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Knight Tief

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Long Fic Knight Tief

Mensaje por Alex Beckhamm Jue Abr 24, 2014 1:30 am

Género. Fantasía, aventura, leve romance.
Clasificación. T / + 16
Total de capítulos.
Spoiler:

PRÓLOGO.
El Sonido de la Guerra.

   Los tambores resonaron en la estancia con gran intensidad. Un sonido de combate, con sonidos fuertes y decididos que eran capaces de hacer sentir el peso de lo que provocaba la guerra a través de una simple canción. Una melodía sin voz; no la necesitaba.

   Alex frunció el ceño.

   No le incomodaba de ninguna manera la música, claro que no. Sino que estaba  completamente segura de que esa noche no había ningún evento. No por esos lares, al menos. La única celebración relativamente cerca quedaba a veinte cuadras. Además, se había asegurado de revisar la zona momentos antes, y todo estaba como ella lo planeó. Hasta ese momento, en el cual el sonido de guerra llenaba sus oídos, resonando más fuerte aún por el encerramiento. La única razón posible es que se le hubiera olvidado revisar algún lugar mínimo, en el cual la suerte le jugó en contra y justo ahí es de donde provenía el sonido.

   Y eso era lo que la molestaba. Su número de equivocaciones en el trabajo siempre fue cero, desde el mismísimo día en que su entrenamiento empezó; hacía mucho tiempo. Le molestaba que su primer error fuera algo tan simple pero molesto.

   Miró por encima del hombro a su único acompañante en la estancia. Nadie más lograría entrar a aquel lugar, o al menos de eso se aseguró Alex. A menos que su suerte realmente estuviera en su contra hoy día y algún error más se presentara en su plan. Le examinó con la mirada, notando como parecía estar ignorando completamente el sonido retumbante: ni una sola mueca, ni un movimiento, nada que pudiera demostrar que escuchaba el sonido. Alex casi podía sentir sus pies vibrando por culpa del sonido, pero el policía no movía ni un pelo. Se limitaba a mirarla fijamente, pareciendo una estatua. Cualquiera lo hubiera confundido con una a no ser por su respiración notable.

   Algo no le cuadraba en aquella situación.

   — ¿No lo sientes? —preguntó. Su voz melodiosa pero seria, como siempre, tomó lugar en la habitación, resonando entre las cuatro paredes. Casi pareciendo que no existía el sonido de los tambores. Aquello inquietó más aún a la joven, si era posible.

   El policía levantó una ceja, incrédulo ante la tranquilidad de la joven. Él, a diferencia de su acompañante, se encontraba tenso, con la mirada clavada en Alex para captar cada mínimo movimiento, ningún movimiento se le podía escapar. Le conocía. Ya varias veces se habían encontrado en la misma situación; encerrados en una habitación casi completamente vacía a excepción de alguno que otro cuadro y ambos callados, sin decir nada. Él siempre era el que caía en la trampa, y ella, la que la hacía. Y al final, riéndose, ella se largaba sin dejar rastro alguno. Gracias a las repetidas experiencias, sabía de lo que aquella joven era capaz de hacer, y por eso su atención era la máxima posible y su mano no se apartaba del arma que reposaba en su cintura esperando a ser utilizada.

   Alex sonrió. A pesar de no ser tan obvia como su acompañante, también examinaba sus movimientos. Ella era una gran especialista en la deducción del lenguaje corporal, y por eso sabía en qué estado se encontraba el policía. Le daba gracia ver que todas las veces era lo mismo, un dejà vú.

   —Debería irme. Me estás aburriendo —concluyó Alex, mirándolo de reojo.

  El policía se tensó.

   —No sé a qué te referías. —Se apresuró a contestar, mostrándose un poco más nervioso. No podía dejar que se escapara hasta que sus compañeros llegaran para ayudarle. Siempre era él el que hacía de carnada. Habían notado el interés de la joven ladrona en precisamente aquel policía, por lo que era claro que siempre era la carnada. Pero de alguna manera ella siempre lograba escaparse segundos antes de que llegaran los refuerzos.

   La ladrona volvió a sonreír, al haber funcionado su mini plan para hacerlo hablar. Le conocía, luego de tanto tiempo, por lo que sabía que hacer hablar a ese policía era tremendamente terrible, ya que se negaba a dirigirle palabras a su enemiga.

   Queriendo jugar un poco con él, se dio media vuelta y se dirigió a los ventanales, repicando el sonido de las botas contra las baldosas notablemente para enfatizar su ida.

   —Lamento no ser ya una buena fuente de diversión para ti. —Alex paró de caminar para mirar al policía con expresión divertida, lo cual le molestó—. Si realmente te estás empezando a aburrir, deberías dejar este absurdo juego y entregarte de una vez por todas.

   —Me sorprende que digas eso —dijo Alex—. ¿Acaso no te ha quedado claro luego de tanto tiempo?
   Las puertas se abrieron de golpe y una estampida de personas entró por ahí como si de eso dependiese su vida. Aquel sonido aturdió a Alex. La cantidad de pisadas resonando en el espacio junto al sonido de guerra que casi de un salto había aumentado fue demasiado para ella. Desvió su mirada hacia la luna alarmada, quitando rápidamente su actitud divertida, y dándose cuenta que había estado demasiado distraída como para perder la noción del tiempo.

   Ya casi iba a ser media noche.

   Soltó un suspiro. ¿Cuántas equivocaciones más podía cometer en una sola noche? Frunció el ceño. No entendía que estaba fallando en ella para haber cometido dos equivocaciones en su plan.

   — ¡Detective Delaigue!

   Casi por instinto, Alex fijó su vista en aquel nuevo integrante del cuerpo policial. Justo al lado del policía con el que había estado a solas momentos antes, una persona que no conocía se situaba con notables intenciones de revisar al detective de heridas que pudieron haber sido provocadas. Aquello le desconcertó. Todos sabían que aquella no hería a nadie nunca. De alguna forma, era imposible acusarle también de violencia. Pero aquello no fue lo que más le desconcertó. Lo fue su gran parecido con el Detective Delaigue. Así, parado a medias bajo el resplandor de la luna, a Alex le dio la sensación de que el policía se había clonado. Pero en una versión más joven de él. Su piel levemente bronceada, sus cabellos café rojizos y sus ojos azules eran una réplica exacta del policía.

   —Manos arriba. —Aquella frase fue lo que hizo despertar a la ladrona y volver en sí. Solo eso fue lo que le hizo darse cuenta de que todo el cuerpo policial, exceptuando a su anterior acompañante y su casi clon, le rodeaba.

   Se apoyó contra la ventana con tranquilidad sobrante, volviendo de nuevo a su personalidad normal. Llevó su mano hacia su pierna, donde un bolsillo externo de cuero se enganchaba a la tela de su pantalón negro. El sonido de los gatillos preparándose le sacó una sonrisa y alzó ambas manos en símbolo de rendimiento.

   —Bien, ustedes ganan —dijo—. Yo soy aquí la jovencita indefensa que todos odian y apuntan con decenas de armas. Me entrego a ustedes, no tengo cómo pelear ya.

   Se oyó como los policías se destensaban, creyendo en las palabras de la ladrona. El único ahí que sabía lo tan falso que podría ser aquella farsa de entregarse era el Detective Delaigue, el cual no fue capaz de avisarle a nadie de aquello antes de que Alex ya hubiera empezado su acto de ida. Con imprevisible agilidad, una bomba de gas no tóxico explotó al otro lado de la habitación, cerca de la entrada, haciendo que todos fijaran su vista allá por instinto. Sólo durante menos de un minuto donde el cuerpo policial se vio aturdido y ciego por el gas bastó para que la risa leve y angelical de Alex se extinguiera por completo de la habitación.

   Ya no había rastro de ella.

   El Detective Delaigue frunció el ceño, frustrado por haber dejado escapar de nuevo a su principal rival. Nunca había llegado a entender cómo se las arreglaba para escapar.

   —Padre —La voz del joven idéntico al detective hizo que este se volteara a verlo—. Ha dejado una nota.

   ¿Una nota? Casi se le había olvidado las recurrentes notas de la ladrona al dejar la escena del crimen. Otra cosa que no cuadraba en aquella joven. ¿En qué momento escribía las notas? Ya que por lo que notaba, estaban basadas en los últimos momentos de su encuentro, así que no podían ser escritas antes del acontecimiento. El detective se acercó a su hijo en total silencio y cogió la hoja blanca que este le ofrecía con el brazo extendido. La leyó rápidamente gracias a la letra prolija de la ladrona.

   Arrugó la hoja y la tiró al piso, aún más frustrado que antes.

   Sintió la mirada interrogante de su hijo, esperando algún comentario sobre el contenido de la hoja.

   —Nada que merezca la pena saber. —Fue lo único que se limitó a decir. Y de todos modos, no tenía nada más que decir que tuviera sentido alguno. Agarró a su hijo del hombro y le empujó  suavemente de este para indicarle que le siguiera—. Vámonos, Nathan. No hay nada más que podamos hacer aquí —concluyó con firmeza.

   Nathan dudó.

   Aun así, la mirada de advertencia de su padre le hizo moverse, dejando atrás la escena del crimen donde momentos antes, por primera vez, vio a aquella ladrona que le había dado tanto trabajo a su padre.

   Fijó su vista en el gran ventanal, y por un momento, creyó ver el reflejo de la figura de la ladrona apoyada en el cristal viéndolo desde el otro lado con una mirada seria pero curiosa.

   El Detective apretó un poco más la presión sobre el hombro, haciendo que Nathan dejara de mirar hacia algún otro lado para sacarlo lo más antes posible de allí. No le importaba parecer paranoico, pero aquella ladrona le ponía nervioso. Y más aún el contenido de su nota.

   Quiso pensar que ella mentía. Pero luego de tanto tiempo sabía cuándo mentía y cuando no. Así que la solución más viable es que Alex estuviera sufriendo alguna enfermedad psicológica. A lo mejor podría ser una paciente de un hospital psiquiátrico que con astucia se escapaba algunas noches para poder cometer un crimen al azar. Apretó los labios y cerró la puerta de la habitación con llave después de haber sacado todo de ahí. Y es que no quería ver por el momento aquel lugar de nuevo, preguntándose también cuáles eran las intenciones de la ladrona que hurtaba a veces cosas sin valor.

   Agudizó su oído, tratando de captar algún sonido.

   Nada.

   ¿A qué se refería la ladrona con lo de los tambores tocando una canción de guerra?


Última edición por Alex Beckhamm el Vie Mayo 09, 2014 4:07 pm, editado 1 vez
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Long Fic Re: Knight Tief

Mensaje por Alex Beckhamm Vie Mayo 09, 2014 4:05 pm

CAPÍTULO I.
Del otro lado del reflejo.


Alex alzó la vista hacia el cielo, donde una luna roja resplandecía como si fuera el único astro en el universo. Casi podía sentirse tranquila. La barrera a estas alturas ya estaba por completo cerrada, por lo que no había ningún peligro en que alguien le hubiera podido seguir hasta allí. Sabía lo difícil que para otros sería el atravesar una barrera de ese tipo si no tenían un debido entrenamiento, pero las excepciones existían, y de eso estaba consciente ella.

Ella misma era una excepción a todo lo normal.

Arrastró su mano a través del vidrio con lentitud y suavidad, viendo cómo la marca que dejaba por el calor de su cuerpo se iba extinguiendo a medida que su mano se retiraba del lugar. Dio un paso atrás y giró sobre sus talones para dar un giro de ciento ochenta grados. Llevó sus manos hacia la parte trasera de su cuerpo, las entrelazó y se recostó sobre el vidrio, quedando levemente inclinada hacia atrás.

—Me di cuenta de tus errores.

—Gracias por recordármelo, Renné. —El tono sarcástico de Alex era notable. Dirigió su mirada penetrante hacia la nueva presencia que le molestaba y arrugó la frente. —Muy amable de tu parte —agregó.

Renné le miró con arrogancia.

—Se lo puedo decir al Consejo Dimensional, sí quiero.

Aquel comentario hizo que Alex pusiera los ojos en blanco y sonriera burlonamente. Renné siempre se había creído mejor que ella solo por su raza. Las súcubos eran de las razas más apreciadas por su elegancia, belleza y forma de conquistar a todos con solo una mirada. Aunque eso no les quitaba que sus personalidades fueran tan insoportables como bellas. Alex odiaba aquel tipo de personalidad, y más aún que todas fueran tan parecidas; parecían un séquito de oxigenadas. No se había conocido a ninguna súcubo hasta el momento que no fuera de cabellos rubios, piel blanca y ojos azules como el cielo. Además de un cuerpo que hacía temblar las rodillas de cualquier hombre que pensara más con su segundo cerebro que con el verdadero. Aquello le hacía parecer que las súcubos eran solo un grupo de jóvenes adolescentes de preparatoria con complejos de divas.

—Díselo.

La súcubo quedó plasmada en su puesto ante el inesperado contraataque de Alex.

—Estás loca, ¿verdad? —rezongó—. Te echarían de esta dimensión al momento.

La ladrona movió su cabeza de lado a lado, negando divertidamente ante la gracia que le causaba Renné. Con ayuda de sus manos, se despegó del gran cristal y avanzó hacia la súcubo, que le miraba de forma extrañada y molesta ante el comportamiento de Alex.

—Sí tú hablas, yo también —explicó Alex—. Se la cantidad de errores que has cometido en tu trabajo desde que nos pusieron como equipo de supervisión.

Renné se mordió el labio, frustrada por aquel comentario. Siempre había pensado que su compañera no podría haber sido otra peor que ella, ya que había escuchado los comentarios sobre Alex que recorrían el instituto, más que todo sobre su personalidad. Pero aquello fue algo que no se había esperado. Si bien fue ella la que había acusado primero de decírselo al Consejo Dimensional al primer error que notó en el trabajo de la ladrona, nunca creyó que esta podría contraatacar con la misma cara de la moneda.

Detestaba que su compañera de supervisión fuera ella. Sobre todo porque le estresaba ver como Alex hacía su trabajo siempre a la perfección mientras ella que solo se quedaba mirando desde su dimensión. Ya hasta a veces se aburría de ver que todo salía bien. Y por eso se tomaba un descanso del trabajo de supervisión sobre la ladrona para ir a hacer algo que le importara más.

Se cruzó de brazos e hinchó los cachetes en un berrinche.

—Vale, no diré nada. —Se dio media vuelta, con la intención de irse del lugar lo más prontamente posible. Tal vez por la frustración, tal vez por la pena que pasaba. Luego de dar cinco pasos, miró por encima del hombro en dirección a Alex, que seguía donde mismo con una ceja alzada, a la expectativa de lo que diría Renné—. Pero la próxima vez no te quedes mirando a través del intervalo de las dimensiones a un joven de tu edad después de cruzar la barrera.

Alex soltó un bufido molesto, lo cual complació a Renné. Satisfecha por haber podido quedarse con la última palabra, volvió su mirada hacia el frente para seguir su camino. Y una vez llegó al borde del edificio, dejó que crecieran sus alas de cuero de murciélago en su espalda en conjunto con una cola de diablillo y saltó, emprendiendo así más fácilmente el vuelo. Sin perder tiempo, la ladrona emprendió camino a gran velocidad y al llegar al borde del edificio, saltó ágilmente. Cogió a Renné por la cola de diablillo en el aire, y esta chilló al sentir el peso que le trataba de impulsar hacia abajo, pero aun así se sostuvo en el aire gracias a la potencia de sus alas.

—Y tú, trata de tomar enserio la supervisión y no te quedes limándote las uñas cuando deberías estar vigilando mi trabajo —dijo Alex burlonamente, sosteniéndose únicamente con su mano agarrada a la cola de Renné. Poco a poco se acercaban al edificio siguiente— ¡Gracias por servirme al menos de liana! —exclamó antes de soltarse y dejar a la súcubo libre, para luego caer grácilmente en el techo del edificio, en el cual siguió caminando como si nada.

Renné chilló de rabia. De nuevo Alex se había aprovechado de ella y le había utilizado como una simple liana para alcanzar la distancia en un solo salto entre dos edificios separados por una calle. Si bien Alex no tenía ningún implemento de raza para volar, sí que sabía utilizar cualquier cosa que estuviera a su alcance para compensar aquel detalle.

Y también no se había quedado con la última palabra.

¿Cuándo sería la primera vez que pudiera ganarle verbalmente a Alex?

—¡Tarzán!

Se escuchó la risotada de Alex desde lejos.

—¡Oxigenada!

La voz de la ladrona llegó apenas oíble, pero lo suficientemente fuerte para los oídos de Renné, la cual no fue capaz de contraatacar a aquel insulto y se quedó callada, aceptando casi sin querer la derrota verbal. Al menos lo había intentado.

. . .

El sonido estridente del látigo sobresaltó a varios en la estancia. Solo unos pocos lograban no alterarse ante la fuerte personalidad y severidad de Miss Stolen. La mayoría no eran capaces de adaptarse a ella, y por eso, su clase era de las que siempre eran reprobadas. Solo pocos lograban hacer caso omiso de aquel comportamiento que tanto alteraban a los nuevos inquilinos. Luego de un tiempo después de la llegada de Miss Stolen, se había aprendido que era mejor pasar derecho hacia el curso de rehabilitación que sufrir en esa materia y luego seguir el sufrimiento en la rehabilitación. Cualquier criatura con cordura preferiría estar alejado de ella.

Giselle Stolen al principio había acaparado la atención de muchos, especialmente de la parte masculina. Cómo cualquier súcubo, su cuerpo hacia flaquear a cualquier hombre si se le imponía. Y eso había hecho. La mayor parte de la población masculina se había inscrito en el programa de Distracción el mismo día en que se vio a una hermosa mujer con largos rizos rubios perfectamente cuidados, con ojos azul cielo que verlos haría que se sintiera que te perdieras en el mar y extremidades perfectamente largas y delgadas. A Alex desde el principio le había desagradado ver como Miss Stolen pensaba que el pasillo era una pasarela en la cual todos se fijarían únicamente en ella. El exceso de maquillaje y la ropa glamurosa con la que se andaba todo el día de arriba para abajo esparciendo su brillo físico atrajo la atención de todos, claro estaba. Aunque nadie se esperaba que su personalidad fuera a ser tan detestable.

Los pocos idiotas que aún seguían en el curso por los encantos de la profesora se arrepentían al minuto de haber cruzado aquella puerta.

Alex rodó los ojos, detestando tener que pasar la clase viendo como maltrataban verbalmente y asustaban a los pobres que aún persistían en seguir en aquella clase. ¿Cuándo darían una clase completa? Creía que estaba aprendiendo a asustar a las personas, no a distraerlas.

Poco importándole Giselle Stolen, conectó sus auriculares al iPod y se los puso sobre la cabeza. Subió el volumen hasta casi el máximo. La única forma en que le gustaba.

¿Por qué había decidido tomar el curso si no aprendía nada? Se la pasaban todas las clases escuchando música a todo volumen mientras los demás permanecían toda la hora acojonados por tanta belleza y personalidad en un solo ser.

Recostó su cabeza y cerró sus ojos, tratando de relajarse.

Paz.

Renné le dio un puntapié a Alex, la cual en un solo segundo de levantó enojada e hizo que la silla donde se encontraba Renné cayera hacia atrás.

—Largo. —Miss Stolen les miró seriamente y con arrogancia, como siempre hacia. Cualquiera hubiera puesto la cola entre las patas y salido corriendo del salón. Pero Alex y Renné eran un caso especial. Ninguna de las dos le temía.

Ambas se miraron entre sí; Alex parada al lado de la silla y Renné tirada en el piso. Bufaron, burlándose mentalmente de la profesora y no dudaron en coger sus maletas para irse rápido de ahí. Miss Stolen no les había intimidado: solo les hizo el favor de evitarles la molestia de seguir en su clase.

— ¡Gracias!

Giselle chirrió los dientes, molesta por la actitud de sus estudiantes. Se volvió hacia sus demás víctimas y sonrió falsamente, lo cual le sacó un escalofrío a más de uno. Si había algo que menos soportaba, era que aquel par de estudiantes realmente le confrontaran.

Cada raza tenía alguna característica en común que hacía fácil su identificación, aunque a veces llegaban a confundirse por sus grandes similitudes con razas primas. Los vampiros, demonios, súcubos, íncubos y espectros tenían como similitudes sus personalidades arrogantes y vanidosas, mientras que las razas más salvajes, como los licántropos, animalias y centauros se caracterizaban por ser un poco más agresivos y poco sutiles para ocultar sus emociones. Aun así, Miss Stolen se sobrepasaba en sus características de raza.

Alex colgó su maleta en su hombro, volvió a acomodar sus auriculares y se encaminó hacia la azotea del lugar para disfrutar un poco de aire libre luego de pasar casi todo el día encerrada en aquel gran edificio.

El pasillo estaba completamente desierto.

Aquello le inquieto un poco a Alex, ya que no solía haber mucho calma en el lugar. Ese era uno de los pasillos más concurridos por ser de los principales, pero en aquel momento parecía más que fuero de aquellos lugares del edificio que quedaban donde nadie iría nunca.

Todas las puertas se hallaban cerradas, y el sonido de dentro era casi imposible de escuchar gracias a un conjuro de la profesora de Combinación de Elementos, en el cual imposibilitaba de manera casi completa la salida del sonido por las puertas. Pero entonces, ¿por qué escuchaba la música del grupo de Embobasidad? Arrugó la frente, estando aún parada a la mitad del pasillo.

¿Música de guerra?

Estaba segura de que no manejaban ese estilo en el curso.

Se sintió mareada, o más bien, como si el piso fuera blando y alguna estuviera haciendo que el piso ondeara como las olas. Desorientada, miró hacia todos lados, que al igual que el piso, también parecía estar escurriéndose. Arena movediza. Eso era lo que parecía. Y ella se estaba hundiendo en esta. Haciendo uso de sus fuerzas, corrió lo mejor que pudo hacia la puerta del salón donde provenía la música y la abrió de un solo golpe.

No había nadie. Solo un piano de cola en mitad del salón.

Al instante siguiente la sensación fue de absorción. Todo a su alrededor siendo absorbido hacia su cuerpo y volviendo todo a su estado natural.

—¡Con un demonio! Alex, ¡no me ignores, desgraciada!—Renné, que con desesperación le había arrancado los auriculares a una desorbitada Alex, le gritó lo más fuerte que pudo en el oído—. Esos jodidos aparatos humanos son un infierno. Parece la misma magia que cubre las puertas del edificio. ¿Cómo hacen eso? Ellos no pueden estar habilitados para hacer algo así.

Alex se quedó ahí, aún sin moverse, tratando de asimilar lo que había pasado.

Renné gruño, disgustada por la distracción de ella.

—¿Piensas volver a este mundo? —Movió una mano al frente de la cara de Alex—. ¿Estás aquí?

—Sí, estoy aquí —gruñó Alex.

—Era hora.

El pasillo volvía a estar un poco bullicioso, con gente caminando de lado a lado sin parar. Alex volvía a estar en la misma posición que antes, parada en la mitad del pasillo y la única música que podía escucharse era la que provenía de los auriculares. El salón de Embobasidad no estaba ahí, y el cartel de la puerta de dónde antes había venido el sonido, ahora tenía otro nombre.

Renné cogió a Alex del brazo y la empujó.

—El Director nos ha llamado.

Alex asintió, sin darle más vueltas al porqué le hubieran llamado a ambas. No habían hecho nada malo, no más que siempre. Pero le daba vueltas la cabeza, así que decidió no pensar en eso.

—Sí, vamos.
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