Aguantad un poco más! –Exclamó Thindúel, dispuesto a seguir a delante.
Gandalf y los enanos habían llegado hace rato y temían por si algo les había sucedido a los otros tres. Estaban sentados junto a Galadriel en lo alto de aquel árbol y charlando. Entonces, la Dama se levantó y observó al enano, al hobbit y al elfo correr hacia ellos.
–¿Le ocurre algo, mi señora? –Preguntó Gandalf, inquietado.
–Será mejor que se preparen para luchar... –Contestó Galadriel, que suponía que aquellos tres traían malas noticias.
Todos se giraron de espaldas. Los tres compañeros ya estaban subiendo las escaleras con mucha rapidez. Gandalf también se levantó y se dirigió a las escaleras junto con Galadriel. Thindúel llegó el primero, seguido de Thorin y Bilbo.
–¡Mi señora, Läfnir se acerca! Hay que dar la alarma para que los guerreros se preparen. Una gran hueste de orcos lo acompaña. –Exclamó Thindúel, jadeando.
–Sí, son muchos, Läfnir los dirige montado en caballo. –Dijo Bilbo, jadeando también.
–Pero, ¿cómo podéis saberlo? –Preguntó Gandalf, extrañado.
–Fue por una de las extrañas visiones de Bilbo. Pudo ver que se acercaba ese elfo con unos mil orcos junto a él y bien armados. –Dijo Thorin.
Entonces, Haldir llegó del otro lado del árbol.
–¿Doy la alarma, mi señora? –Preguntó.
–Toca el cuerno, Haldir, que se reúnan todos en el claro más cercano del árbol. –Contestó la Dama, y Haldir se inclinó y fue a un lugar más alto a dar la alarma. Galadriel se giró hacia Thindúel. –Sabes de lo que tu hermano es capaz, tú guiarás a los demás elfos. Esta batalla no será sino una pequeña lucha ésta que se avecina comparada con otras que vendrán. Éste pequeño enfrentamiento será una manera de conocer mejor de lo que es capaz el enemigo al que nos enfrentamos ahora. Tendremos que avisar al Rey Thranduil del Bosque Negro para que se prepare por si necesitamos ahora de su ayuda. –Dijo Galadriel.
–Pero, mi señora, ¿insinúa que hay muchos más ejércitos en las Montañas Nubladas? –Preguntó Gandalf.
–Lo extraño sería que no haya más orcos, trasgos o elfos. –Comentó Dwalin.
–Puede que incluso haya algo más que eso... –Murmuró Gandalf. –Quién dice que no podría haberse aliado con un dragón de las Montañas Grises, o también podría estar escondiendo trolls de las montañas...
–Razón tiene, Mithrandir. Y además, es un siervo de Sauron, éste podría convocar a... los Nazgûl... A los Nueve, y buscarán el Único por toda la Tierra Media. –Dijo Galadriel, con una voz y mirada muy serias.
Bilbo sintió entonces un escalofrío al escuchar "Único". Sabía exactamente a lo que se referían, el Anillo que había encontrado en las Montañas Nubladas. Si esos Nazgûl lo encontraran, le matarían a él.
–Cierto, mi señora. Pero, ¿quién entonces irá al Bosque Negro a alertar al Rey Thranduil? –Preguntó Gandalf.
Galadriel miró a Bilbo, y éste le devolvió la mirada con un brillo tembloroso en los ojos de "Por favor, ¿no ve que ya he sufrido bastante". Thorin empezó a hablarle mentalmente.
–"El Bosque Negro es peligroso, ya lo pudimos contemplar hace unos años. Tú tuviste la suerte de no ser capturado, pero si te ven ahora vagando solo por el Bosque serás un objetivo fácil, ese Legolas no tiene compasión y te capturará." –Dijo el enano.
–"Sé el peligro que corro, Thorin. Mas creo que no estaré solo... ¿me equivoco? –Respondió Bilbo, echándole una mirada a Thorin.
–"Sé perfectamente lo que pretendes. Juré que te protegería y te ayudaría hasta el final, mas el Bosque Negro está maldito y no quiero correr el riesgo de tenerme que enfrentar al Rey de nuevo, es traicionero y maligno" –Dijo Thorin.
–"Primero has de recordar que eres un espíritu y no te podrá ver. Aunque en parte tienes razón, ir solo por ese bosque no es nada seguro. Yo soy el que más recuerda lo que ocurrió con las arañas, puesto que fui yo el que se tuvo que enfrentar a ellas para salvaros. Probablemente vuelvan a atacarnos si nos descubren, y esta vez temo tener que usar el Anillo ahora que sé algo de lo peligroso que puede ser. ¿Qué manera podría haber de que esos extraños y tenebrosos seres no nos descubran?" –Dijo Bilbo.
–"Será mejor que le preguntemos a Galadriel, quizá ella pudiera aconsejarnos." –Dijo Thorin.
La noche se iba desvaneciendo poco a poco. Por el este el cielo empezaba a aclarecer y a volverse gris. Las estrellas empezaban a desvanecerse lentamente junto con la luna. Soplaba un viento frío y seco que anunciaba la llegada del invierno que se acercaba. Unas nubes blancas empezaron a aparecer en el cielo. Galadriel estaba en lo más alto del árbol mirando el paisaje. Después de una breve cena, Bilbo y Thorin subieron a consultar a la Dama.
–Habéis venido a por consejo, pues no sabéis cómo continuar. –Dijo Galadriel, sin mirar a los dos compañeros en ningún momento.
–Así es, mi señora. –Dijo Bilbo– Queréis que sea yo quien vaya al Bosque Negro, solo, o al menos con la compañía de Thorin. Mas cuando hicimos aquel largo viaje hacia la Montaña Solitaria y cruzamos el Bosque Negro, unas arañas gigantes nos atacaron, y los elfos del Rey Thranduil nos capturaron, quiero decir, a los enanos, pues no se dieron cuenta de mi presencia. Además tuvimos que escapar viajando en barriles por el Río Rápido hacia Esgaroth, supongo que todavía se acordarán de aquello y dudo que esta vez no me capturen a mí. ¿Puede ofrecernos su consejo, oh, Dama de Lórien?
–Mi consejo es todo cuanto puedo daros ahora. El camino élfico no podéis tomar ya que vais por el sur. Os daré un objeto que os identifica como mis enviados y portadores de noticias. –Dijo la Dama, volviéndose a mirarlos– A ti, Thorin Escudo de Roble, te corresponde acompañar a Bilbo, mas muy pocos pueden verte. Si deseas que aquellos que no puedan verte lo hagan, deberás portar un objeto mágico que guardo desde hace tiempo, solo cuando desees aparecer ante ellos. Pero como dice vuestro compañero, el Rey Thranduil os habrá guardado rencor aunque luchasteis con gusto junto a él en la Batalla de los Cinco Ejércitos, además podría creer que sois una ilusión que el Señor Oscuro ha creado. Su hijo Legolas Hojaverde no se lleva muy bien con los enanos, por tanto deberéis tener cuidado al encontraros con él. Hay una elfa a la que debéis conocer, Tauriel, pero ella no es como Legolas y se puede hablar con ella.
–Si vamos a ver a Tauriel, habrá que llevar a Kili. –Rió Thorin.
–Desde luego no sería mala idea, los dos llorarían al reencontrarse, y habrá que dejarlos solos para futuros sucesos, digamos. –Rió Bilbo.
–También podéis llevar a Fili y Kili si así lo deseáis, serían dos compañeros más que os ayudarían. También he de advertiros. Tendréis que pasar muy cerca de la fortaleza de Dol Guldur, antigua morada de Sauron, supongo que Gandalf ya os habrá comentado todo lo que allí ocurrió, quién sabe si todavía la magia oscura del Mal seguirá allí. No deberíais temer por las arañas del bosque, se dice que desaparecieron el año pasado. De lo único que debéis cuidar es de no perderos en la inmensidad del bosque, ahora que no podéis tomar el camino élfico.
–Tendremos precaución, mi señora, no ha de dudarlo. Pero, antes de ir a preparar la partida, ¿no nos estarán esperando otros extraños seres en el bosque? –Preguntó Bilbo.
–Eso no puedo ni he de decíroslo, pues vosotros mismos debéis descubrirlo. Además, no creo que tengan tiempo de preparar la partida, Läfnir está muy cerca de Lothlórien ahora, debéis de salir con lo puesto y rápido. –Contestó Galadriel.
–Pues si no tiene nada más que añadir, partiremos de inmediato. –Dijo Thorin, intentando ser cortés y girándose hacia las escaleras.
–Antes de que se vayan. –Les detuvo la Dama– Thorin Escudo de Roble, has de llevar este diminuto frasco de agua de los arroyos más puros de este bosque. –Dijo acercándose a Thorin y dándole un pequeño frasco de agua, que parecía luz pura en realidad– En cuanto a usted, Bilbo Bolsón, ha de llevar este broche de hoja. Hoja de Lórien le decimos, así podrán saber que vienen por orden mía. –Dijo mientras le ofrecía a Bilbo un broche de acero con forma de hoja.
–Gracias por su ayuda, Dama Galadriel. –Agradeció Bilbo mientras se colocaba el broche en la parte derecha de la chaqueta.
~Ele_Smaug~-
Loca de remate desde hace 13 años, meh, no miento, estoy mu mal, PERO ZOY FELIZ. Aparte de eso soy una fangirl con DEMASIADOS fandoms que explotan mis feels y terminarán por hacerme morir: The Hobbit | Lord Of The Rings | Sherlock | Fargo | Pokémon | Sonic | Kingdom Hearts | Gamer | Tolkiendili. ¿Algo más? Mmm, MARTIN FREEMAN, MI JOHN/LESTER/BILBO ADORABLE Y ACHUCHABLE *O*
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Localización : Tomando café con Smaug~
Humor : Thorin, Fíli y Kili mueren... ;w;
Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Cap. 10: La verdadera aventura no ha hecho más que empezar...
Todos los elfos se reunieron en un pequeño claro del bosque. Estaban todos bien colocados en filas. Sus armaduras eran grisáceas, como si fueran de plata. Centelleaban a la luz del nuevo día que empezaba, frío y claro. Unos débiles copos de nieve empezaban a caer sobre el bosque y sus alrededores. El invierno comenzaba, y los enanos miraban hacia el este con aire nostálgico. Hacía ya dos años que descubrieron la puerta oculta, la entrada a Erebor. Habían pasado dos años de todo aquello, de que entraran a la Montaña Solitaria después de sesenta años aproximados. Hace dos años que contemplaron las cámaras inundadas de oro hechas tiempo ha. Thindúel acababa de llegar para reunirse con los elfos. Les daba órdenes en élfico, podría traducirse de esta manera: “El enemigo ya está casi en nuestras tierras. Aunque éste no sea más que un pequeño enfrentamiento, debemos tener precaución, ya sabéis como actúan las tropas de mi hermano. Bien, vuestra formación será la siguiente: Los arqueros irán por delante, por si se presenta algún jinete. La infantería abatirá a los ballesteros y arqueros. Yo y Haldir, incluyendo sus elfos, atacaremos a los espadachines e infantería. ¿Comprendido, elfos de Lórien?”Los elfos gritaron y asintieron. Se dirigieron al norte, por donde Läfnir iba a atacar.
Gandalf y los enanos se quedaron vigilando al oeste y al sur, pues sabían que Läfnir era listo y podría atacar por donde menos lo esperaban.
Bilbo y Thorin se encontraban ya fuera del bosque, al sureste. Deberían cruzar al otro lado del Anduin y caminar hacia el este un rato, hasta que ya se encontraran alejados de Dol Guldur. Después girarían al norte y entrarían en el Bosque Negro. Sabían que debían seguir todo recto hacia el norte, allí encontrarían el reino de Thranduil. Mas caminar siempre recto no iba a ser nada fácil en el ese bosque, el aire siempre estaba muy cargado y el camino hacia el norte era demasiado largo. Gandalf calculó que podrían tratarse de unas quinientas o cuatrocientas cincuenta leguas en total. Podría llevarles más de una semana aquél arduo viaje. Estaban listos para partir en barca hacia la otra orilla del Anduin. Miraron hacia atrás y la Dama Galadriel les decía adiós con la mano levantada.
–Namárië… –Dijo la elfa.
Bilbo le respondió inclinando la cabeza, y Thorin también mientras desataba las cuerdas de la barca. Thorin remaba y Bilbo repasaba mentalmente el itinerario del viaje. Las aguas del Anduin eran frías y claras, la nieve se posaba débilmente alguna que otra vez en el agua. Thorin estaba serio, puede que temiera que la guerra fuese a peor. No se habían alejado mucho de la orilla cuando Bilbo recordó algo.
–¡Fili y Kili! ¡Claro, se quedaron dormidos! –Exclamó llevándose las manos a la cabeza.
–¡Tienes razón! Intentaré hablarles mentalmente. –Dijo Thorin, que paró de remar.
El espíritu del enano era ahora de tonos azules. Cerró los ojos y murmuró, probablemente era aquello que intentaba decirle a Fili y Kili. Pronto volvió a abrir los ojos, soltó un suspiro como de impaciencia, después de todo, ellos seguían siendo sus sobrinos. Empezó a remar hacia atrás. En aquella barca blanca cabrían los cuatro, aunque puede que apretujados. Las voces de los enanos salieron de los árboles y corrieron hacia el pequeño puerto donde estaban las barcas.
–¡Perdonad el retraso! En realidad, no nos quedamos dormidos, sino que estuvimos consultando algunas cosas con Gandalf. –Se disculpó Fili.
–Tienes razón hermano, sentimos haber retrasado vuestra partida. –Se disculpó también Kili.
Los jóvenes espíritus enanos saltaron a la barca.
–Cambiando de tema, ¿vamos a ver a Tauriel, verdad? –Preguntó Kili, sonrojándose.
–Supongo que sí, y os dejaremos solos a los dos enamorados. –Rió Bilbo.
–¡Un poco de respeto! –Exclamó Kili, enojado.
Todos reían por el comentario de Bilbo, y Kili estaba sonrojado y enojado.
Los elfos ya habían llegado al norte del bosque. Se detuvieron todos en las posiciones que Thindúel les indicó anteriormente. Estaban todos serios y firmes. Thindúel y Haldir se encontraban frente a ellos. Ya se escuchaban a lo lejos las fuertes pisadas de los orcos y sus tambores de guerra, y también sus sonoros y horribles chillidos en lengua negra. Entonces, Thindúel saltó a los árboles para adelantarse y poder observar cuánto les quedaba a los enemigos para llegar a la posición de los defensores. Pudo observar que Läfnir los lideraba caminando delante. Los orcos llevaban antorchas, pensarían quemar el bosque, seguramente. Por delante estaban los arqueros elfos y orcos, y detrás guardianes orcos y espadachines trasgos. Las armaduras de los orcos y trasgos estaban muy desgastadas y eran oscuras, salvo por algún trazo oxidado en ellas. Las armaduras de los arqueros elfos también oscuras, aunque algo más cuidadas, pues seguían siendo elfos. Todos llevaban cascos que detrás terminaban en una afilada garra, había dos pequeños huecos para los ojos y dos agujeros más abajo para la nariz. Después se fijó en su hermano, Läfnir. De piel oscura y cabello rubio oscurecido también. Los ojos eran rojos, y su pupila sólo era una raya, algo parecida a la de los gatos, debajo del ojo derecho tenía tres grandes rasguños, mientras que en el izquierdo tenía una cicatriz semejante a la de su hermano. Tenía otra gran herida en el lado izquierdo de la cara. Su boca parecía cosida. La armadura que tenía de cintura para arriba se dividía en dos partes: la dividían unos bordes de color verde oliva, la parte de arriba era azul marino con un gran ojo naranja en ella (el ojo de Sauron), la parte de abajo era de un color verde oliva más claro. Llevaba una larga camisa gris oscura debajo que terminaba en unas puntas violetas. También poseía unos brazaletes triangulados de tonos azules oscuros con el ojo de Sauron también en ellos, unas cuerdas los agarraban a su muñeca. Llevaba pantalones marrones que enrollaban una especie de enredaderas amarillentas. Las botas eran de un tono verde y oscuro, y además les faltaban trozos de la bota en el talón y casi en la punta del pie. Thindúel parecía sorprendido al ver así a su hermano, jamás pensó que tendría que librar una batalla contra él para salvar a la Tierra Media. Thindúel se retiró saltando entre las hojas nevadas de los árboles. Volvió con el batallón e informó de lo que vio. Calculó que les separaban menos de cinco minutos de los enemigos. Thindúel cerraba los ojos y suspiraba, intranquilo, intentando escuchar con más claridad los pasos y tambores de los orcos. Haldir supo de esta intranquilidad y le puso una mano encima del hombro para calmarle, y Thindúel también posó una mano encima del hombro de Haldir, los dos sonrieron. Los demás elfos estaban muy serios y quietos, los batallones de elfos siempre suelen ser así; no pierden la calma ni salen huyendo, pues han vivido demasiadas guerras como para escapar corriendo. Pasaron dos minutos, la hueste de Läfnir estaba ya muy cerca de ellos, los sonidos de los tambores retumbaban con más fuerza y ahora también se podían escuchar gritos de los capitanes elfos y orcos, además de algún que otro quejido de un trasgo. Ya se les podía ver, en uno o dos minutos habrían llegado. Haldir ordenó tocar el cuerno de los elfos para dar la bienvenida al enemigo. El sonido del cuerno retumbó en los alrededores y aceleró la marcha de Läfnir. Al fin llegó el enemigo. Läfnir ordenó a un trasgo tocar el cuerno. El sonido de éste era fuerte y a la vez algo aterrador. Thindúel y Läfnir se adelantaron.
–Por fin te dignaste a aparecer, hermano. –Dijo Läfnir.
–No deberías hablar tanto, Läfnir, en verdad eres tú el que ha tardado en revelarse. –Contestó Thindúel.
–Bien, basta de hablar y que comience la batalla de una vez. Hemos tardado mucho tiempo en enfrentarnos, hermano, y éste será sólo nuestro primer encuentro de muchos próximos que han de venir. –Dijo Läfnir.
Los dos hermanos volvieron a sus posiciones iniciales. Thindúel mantenía su rostro serio, mientras que Läfnir mantenía una sonrisa de seguridad y orgullo. Haldir y Thindúel se miraron y asintieron, como que ya era hora de empezar. Los dos ejércitos cogieron sus armas. Thindúel dio la orden a su batallón, mientras que Läfnir dio la orden al suyo. Los elfos de Lórien comenzaron a disparar flechas contra los espadachines trasgos que osaban acercarse, mientras que la infantería corría hacia los ballesteros. Los orcos, trasgos y elfos de las Montañas Nubladas dispararon flechas, gritaron y atacaron a sus enemigos. Thindúel y Läfnir corrieron el uno hacia el otro, los dos sosteniendo grandes espadas élficas. Sus espadas chocaron en un sonoro golpe, y se separaron en menos de un segundo. Eran dos hermanos enfrentados ahora, y un terrible destino le podía deparar a uno de ellos.
Ya habían pasado la pequeña zona boscosa de la orilla este del río Anduin. Bilbo y los espíritus de Thorin, Fili y Kili caminaban ahora hacia el misterioso y encantado Bosque Negro. El paisaje que observaban ahora estaba cubierto de hierba amarillenta y nevada, aún se podía observar una pequeña flor en el suelo luchando contra el invierno. También había a veces pequeñas superficies con agua helada. Bilbo tenía frío, pero los espíritus no pueden sentir el calor o el frío del mundo de los vivos.
–Tenemos que darnos prisa o yo acabaré muriendo congelado. –Dijo Bilbo tiritando.
–Ya no nos queda mucho para girar hacia el norte. Se pueden divisar ya los árboles del Bosque Negro muy cerca. –Afirmó Thorin.
–¿Puedo parar un segundo? Creo que será mejor que me arrope con una manta, y además me está empezando a entrar hambre. –Dijo Bilbo.
–¡No te hacía falta preguntar! Nosotros podemos esperar, pero mejor que sea algo rápido y que no tardes más de quince minutos. Deben de ser ya las ocho o las nueve. –Contestó Fili a Bilbo.
Ya el sol se había levantado y brillaba entre las blancas nubles y se reflejaba en los copos de nieve. Soplaba un aire gélido de invierno. Bilbo puso su mochila en el suelo y rápidamente sacó una manta de lana gris y se envolvió en ella, también sacó un trozo de lembas, un pan hecho por los elfos. Tan pronto como sacó la comida y la comió, cerró la mochila y se la colgó a la espalda.
–Ya podemos continuar, y mejor que sea deprisa, pues aunque llevase diez mantas moriría congelado. –Dijo Bilbo tiritando mientras comenzaba a caminar.
Los espíritus le siguieron. Thorin iba ahora delante guiándolos. Acababan de perder de vista los picos rocosos y oscuros de la fortaleza abandonada de Dol Guldur. La niebla era ahora más espesa y fría.
–Debemos girar ya hacia el norte, hemos dejado ya atrás Dol Guldur. –Informó Thorin– Se está levantando aire ahora, probablemente haya una ventisca, ¡movámonos! Tenemos que llegar al bosque lo antes posible para intentar refugiarnos de ella.
–Tenemos el bosque a escasas leguas de nuestra posición, si aligeramos el paso tardaremos poco tiempo. –Dijo Kili.
Comenzaron a caminar más rápido, y el aire gélido molestaba cada vez más a Bilbo. La hierba estaba ahora totalmente cubierta de nieve. Las pisadas de los espíritus y el hobbit se hundían en la nieve y costaba cada vez más andar. Su caminata se hacía más dura cada minuto. La ventisca había comenzado hace poco. Incluso el fuerte viento era un problema para los espíritus. El pobre Bilbo casi no podía andar, en un momento de la caminata casi cae al suelo por la fuerza del viento y el cansancio.
–¡Thorin! Llevamos ya un buen rato dirigiéndonos al bosque, ¿cuánto falta? ¡A este paso acabaré sepultado bajo la nieve! –Dijo Bilbo.
–¡Por lo menos uno o dos minutos más! ¡Intentemos aligerar algo más el paso! –Contestó Thorin al hobbit.
–Dudo que nos sea posible, tío Thorin, pues esta ventisca no nos deja ver mucho más lejos de nuestras narices. –Objetó Fili.
–Intentémoslo al menos, o al final incluso nosotros acabaremos siendo arrollados por el viento. –Respondió Thorin.
En verdad no podían ver más lejos de sus propias narices. Thorin intentó empujar la nieve con los pies para crear un camino, mas no parecía funcionar. Tuvieron que hacer algo más de fuerza con los pies para caminar. Ya estaban muy cerca del refugio que les parecía ahora el Bosque Negro. En un minuto ya podían encontrar las nevadas hojas de los árboles sobre sus cabezas. En poco tiempo la tormenta de nieve pareció amainar. Cerraron los ojos para pasar entre unos matorrales al bosque. Al volver a abrir los ojos observaron de nuevo los árboles y hojas oscuros. Había grandes troncos tirados en el suelo, húmedos y llenos de musgo. También se podían ver las grandes raíces de los árboles en el exterior del suelo cubiertas de hojas.
–Henos de nuevo en el Bosque Negro. Recuerdos oscuros tenemos de este sitio, esperemos no correr la misma suerte que hace unos años… –Comentó Bilbo.
–Eso espero, señor Bolsón, pronto veremos si las cosas han cambiado y si la suerte estará de nuestro lado. –Dijo Thorin.
Gandalf y los enanos patrullaban el suroeste de Lothlórien, pero no parecía haber allí algún ejército planeando atacar.
–Gandalf, por aquí no hay rastro de enemigo alguno, ¿por qué no volvemos al bosque? –Dijo Bofur, mientras bostezaba.
–No debemos fiarnos del enemigo, Bofur, pues perfectamente sabéis que Läfnir y sus ejércitos son muy traicioneros, mejor montar guardia por si llegan orcos que planeen quemar y atacar el bosque. –Respondió Gandalf al enano.
–Pues en ese caso son muy silenciosos o se esconden muy bien. –Comentó Nori.
–Tened paciencia, seguramente dentro de poco vendrá algún pequeño ejército y podréis luchar todo lo que os plazca. –Dijo Gandalf.
–Eso espero, llevamos aquí casi desde que amaneció y ésto está empezando a ser un poco aburrido... –Dijo Gloin.
Entonces, todos se giraron al escuchar unos pasos que escucharon cerca de ellos. No eran los pasos de los orcos, ni mucho menos. No parecía tener miedo el caminante y el sonido de sus pasos parecía de seguridad. Sabía que los enanos y Gandalf estaban allí. Parecían ser dos personas las que caminaban, mas no se sabía afirmar con certeza si se trataba de un elfo o un hombre, descartaron que pudiera ser un enano al no caminar con paso firme y fuerte. Se agruparon todos y sujetaron las armas con fuerza y fiereza. Los pasos sonaban cerca, mas no sabían en qué dirección venían, parecían escucharse a izquierda y derecha, y giraron varias veces sobre sí mismos para intentar divisar a alguien.
–¿Buscan a alguien? –Dijo una voz detrás de ellos.
Dieron la vuelta y vieron a dos personas. Uno de ellos, un hombre joven, alto y robusto de corto cabello cobrizo. Sus ojos eran verdes y sonreía. Vestía una armadura granate y verdosa desgastada, unas botas marrones y portaba una gran espada. A su lado había una mujer también joven, alta y morena, de pelo negro y ojos azules y brillantes. También sonreía y sostenía un largo arco azul marino con formas de plata talladas en él. Vestía un vestido con una armadura de color verde azulado, algo desgastados, y unas botas azules.
–Si se me permite preguntar, ¿quiénes son ustedes? No me suena haberlos visto por aquí... –Preguntó Gandalf, extrañado por la apariencia de los dos desconocidos.
–Yo soy Árnd, hijo de Árondir, y ésta es mi hermana Ánoyr. –Contesto el chico joven.
–Vinimos aquí buscándole, Mithrandir, necesitamos algo de su ayuda.–Dijo la chica, llamada Ánoyr.
–¿Qué necesitan? Se me hace conocido el nombre de vuestro padre, mas nunca había escuchado que tenía hijos. –Respondió Gandalf.
–Vuestra ayuda, señor. Venimos desde Gondor, y sabrá que ese camino hasta aquí no es precisamente corto. Bien, traemos noticias y no muy agradables, por desgracia. Encontramos uno de esos Cristales de los que Saruman nos informó hace poco, y tememos que ocurra alguna desgracia por ese extraño objeto. Lo que ocurre ahora es muy preocupante, pues nuestro señor Denethor desea al Cristal y creemos que no le hará bien a nuestro pueblo, por eso decidimos acudir a usted por consejo. –Dijo Árnd.
–Bien, lo que me plantean puede ser muy grave aunque no lo aparente. Yo suponía que si encontrasen el Cristal, Denethor enloquecería. Mas ahora no nos será de mucha utilidad, pues aquellos a los que deberíamos darles el artefacto andarán ya en el Bosque Negro. –Contestó Gandalf.
–Disculpe, Gandalf, pero, ¿a quiénes debemos de dar el Cristal? –Preguntó Ánoyr.
–A un mediano y tres espíritus de enanos. Un grupo extraño les podrá parecer, pero pueden cumplir esta misión perfectamente. –Respondió Gandalf.
–¿Un mediano y tres espíritus? ¡Muy raro, en verdad! No sé mucho sobre los hobbits, pero me parece extraño que aún haya alguno de su raza que aún se atreva a salir a una aventura. –Comentó Árnd.
–A mi también me extraña a veces, no lo niego, pero los espíritus me tienen algo preocupado... Y además otra cosa también extraña es que el hobbit es uno de los pocos que puede verlos. No sé cómo ni por qué, y aunque no lo parezca, esto me inquieta mucho... E incluso puede que el equilibrio de la Tierra Media se esté rompiendo con todos estos sucesos. Podrían acontecer cosas muy graves aunque no se aparenten, y temo por todo lo que pueda ocurrir. –Dijo Gandalf.
–¿De verdad es todo esto tan grave? No nos habíamos preocupado tanto. Entonces, ¿qué debemos hacer nosotros? Ayudaremos en lo que nos sea posible para evitar un desastre. –Dijo Ánoyr.
–Podríais acompañarnos en la lucha contra Läfnir y, probablemente, contra el Señor Oscuro. Deberíamos de vigilar las tierras del sur, y mejor si empezamos con Gondor, demasiado cerca está de la oscura tierra de Mordor. ¿Qué os parece la idea, enanos? –Dijo Gandalf, girándose hacia los enanos.
Habían permanecido todos callados escuchando a Gandalf y los dos chicos, y se quedaron boquiabiertos con todo lo que habían escuchado.
–¿Ir a Gondor supone también perseguir a los ejércitos de Läfnir de esas tierras? –Preguntó Bofur.
–Si encontramos a algún grupo de su ejército por aquí, lo detendremos sin dudarlo. –Respondió Gandalf.
–Entonces, ¡os acompañaremos encantados! Si no hubiese batalla en la aventura, no seríamos guerreros enanos, ¡y no hay nada que le guste más a un guerrero enano que cabezas de orcos cortar! –Dijo Gloin.
–¿A qué esperamos entonces? ¡Avisen a la Dama de Lórien de nuestra partida! Además, ella también nos podría aconsejar sobre esto. Debemos emprender el camino a Minas Tirith cuanto antes, y esperemos que no nos sea dura la ruta. –Dijo Árnd.
–¡En seguida iremos! Esperemos que sean tan buenos luchadores como nos muestran vuestras armaduras y armas. –Dijo Oin.
Diciendo esto, Árnd y Ánoyr esperaron sentados debajo de un arbol cercano a ellos mientras que Gandalf y los enanos se giraron y volvieron a Lothlórien. Entraron de nuevo en el bosque y caminaron deprisa hacia adelante. Había dejado de nevar hace rato. Las hojas del suelo del bosque relucían blancas y grises con la nieve que empezaba a desaparecer sobre ellas. No vieron ahora a ningún elfo a su alrededor, pues seguirían más al norte en la batalla contra Läfnir. Tardaron poco en encontrar a la Dama Blanca, y ésta se giró hacia ellos.
–¿Qué os trae de nuevo a mis bosques, Mithrandir y compañía? –Preguntó la elfa, extrañada.
–Venimos a informarle de nuestra partida a las tierras del Sur, mi señora. –Explicó Gandalf– Hemos encontrado a dos hermanos, una mujer y un hombre, que vienen de Minas Tirith. Vinieron buscándome a mi y a mi consejo, pues han encontrado un Cristal Mágico en la ciudad y no confían en que Denethor no le eche mano para alguna cosa extraña, y yo tampoco confío mucho en él, a decir verdad. Por eso debemos partir hacia la ciudad blanca, y en nuestro camino quizá avistemos algún pequeño grupo de lacayos de Läfnir y podamos acabar con ellos. ¿Le parece una idea sensata, mi señora?
–Un giro inesperado ha dado vuestra misión, un giro tan extraño que ni yo misma lo esperaba. –Dijo Galadriel– Una idea sensata no es del todo, mas no podemos hacer otra cosa por el momento. Y bien, antes de que partáis hacia Gondor, ¿podrías darme el nombre de esos dos muchachos?
–Árnd y Ánoyr, hijos de Árondir. El nombre del padre se me hace conocido, mas no el de los chicos. ¿Le suenan a usted de algo? –Dijo Gandalf.
–Me temo que sé lo mismo que usted, Mithrandir, conocí al padre, mas no escuché hablar de sus hijos. Os deseo suerte en esta nueva misión vuestra, recordad que a cuantas más fuerzas de Läfnir derrotéis, menos poder tendrá el enemigo en el futuro. Yo no puedo hacer más por vosotros, si quieren puedo enviar a Thindúel con el mediano y los espíritus para que les deje el Cristal. Namárië, Mithrandir. –Dijo Galadriel.
–Que así sea, mi señora Galadriel, namárië.
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Re: El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Capítulo 11: Tenebroso Bosque Negro, ¿qué maldad nos traes ahora?
Llevaban ya media hora en el oscuro bosque, mas ellos la noción del tiempo empezaban a perder. No había señales de vida por allí: ni sonidos, ni movimientos ni ojos que observaban. Las arañas ya habían desaparecido de allí, eso sin dudarlo, pero, ¿quién sabe si no se podían ocultar otro tipo de criaturas extrañas? Si había un Cristal cerca, no cabía duda de que podían pasar cosas raras e inesperadas. Iban caminando entre los árboles oscuros con hojas grises, en las que ni un solo rayo de sol se filtraba aunque la mañana estuviese avanzada. Thorin había comenzado a resoplar, la pesadez del aire empezaba a molestarlo. Fíli y Kili hasta empezaban a cabecear, como si algo les diese ganas de dormirse. Bilbo había tropezado más de una vez con sus cansados pies.–¿Cuánto tiempo llevamos en este sitio maldito? –Dijo Bilbo, rompiendo el pesado silencio.
–Supongo que no más de una hora, pero no sabría afirmarlo con certeza, pues la oscuridad de este lugar empieza a afectarme... –Respondió Fíli.
–Pero debemos de pensar en positivo, pues por una parte, si encontramos el Cristal en este sitio oscuro, después podremos destruirlo junto con los otros y salvar la Tierra Media. –Comentó Bilbo, pero la cara que tenía no aparentaba exactamente ese mismo pensamiento.
–Y por el lado negativo, si no lo conseguimos, moriran todos los habitantes de la Tierra Media y el resto de este mundo. –Contestó Thorin al comentario.
–Y con razón, Thorin, incluso los que estamos muertos sufriremos. –Dijo Kili.
–¡Vamos, no tengáis tales pensamientos! –Exclamó Bilbo, girándose hacia Thorin, casi llorando. –¡No digáis esas cosas! Esta vez no dejaré que pase lo mismo que en la Batalla de los Cinco Ejércitos y que muchas personas mueran. Esta vez lo impediré, porque no quiero que acaben como vosotros. No dejaré que el mundo se suma en una oscuridad total donde el caos reine y la luz se haya extinguido para siempre, al menos mientras yo viva y me llame Bilbo Bolsón. –Dijo el hobbit, enfadado y llorando, pues esos comentarios negativos no le habían gustado nada.
Fili y Kili lo miraron, atónitos, no habían visto nunca, en ningún momento, a Bilbo actuar así. Thorin se acercó a él y le puso una mano en el hombro, sonrió.
–Eso es lo que debes pensar en todo momento, Bilbo. Si yo he dicho esas palabras, era para ver cómo actuabas, quería ver que pensabas sobre todo esto. Quería ver lo que sentías. Me has dejado claro que no abandonarás la misión, no al menos en este punto. –Dijo Thorin.
–Pues ya has visto cómo es mi forma de pensar. Bien, ahora pues creo que deberíamos aligerar algo el paso, tengo una extraña sensación. O nos están observando o están hablando de nosotros. Lo presiento. –Dijo Bilbo, mientras observaba a su alrededor.
Aligeraron algo el paso, sin importar los tropiezos que daban o las ramas que les arañaban la cara. Aquel bosque estaba maldito, incluso los espíritus de los enanos podían herirse allí con cualquier objeto. Continuaron una hora caminando y sin hablar, apenas podían escuchar u oler. Bilbo comenzó a resoplar, pero siempre mantenía la cabeza alta, sin olvidar lo que había dicho antes. No quería que toda la Tierra Media, incluido él, sufriese el dolor y la destrucción que la Sombra podía causarles. La Batalla de los Cinco Ejércitos había sido suficiente para él, no quería volver a encontrarse en una guerra de la que no pudiera escapar y las únicas opciones fueran morir o luchar, o éstas dos juntas. Thorin pensaba, con su rostro serio de siempre, supongo que pensaría en el asunto que se cernía sobre ellos. Los Cristales, Läfnir... ¿Por qué ahora? ¿Qué podía significar todo aquello? ¿Qué papel tenían esos Cristales? Ni el más sabio podría decirlo. Fili y Kili observaban el Bosque Negro, que no había cambiado demasiado en cuanto a unos años. Entonces, algo rompió aquel silencio sepulcral. Pareció que algo bajaba por el tronco de un árbol. Bilbo, quien iba delante, se detuvo al escucharlo.
–¿Han oído eso o ha sido mi mente distraída? –Preguntó el hobbit.
–Me temo que no solo lo has oído tú. –Respondió Kili.
–Podría ser que el silencio y el aire pesados de este bosque nos estén afectando. –Dijo Fili.
–No, te equivocas. Algo ha bajado de esos árboles, araña o no, es algo peligroso. Antes me pareció ver un resplandor amarillo en una rama, y luego desapareció deslizándose por detrás de esta. Nos están observando, y eso significa que podríamos estar perdidos en cualquier momento. –Dijo Thorin.
–Entonces será mejor que andemos con cautela. –Dijo Bilbo, tragando saliva. –Será mejor que miremos dónde vamos a pisar, no vaya a ser que nos topemos con algún ser extraño y despreciable.
Continuaron andando, esta vez más cautelosos, mirando en dónde ponían cada pie. Debajo de cada raíz y de cada hoja. Ese sonido no les había gustado mucho, mejor dicho les había disgustado y puesto alarmados. Cuando en el Bosque Negro suena algún sonido extraño, puedes temerte lo peor. Incluso cuando no se oye absolutamente nada, puede ocurrir algo insesperado, como un asalto por elfos guardianes, pero este no era el caso al estar tan lejos aún del reino de Thranduil. Podría decirse que "apenas" habían entrado en el bosque. Tan amplio era. En otros tiempos había sido verde y alegre, pero desde que llegaron otras edades... Se escucharon más sonidos, como algo deslizándose por las hojas, solo que esta vez parecían muchas más criaturas, probablemente. Bilbo estaba ya demasiado intranquilo, cada vez que escuchaba un sonido miraba hacia un lado y a otro, mas no conseguía ver nada de nada. Kili había cogido su arco, y Fili desenvainado dos de sus espadas. Thorin estaba observando los árboles, intentando ver alguna cosa extraña, y más de una vez había visto algún punto amarillo deslizándose en las negras ramas. Empezaba a sospechar de lo que podría tratarse, y supo que sus sospechas eran ciertas al escuchar una especie de susurro cerca de su oío.
–Preparad las armas, estamos rodeados. –Dijo Thorin, mientras desenvainaba su espada.
–¿Rodeados? –Dijo Bilbo, cogiendo el mango de Dardo.
–Así es. Por reptiles resbaladizos, corrompidos por el Cristal del Bosque Negro. –Respondió Thorin.
–¿S-Serpientes? ¿En el Bosque Negro? No me suena haber escuchado algo sobre que hubiera esa clase de reptiles por aquí. –Susurró Bilbo, asustado.
–A mi tampoco se me hace familiar que aquí haya serpientes, debe de haber sido una treta del Cristal, o Läfnir o Sauron. Además, deben tener alguna habilidad extraña al estar relacionados con éste, debemos tener cuidado.
Bilbo asintió. Entonces repararon en una cosa, ¡Fili y Kili habían desaparecido! No se encontraban ni al lado ni tras ellos. Las serpientes debieron haberlos capturados mientras estaban desprevenidos. Entonces, Bilbo retrocedió inconscientemente, chocando de espaldas contra un árbol. Escuchó un siseo por encima de su hombro derecho, y con la mano de este brazo cogía el mango de Dardo. Miró de reojo, y pudo ver cómo unos ojos amarillos espeluznantes lo observaban atentamente, inmóviles, y luego cómo abría la boca mostrando unos grandes colmillos plateados, de los que goteaba una sustancia verde -probablemente veneno-. Bilbo se quedó inmóvil, intentando contener la respiración, mirando a aquel ser negro. Podría ser una serpiente, mas estaba totalmente corrompida. Era totalmente negra, con unas manchas amarillas que relucían con un resplandor fantasmal. Quién sabe lo que podría hacer una de esas serpientes con sólo rozar una parte de un cuerpo mortal con un colmillo, o incluso de un inmortal o espíritu. Cuando se aseguró de que aquel ser ya no lo observaba, comenzó a caminar lenta y sigilosamente hacia el lado de Thorin.
–¿Qué hacemos ahora, Thorin? –Preguntó Bilbo, susurrando.
–Tenemos dos opciones: bien quedarnos aquí quietos o bien luchar contra estos seres inmundos. ¿Cuál es la más sensata? No lo sé, pero yo aconsejaría la segunda opción. –Respondió Thorin, sujetando firmemente su espada.
–Pues, en este caso. –Dijo Bilbo, desenvainando a Dardo– Que debemos afrontar el peligro, ya tendremos tiempo de decidir lo que es sensato y lo que no. Ahora debemos enfrentarnos a las serpientes y salvar a Fili y Kili.
Thorin miró a Bilbo sonriendo de lado, y el hobbit le devolvió la sonrisa. Los dos sujetaron firmemente sus espadas y miraron a su alrededor. Se dieron cuenta también de una cosa: los seres poseídos por los Cristales tienen la misma habilidad que Bilbo para ver y tocar espíritus, por eso mismo, ni Thorin, Fili y Kili podían escapar de ellos. Parecía ser que Thorin estaba pensando en algún plan o intentando hablar con Fili y Kili para saber dónde se encontraban, aunque eso no sería muy posible si bien los hubieran capturado.
–Thorin, creo que deberíamos darnos prisa o de lo contrario acabaremos siendo comida para las serpientes. –Dijo Bilbo.
–No, estas serpientes no tienen hambre... Están a las órdenes de Läfnir o mejor dicho, Sauron... –Respondió Thorin.
–¿Sauron? No lo comprendo, ¿acaso no fue derrotado hace tiempo?
–Eso se cree, pero su espíritu sigue aquí, en la Tierra Media, y parece que controla a Läfnir. ¿Recuerdas lo que le ocurrió a Saruman en Orthanc? Un simple elfo con conocimientos de magia negra no podría coger desprevenido de ese modo a un mago tan poderoso, tan solo el poder de un Señor Oscuro podría lograrlo.
–Entonces quieres decir que buscan los demás Cristales...
–Y puede que no solo eso... –Susurró Thorin, tragando saliva.
–¿A-a qué te refieres? –Preguntó Bilbo, preocupado.
–A nosotros, Bilbo. A ti, a mi, a Fili y a Kili.
–E-espera, ¡¿por qué a nosotros también?!
–Quiere nuestras vidas y almas, para no estorbarlo.
–Pues entonces debemos impedirlo. –Dijo Bilbo, sujetando a Dardo con las manos firmes.
Thorin estaba a punto de decirle algo, pero decidió que no era el mejor momento y debía esperar. Así pues, los dos respiraron hondo y por un momento se quedaron callados. Sintieron entonces que un escalofrío les recorría la espalda; las serpientes se acercaban más a ellos por detrás. Ahora se podía apreciar un ojo rojo en la piel negra de los reptiles: la marca de Sauron. De repente, una furia extraña se apoderó de Bilbo e hizo que Dardo resplandeciera azul. no había cerca ni orcos ni trasgos , pero aún así Thorin sabía por qué brillaba: un Cristal de los que llevaban había despertado y su poder había sido transmitido a Bilbo, era el Cristal encontrado en Orthanc, que al parecer proporcionada fuerza en las batallas. Antes de darse cuenta de lo que hacía, Bilbo saltó a la lucha contra las serpientes, y Thorin le siguió. Cortaron por la mitad y en diversos trozos a los reptiles, pero cuantos más mataban, más acudían a la batalla. Una feroz llama ardía en el corazón de Bilbo, que no estaba cansado ni mucho menos todavía. Thorin seguía preocupado por sus sobrinos, pues aunque ya murieron una vez, aún sus almas podían dejar completamente este mundo, y sólamente los seres corrompidos por una gran oscuridad como de Morgoth o Sauron lo lograrían, y aquellas serpientes de seguro que podían.
Parecía que las serpientes renacían una y otra vez puesto que no paraban de saltar hacia Bilbo y Thorin, mucha suerte tuvieron de que ninguna les mordiera, al menos de momento. El extraño poder del Cristal se iba desvaneciendo, y con ello la llama en el corazón de Bilbo se apagaba y era más consciente de lo que estaba haciendo, por lo que su indeguridad y miedo se volvían a apoderar de él. Paró por un momento de blandir a Dardo y observó a su alrededor, pestañeó un par de veces y ya supo qué estaba haciendo: luchar contra unas serpientes oscuras en una batalla en la que salir victorioso parecía imposible. Entonces, se sintió como mareado y Dardo cayó al suelo, sintió algo cerca de su tobillo y se giró: una de aquellas serpientes le había mordido... Comenzó a sudar y a marearse todavía más, su piel se volvió muy pálida y sentía fuertes dolores en la pierna, como se se la perforaran. Cayó de rodillas al suelo. Thorin se giró y lo vió.
–Thorin... –Dijo Bilbo mirando al espíritu, con una voz ahogada.
–¡Bilbo! ¡Aguanta! –Gritó Thorin, corriendo hacia el hobbit.
–Corre... Salva a Fili y a Kili, sálvate a ti mismo...
–¡No! ¡No te dejaré aquí tirado!
–¡Corre! Yo ya no puedo seguir... No puedo mover las piernas... Por favor, huye...
–¡Jamás! –Gritó el enano.
Thorin cogió a Bilbo y lo echó sobre su hombro, con la mano derecha blandía a Orcrist. Por muy raro que parezca, podían apreciarse lágrimas en la cara del espíritu de Thorin, y es muy raro ver llorar a un enano de su carácter, claro que Bilbo ya lo salvó muchas otras veces, y por mucho que le costase asimilarlo antes; aquel hobbit era su amigo.
Todavía faltaban muchas leguas para llegar al norte del Bosque Negro, y las deberían recorrer en cinco días por lo menos, aunque Thorin acortaba las distancias corriendo con Bilbo sobre su hombro. Fili y Kili no aparecían, el estado de Bilbo iba a peor con cada paso que daban. Thorin estaba solo, perseguido por serpientes corrompidas por Sauron.
–Pero, ¿cómo pueden haber sido corrompidas si...? –Pensó Thorin en voz alta, y entonces recordó algo que no se les había pasado por la cabeza– ¡El Cristal! ¡El Cristal del Bosque Negro! ¡Cómo no me había dado cuenta! –Exclamó y se giró y comenzó a correr de nuevo hacia donde había venido.
En efecto, el Cristal del Bosque Negro había "creado" serpientes con los poderes oscuros de Sauron. Si Thorin encontraba y cogía ese Cristal, quizá podría deshacerse de los reptiles malditos y quizá sanar a Bilbo. Entonces, algo o más bien, alguien, bajó de las ramas de un árbol.
–¡Tío Thorin! –Exclamó una voz.
–¡Lo encontramos, sabemos dónde está el Cristal! –Exclamó una segunda voz.
¡Eran los espíritus de Fili y Kili, estaban a salvo!
–¡Fili! ¡Kili! ¡Deprisa, a Bilbo no le queda mucho tiempo! –Exclamó al ver a sus sobrinos sanos y salvos.
–¿Qué le ocurre? –Preguntó Fili.
–Le mordió una serpiente... –Respondió Thorin.
–¡No hay tiempo que perder, pues! –Exclamó Kili, señalando a uno de los árboles– Vimos el Cristal muy próximo a ese árbol. Sube tú con Bilbo, Fili y yo nos encargaremos de las serpientes.
–Pero no puedo dejaros solos. –Replicó Thorin.
–¡No, Thorin! ¡Tú tienes que salvar a Bilbo! Nosotros dos sabemos apañarnos solos, recuerda que tuvimos un buen maestro. –Dijo Fili.
Thorin suspiró e hizo caso a sus sobrinos, se dirigió a unos de los árboles y empezó a trepar como pudo, siempre sujetando a Bilbo para que no cayese. Fili y Kili intentaban mantener a raya las serpientes, y mucha suerte fue la que tuvieron. Thorin llegó muy cerca de la copa del árbol cuando observó un resplandor amarillo muy cerca de ellos. Entonces, Bilbo abrió los ojos y respiró fuerte. Thorin lo notó y se giró hacia él, mientras lo dejaba en una rama lo suficientemente grande como para que no cayese.
–¡Bilbo, aguanta! ¡Ya casi está! –Exclamó Thorin.
–Thorin... Rápido... Coge alguno de los Cristales y úsalo... Tu principal prioridad ahora es encontrar el Cristal de este bosque... –Dijo Bilbo como pudo, pues aún le faltaban fuerzas para hablar.
–Y tú vendrás conmigo.
–¡No... vete! Déjame aquí, no me pasará nada, te lo juro.
–Pero...
–No pasa nada, ve tranquilo. Luego puedes volver a por mi, si así lo quieres.
Thorin soltó un suspiro. –Está bien... Pero prométeme que no te morirás, al menos no aún.
–Te lo prometo... –Respondió Bilbo susurrando, mientras intentaba sonreir.
Entonces, Thorin dejó al hobbit en esa rama y comenzó a saltar por los árboles para intentar divisar el condenado Cristal. Seguía viendo resplandores amarillos por los árboles, pero no daba con lo que buscaba. Quizá serían solo engaños que el mismo objeto había hecho para despistar a los intrusos. Por más que buscaba no lo encontraba, y entonces cogió uno de los Cristales que él había guardado, con la esperanza de que le ayudase a encontrar el Cristal del bosque. Lo observó atentamente, ahora mismo era negro, e intentó pensar en algo para activarlo. Recordó cada cosa que pasó cuando se activó el Cristal que ayudó a Bilbo a luchar contra las serpientes y aumentó su fuerza. Desde luego, no había ningún indicio que le pudiera ayudar. Observó el Cristal de nuevo centrándose en cada detalle, parecía que se reflejaba su rostro en él por muy negro que fuera. Se lo acercó aún más a la cara para ver si podía ver dentro de él, mas nada pasaba. Sintió entonces un impulso a intentar hacer algo, no sabía exactamente lo que era, pero debía de hacer ese 'algo' que su corazón y su mente le decían que hiciera. Sostuvo el Cristal alejándolo un poco de su cara con una mano, cerró los ojos y comenzó a recitar palabras en su idioma enano, probando si aquello podía funcionar. Fue entonces cuando se apoderó de él una extraña fuerza, y abrió los ojos. Estaba rodeado de una especie de aura blanca, y el Cristal comenzaba a brillar un poco con ese mismo color. Recitó algunas palabras más, de lo que parecía ser, una canción de tiempos remotos. Miraba fíjamente al Cristal y observó cómo dentro de éste se encendía un fuego que empezó a calentar su mano. Vió entonces como un ojo de dragón aparecía en el Cristal y dentro de Thorin se desató una gran furia ardiente que al parecer le dío el objeto mágico, y hubo un gran estruendo que se debió oír en los alrededores, además de un gran temblor. Fili y Kili lo sintieron, mientras que las serpientes se alejaban de ellos, y se miraron.
–¡Ha tenido que ser el tío! –Exclamó Fili, mirando para el lado del que vino el estruendo.
–¡¿Habrá encontrado el Cristal?! –Dijo Kili.
–No sé, pero nosotros debemos de seguir manteniendo quietas a estas serpientes.
–¡Pues vamos!
Bilbo también sintió el temblor y sintió que una nueva esperanza ardiente estaba creciendo en su corazón. Consiguió ponerse de rodillas sobre las ramas a duras penas, y parecía que el brazo malherido le volvía a doler. Miró entonces hacia la dirección que había tomado Thorin.
–Parece ser que lo ha conseguido... O eso espero... –Pensó en voz alta, mientras sonreía.
Volviendo a Thorin, parecía que aquel Cristal tenía el poder del elemento del fuego. Notó el enano entonces que su visión y su capacidad de escuchar mejoraban y que podía ver y oír mucho más lejos que cualquier otro ser. Miró a su alrededor con la esperanza de poder encontrar algo. Pareció divisar algo un poco más al suroeste de su posición, con lo cual fue trepando árboles y saltando de rama en rama con esperanza y energía renovadas. Sabía que tenía que encontrar el condenado Cristal antes de que se acabase el efecto del otro. Entonces, se despistó un poco, y casi cae al suelo, suerte que había una rama cerca en la que podía agarrarse. Se sujetó fuertemente a ella e hizo fuerza para poder ver qué había más adelante, y lo vió. Un resplandor amarillo que salía de una gran hoja. Cogió la hoja y después el Cristal que tenía él, que todavía seguía brillando y ardiendo como el fuego, y lo pasó por encima de la hoja mientras recitaba de nuevo una canción en enano. Cerró los ojos y empezó a notar como la hoja se endurecía y tomaba otra forma. Abrió los ojos de nuevo, y entonces pudo ver cómo su plan había funcionado: ya tenía el Cristal del Bosque Negro en sus manos, brillando igual que el sol al atardecer. Decidió aprovechar los efectos del Cristal rojo para recordar el lugar donde estaba Bilbo e ir con él. Trepó el árbol y se detuvo en una rama a mirar. El hobbit se encontraba unos pocos metros al noreste de él. Fue saltando y trepando lo más rápido que pudo como enano que era, siempre mirando al frente para ver si sus ojos eran capaces de ver a Bilbo detrás de las ramas. Pudo verlo, arrodillado, y entonces dio un gran salto hasta quedar en una rama cerca de él.
–¡Bilbo! –Exclamó, contento de ver que el hobbit seguía vivo mientras saltaba hacia otra rama.
–¡Thorin, lo conseguiste! –Exclamó Bilbo intentando levantarse, pero cayó de nuevo a la rama, quedando boca abajo.
–¡Ten más cuidado! –Dijo Thorin, que se alarmó cuando cayó Bilbo, asustado por si hubiera podido caer hasta el suelo, y llegó a la rama donde éste se encontraba.
–Tranquilo, estoy bien. –Dijo Bilbo, levantándose para sentarse.
–Bien, ¿y ahora qué se supone que debo hacer con esto? –Dijo Thorin, enseñando el Cristal del bosque a Bilbo.
–Pues... No sé, intenta hacer algo primero con el mordisco. Este dolor me está matando...
–Vale, estira la pierna que lo vea.
Bilbo enseñó la marca de los colmillos de la serpiente que le mordió en la pierna a Thorin. Había dos puntos rojos y corría sangre que salía de ellos, además de que estaba muy infectado.
–¿Cómo es posible que todavía siga sangrando? Además, el veneno de la serpiente ha hecho que se infecte todavía aún más de lo que podría estar...
–Ugh, rápido, haz algo con ese maldito Cristal, es como si esto me quitase incluso el pensamiento...
–De acuerdo, a ver si puedo hacer algo.
Entonces comenzó Thorin a recitar de nuevo palabras en enano mientras colocaba el Cristal que brillaba amarillo sobre la pierna de Bilbo intentando hacer algo para sanar la herida. Bilbo empezó a notar como un cambio, que recuperaba algo de energía y que empezaba a sentir menos dolor. Las palabras del enano hacían que el Cristal sanase la herida de Bilbo sorprendentemente rápido, pero el poder el otro Cristal seguía en él. El hobbit notaba ya más alivio en la pierna y ya no estaba cansado, pero el enano estaba perdiendo sus fuerzas al usar el Cristal, así que Bilbo le dijo que parase, y éste lo hizo, quedando sentado a su lado mientras le daba el Cristal al hobbit para que lo guardase, mientras intentaba divisar a Fili y a Kili. Pero entonces, Bilbo recordó algo.
–¡Espera, Thorin! Tenemos que hacer algo con las serpientes, o al menos intentarlo.
–¡Cierto, Bilbo! Intenta usar tú el Cristal, yo estoy demasiado agotado como para hacerlo, necesito descansar.
–No te preocupes, Thorin. –Contestó Bilbo, soriendo, y Thorin le devolvió la sonrisa.
Bilbo cogió otro de los Cristales que tenían, el que había robado a Läfnir tiempo atrás, el Cristal de las Montañas Nubladas. Tenía un Cristal en cada mano, suspiró y se arrodilló mientras apretaba con fuerza los dos Cristales en sus manos. Parecía estar recitando ahora él palabras en élfico que resonaron en casi todo el Bosque Negro. Mientras, los dos hermanos enanos notaron antes cómo las serpientes se debilitaban poco a poco, y después escucharon a Bilbo hablar, y observaron a los reptiles. El brillo de las manchas amarillas de las serpientes y el ojo de Sauron en sus pieles se comenzaban a desvanecer lentamente, y después sus cuerpos se fueron desintegrando, dejando algunos de sus restos en el suelo. Thorin, que logró encontrar a Fili y a Kili, observaba ahora a Bilbo, pensando.
–"Empiezo a entender por qué Gandalf lo escogió a él... Tiene un poder del que él mismo no es consciente, pero al parecer los seres vivos, o al menos cuando lo estábamos, podemos darnos cuenta de ello. Pensaba que era un inútil, y fui realmente tonto por creérlo, pues no vi su verdadero poder, estaba cegado por el deseo de llegar a la Montaña y matar de una vez por todas al maldito dragón. Pero cuando estaba muriendo en la cama, pude verlo, pude ver cómo era en realidad. Fui realmente un idiota, y por eso ahora soy solo un espíritu, no debí haber ignorado la ayuda del hobbit ni de ninguno de mis compañeros enanos... Ahora ya lo comprendo todo". –Después de pensar eso, sonrió y se levantó.
El Cristal del Bosque Negro parecía tener más o menos el poder de la luz, como Telperion, mientras que el de las Montañas Nubladas brillaba gris, con un poder semejante al frío y la nieve. Con esta información, ya sabían cómo eran los cuatro Cristales Mágicos que poseían: el Cristal de Orthanc, azul con el poder del mar que se levanta con fuerza; el Cristal de Mordor, rojo con el poder del fuego ardiente que renueva fuerzas; el Cristal de las Montañas Nubladas, gris con el poder del hielo y la nieve que paran a quien se oponga en tu camino; y el Cristal del Bosque Negro, amarillo con el poder de la luz dorada que se filtra en los árboles del Bosque, capaz de sanar e incluso revivir a personas. Terminó Bilbo de destruir a las serpientes y suspiró, mientras guardaba los Cristales.
–¿Volvemos ya con Fili y Kili? Tendrás que enseñarme el camino para volver con ellos. –Dijo Bilbo, sonriendo.
–No está muy lejos, pero tienes que tener cuidado al ir por las ramas si no quieres caer. –Respondió Thorin, riendo.
~Ele_Smaug~-
Loca de remate desde hace 13 años, meh, no miento, estoy mu mal, PERO ZOY FELIZ. Aparte de eso soy una fangirl con DEMASIADOS fandoms que explotan mis feels y terminarán por hacerme morir: The Hobbit | Lord Of The Rings | Sherlock | Fargo | Pokémon | Sonic | Kingdom Hearts | Gamer | Tolkiendili. ¿Algo más? Mmm, MARTIN FREEMAN, MI JOHN/LESTER/BILBO ADORABLE Y ACHUCHABLE *O*
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